Discos
por Xavier Valiño
ROSALÍA: Lux (Columbia-Sony)

Va a ser difícil que se puedan mantener buena parte de los comentarios despectivos o las críticas que hasta ahora se le habían hecho a la catalana. Desde luego, no partían de aquellos que la descubrieron con su debut Los ángeles en 2017. Los pocos que lo escucharon y disfrutaron entonces fueron conscientes desde el primer momento del talento único de Rosalía, forjado, también hay que recordarlo, con varios años de aprendizaje musical bien intenso.
Lo de El mal querer al año siguiente fue la demostración palpable de esa creatividad única, su gran obra hasta el momento -ya no está solo: Lux se sitúa a la misma altura, cuando no por encima-. Motomami se prestaba a la descalificación de todos aquellos a los que los sonidos urbanos y latinos de actualidad les pillaba a contrapié, un blanco fácil no lo suficientemente escuchado, pero que adelantaba por la izquierda a buena parte de los artistas que en la actualidad hacen lo mismo, repitiéndolo disco tras disco.
Pues bien, Lux le da una vuelta de tuerca completa a cualquier idea preconcebida, salvo la del incontestable talento y arrojo. Quince canciones -dieciocho en el vinilo- que no tienen casi nada que ver con todo lo que ha hecho anteriormente, aunque en este disco haya también algún rastro de flamenco rumba, rap o electrónica minimalista, pero a los que suma fado, arias operísticas, copla o música sacra, todo interpretado en trece idiomas y con las canciones agrupadas en cuatro movimientos.
Es tal el dispendio de virtuosismo aplicado al formato de canción pop que apabulla. Nadie en la actualidad hace algo así, dejando atrás estilos y territorios ya transitados en anteriores discos. Todo, recordémoslo, compuesto en su mayor parte por ella, concebido por ella, arreglado por ella y hasta producido por ella, con colaboraciones puntuales que se adaptan en todo momento a sus ideas, a cómo ella entiende que debe sonar cada canción. Lo mejor de este auténtico tour de force al alcance de casi nadie: que su quinta entrega seguro que nos conduce a otro camino inesperado y, con total seguridad, igual de sorprendente y deslumbrante.
BRUCE SPRINGSTEEN: Nebraska ‘82: Expanded Edition (Columbia-Sony)
Al igual que Neil Young o Bob Dylan, Springsteen está metido en la vorágine de exprimir su fondo de catálogo, además de ir publicando regularmente pocos minutos después la mayoría de sus conciertos en directo. Este mismo año, sin ir más lejos, se publicó la caja Tracks 2, con siete discos inéditos, a lo que hay que sumarle un libro y una película.
Esta última (Springsteen: Deliver Me from Nowhere) documenta el proceso de su álbum Nebraska de 1982. Aprovechando, se lanza también otra caja con cuatro discos más 1 Blu-ray, con una edición ampliada de aquel álbum. Lo cierto es que, gracias a la profundidad de aquellas diez canciones desnudas e intensas, mayormente sombrías, despojadas de todo y ceñidas a lo más esencial, no se precisaba nada más.
Es lo que revela el tercer disco de esta caja, Electric Nebraska, la grabación de buena parte de esos temas en clave eléctrica, de la que corrían rumores de su existencia pero nunca se habían escuchado. Springsteen tenía razón: el sonido más rockero no las enriquece, así que hizo bien en dejarlas de lado, aunque las baladas están algo más logradas. Eso sí: resulta interesante escucharlas con este ropaje y saber que las decisiones creativas de los músicos pueden ser acertadas y deben ser aceptadas.
El segundo disco, con tomas descartadas de Nebraska, es, sin duda, el más interesante. Momentos como “Gun in Every Home” o “Downbound Train” podían haber formado parte del álbum original. Tampoco decepcionan las otras ocho canciones. La versión en directo del álbum que incorpora el cuarto disco, con Larry Campbell como segundo guitarrista y Charlie Giordano al teclado, es hermosa en sí misma, pero carece de la opresión del original. Nada mejora el original, pero sí ayuda a comprender mejor todo el proceso.
PATTI SMITH: Horses (50th Anniversary) (Arista)
Con la excepción de Bob Dylan, ningún cantante ha intentado fundir la poesía con el formato del rock tan intensamente como Patti Smith. A mediados de los 70, Smith era ya una veterana en la lectura de poesía en los clubes de Nueva York, así que, dada su profunda admiración por The Rolling Stones, fue bastante natural que convirtiera esos poemas en canciones en su álbum de debut, Horses.
Ayudada por un excitante grupo en el que estaba el reputado crítico -y pareja de Smith- Lenny Kaye a la guitarra, además del bajista de The Velvet Underground, John Cale, a la producción, Horses puede ser considerado uno de los precedentes más inmediatos del punk que surgiría al año siguiente. En él quedaba claro que Patti Smith tenía un don para pintar retratos intensos con su prosa, como evidencian los dos cortes de 10 minutos, “Birdland” y “Land”, y sus versiones de “Gloria” o “My Generation”.
En su quincuagésimo aniversario se reedita el disco remasterizado directamente a partir de las cintas máster originales. A diferencia de la anterior reedición por sus 30 años bajo el nombre de Legacy, y que incluía un disco extra en directo grabado en el Royal Festival Hall de Londres el 25 de junio de 20025, esta vez se incluyen tomas descartadas y rarezas inéditas, incluyendo temas de la audición de Patti Smith para RCA en 1975. No mejora el original, pero contribuye a fijar Horses como el clásico inevitable e infalible que es y que, de hecho, motivó su reciente gira en el que lo interpretaba al completo.
