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Jorge Riechmann: Poemas lisiados

por Alberto García-Teresa

La Oveja Roja, 2012. 96 páginas

Libros como este siguen demostrando que la edición cuidada e imaginativa resulta imprescindible para que la literatura en papel continúe poseyendo un lugar preferente.

Este poemario se transmite sobre una edición atenta a todos los detalles y casi facsímil de las hojas de un antiguo cuaderno de notas a cuadros, sobre las que se recoge la letra manuscrita del autor (algo que ya hiciera en su excelente Las artes de lo imposible), combinada con tipos de imprenta. De hecho, esto se corresponde con la realidad, pues el volumen reproduce un antiguo cuadernillo de la RDA donde Jorge Riechmann escribió estos poemas. Además, el pequeño formato de la obra, muy manejable, junto a su reducido precio de venta al público contribuyen a darle cierto aire de exquisitez al alcance de todas las personas; de delicia que, por su contenido, celebra además un modo diferente, no comercial, conscientemente pausado, de vivir y de entender las relaciones humanas y con el entorno.

Todo este conjunto (tapas, tripas, letra) aporta una gran calidez al volumen, así como transmite una atmósfera de cercanía con el poeta, con sus textos, como si hubieran sido escritos delante de nuestros ojos, como si nos fueran susurrados al oído.

La poesía de Jorge Riechmann destaca por revelar una inusitada (e imprescindible) atención en su mirada. Es por ello que, paulatinamente, el tono meditativo va marcando de manera más crucial las reflexiones éticas, filosóficas y políticas que forman sus textos.

Así, la necesidad de la empatía es una de sus demandas básicas; la capacidad de comprender la ternura y de buscarla como vía para poder acceder a aquella. Por eso escribe una poesía radicalmente «humana», a la que añade la característica «lisiada» para incidir en la discapacidad, en las carencias, en los límites, en la imposibilidad, y, al mismo tiempo, remarcar lo imprescindible del amor, de cuidarse unos a otros, de la ternura, de la mencionada empatía. Frente a los valores y a la ideología imperante, el autor apuesta por «vivir a contramuerte».

En ese sentido, esa conciencia de las carencias nos obliga a adoptar un ritmo distinto (en el vivir, en la resistencia), a un sistema ético distinto, que va ligado también a un sistema político distinto, que sea capaz de acoger (y no expulsar) la diversidad funcional e ideológica; que no deje a nadie desvalido.

Igualmente, resulta una llamada a la humildad. Encara la prepotencia y la soberbia al reclamar la dependencia, la cual nos hace humanos, comunidad, seres políticos. Esto resalta los lazos, la solidaridad y, al mismo tiempo, una defensa de la delicadeza.

De hecho, este es el poemario de toda la obra de Jorge Riechmann en el cual más se incide en estos aspectos (más incluso que en Rengo Wrongo), presentes especialmente en sus últimos libros.

Por otra parte, el libro se compone de gran número de poemas breves, con una disposición de apuntes en las hojas del cuaderno (se incluyen varias piezas en cada página), algo coherente con el concepto del volumen. De hecho, se aprecia cierta continuidad en los poemas en lo temático, tal que si respondieran a un organización discursiva, construyendo pequeños núcleos temáticos. En ese sentido, destacan los poemas de amor. De este modo, este pequeño librito agrupa 175 luminosos poemas, en los que destaca la síntesis, lo afilado de su concisión, la claridad de sus metáforas y la extraordinaria habilidad del autor para, en ellas, dotar de gran sugerencia los referentes cercanos y sencillos que las conforman. Constituye, por todo ello, uno de sus mejores poemarios.

Toda la obra de este autor se basa en una clara oposición entre sociedad de consumo, capitalismo y alienación, por una parte, y la vida buena, dichosa y realizadora, por otro: «Donde termina el reino de la mercancía / comienza la vida». No en vano, resuelve: «Y es que la pregunta decisiva / sigue siendo la misma que hace cincuenta / mil años: // ¿dominio / del fuerte sobre el débil / o cooperación entre iguales?». Sin embargo, impulsa su escritura la esperanza, la posibilidad de cambio. Es lo que no le deja ahogarse ni en la resignación ni en la desolación sino, bien al contrario, es el motor de su resistencia.

De esta manera, otro grupo de textos reflexionan explícitamente sobre la situación económica del país o del mundo, introduciendo datos y cifras, y sobre estrategia política, con gran coherencia: «Escisión / de la escisión / de la escisión… // Pero lo que hace falta / es justo el movimiento / contrario: // incluir / y luego incluir más / y seguir incluyendo».

Por otra parte, como en el conjunto de su obra, la naturaleza sigue siendo modelo y maestra ética, especialmente en la apreciación de lo sencillo.

Con todo, Riechmann busca complejizar la realidad para poder comprenderla con rigor (y poder operar dentro de ella para transformarla) a pesar de que «la brutal realidad / nos empuja a consignas». Por eso afirma que «falta lenguaje / para decir / el horror que viene». El autor usa con frecuencia anáforas y paralelismos. Igualmente, incorpora muchas paradojas y preguntas retóricas para, junto a las apelaciones al lector, dar pie a que el lector se interrogue y se desnuden las contradicciones del sistema. Así, critica la banalización y el control social a través de la televisión y el deporte de masas, y la idiotización mediante el fetichismo tecnófilo: «cien pantallas / retroiluminadas / alrededor de mí // La pantalla azul / de la mente / vacía».

Finalmente, llama la atención que en esta obra aparecen varias piezas que hablan del envejecimiento y de la muerte con actitud serena.

Por tanto, publicaciones como Poemas lisiados prueban que la edición en papel tiene un gran futuro aún y muchas posibilidades si corre en manos de gentes tan inquietas como La Oveja Roja.