THE NINES: Echoes of Past Future (Stephen M Eggers)
Es uno de los geniecillos desconocidos del pop. Se trata del canadiense Steve Eggers, quien empezó con la banda The Nines allá por 1991. Entonces se acompañaba de otros dos músicos de los que se distanció, y hoy mantiene la banda para el directo con otros cuatro compañeros. Pero es él quien acarrea todo el peso de la composición y de la grabación, tocando en este, su decimoquinto disco, piano, bajo, guitarra, teclados y batería.
Su sonido conduce directamente a los 70, y en él hay rastros claros de la Electric Light Orchestra, los Wings de Paul McCartney, Raspberries, Badfinger y otras bandas que se mueven entre el pop de alta escuela y el power pop, así como otras bandas de décadas posteriores como World Party o New Radicals. Si antes entre un disco y otro no pasaba ni un año en muchas ocasiones, en este caso ha dejado transcurrir cinco años. Probablemente ese lapso de tiempo ha ayudado a que esta pueda ser considerada una de sus mejores colecciones de canciones.
Por hacernos una idea, “Away for You” pasa por ser la mejor heredera que haya grabado del “I’m Not in Love” de 10cc. “How Did We Get It All Wrong”, un dúo en el que Eggers cambia su voz retocándola en estudio y en la que se acompaña de una voz femenina que no aparece acreditada en el álbum, estaría entre los mejores momentos firmados por Jeff Lynne (también “Summer’s Never Been the Same”) de haberla compuesta él; de hecho, sería el gran éxito de Xanadu de haberse publicado en su día en la banda sonora de aquella película en la que Olivia Newton-John ponía el contrapunto vocal a Lynne en algunos momentos.
Grabado en consolas de casete Yamaha y Tascam, hay mucho aprovechable en este disco. “Don’t Worry Susan” es power pop de libro, con armonías a lo Beach Boys. En “Mexico” aparece la sombra de Paul McCartney, lo mismo que una balada tan digna de su pluma como “Song for Rachel”. Hay más gemas, como “You Get By” o “Hit the Ground Running”. Y, por si alguien quedase con ganas de más, en la edición en compacto que se acaba de poner a la venta se encuentran otros tres temas adicionales a descubrir.
SRTA. TRUENO NEGRO: El sonido de la felicidad (Eclipse Melodies)
Son unos cuantos los músicos argentinos que han probado suerte en España. Algunos han hecho toda su carrera aquí y ahí siguen. Otros han llegado, han tenido más o menos éxito y se han vuelto a su país de origen. El caso de Srta. Trueno Negro resulta más especial ya que, aunque hubiese o no la intención de establecerse en España (uno de sus tres discos anteriores se llama Sonido Donosti y contiene unas cuantas versiones de canciones españolas), el caso es que fue algo forzado por la pandemia, cuando aquí quedó varada.
Aquí compuso íntegramente su nuevo álbum, mientras continuaba echando raíces entre Madrid y Granada. Registradas en vivo, tienen tanto del rock alternativo de las pasadas décadas como del rock norteamericano de los 70. No en vano ese “Yendo a comprar” podría ser el hermano castizo de “I’m Waiting for the Man” que Lou Reed grabó con The Velvet Underground.
Entre el recitado y una entonación más melódica, cuenta con la colaboración de su mentor granadino J -de Los Planetas- y con Antonio Luque (Sr. Chinarro) como productor artístico del disco. La vida nocturna, los neones, la soledad, las drogas y las resacas forman parte de este más que atractivo tratado de realismo sucio con rabiosas guitarras que revisten sus canciones.
THE BETHS: Straight Line Was a Lie (Anti-PIAS)
Según la líder y principal compositora de los australianos The Beths, Elizabeth Stokes, “La progresión lineal es una ilusión”. De ahí que su cuarto disco adopte el título de La línea recta era una mentira. Estamos hablando del grupo que empezó hace una década con el EP Warm Blood, que se consolidó primero con su álbum de debut Future Me Hates Me y luego le dio continuidad con Jump Rope Gazers, para por fin despuntar con Expert in a Dying Field hace tres años, que cambiaba un tanto el power pop habitual por algo más melancólico y reflexivo.
Este disco viene marcado por una enfermedad autoinmune que le detectaron a Stokes, lo que hizo que el desgaste emocional de la terapia, la dificultad de redescubrir la propia voz creativa y la sensación de una vida destartalada marcasen sus nuevas canciones. Stokes, para superar su bloqueo creativo, se inspiró en la autobiografía de Stephen King y se impuso el ejercicio diario de escribir diez páginas de monólogo interior en una vieja máquina de escribir Remington. Este método, aparentemente arcaico, le permitió desenterrar recuerdos y miedos que, de otro modo, habrían permanecido ocultos.
A pesar de ello, no se trata de un disco oscuro, sino que Straight Line Was a Lie consigue resultar todavía más accesible a pesar de esa catástrofe personal, gracias a sus melodías cristalinas y sus brillantes arreglos que beben del power pop clásico en la línea de Fountains of Wayne, The Rentals, Superdrag…. No obstante, se permiten también acercarse al postpunk en “Take”, al funk rock en “Best Laid Plans” o trabajar otras dinámicas mucho más reposadas, casi litúrgicas, como en “Mother, Pray for Me”, otro de sus grandes momentos. Con su intento de compresión de esa línea retorcida, The Beths transforman la fragilidad en energía compartida.















