DON GIL DE ALCALÁ en el Teatro de la Zarzuela
por Jorge Barraca
Don Gil de Alcalá, de Manuel Penella, adorna el ecuador la temporada de lírica 2021-22 del Teatro de la Zarzuela con un montaje de Emilio Sagi que se recupera de la Producción del Teatro Lírico de Oviedo de 2017.
Esta recuperación de la producción de Oviedo permite disfrutar de un Don Gil de Alcalá amable, en todos los sentidos. El director de escena (Emilio Sagi) y el escenógrafo (Daniel Bianco) despejan el espacio teatral y llevan a cabo los mínimos cambios visuales para contextualizar la acción de los protagonistas, los cuales también son dirigidos sin estridencias, con algo de estatismo, incluso. Hay presencia del coro, cuerpo de baile y comparsas, lógicamente, pero sus apariciones son manejadas de forma muy natural y sin ningún abigarramiento. Todo ello favorece que el espectador se centre en las bellas melodías de Penella y que los cantantes puedan dirigir sus esfuerzos a la emisión de un canto tan exigente en muchos momentos de la obra.
La parte de la orquesta y la batuta de Lucas Macías fue a la par con esa dirección escénica tan acertada. La Orquesta de la Comunidad de Madrid se compuso únicamente de la sección de cuerda, junto con el arpa, tal y como programó Penella, en una apuesta ciertamente arriesgada en su momento. Con todo, el foso sonó muy bien empastado y con dinámicas bien contrastadas en todos los momentos de esta suerte de ópera cómica. El coro acompañó de modo excelente, como siempre, bajo la ya veteranísima dirección de Antonio Fauró.
Respecto a los cantantes, el resultado fue muy bueno y bastante homogéneo, al menos para el primer reparto, que es el que aquí se reseña. Los protagonistas fundamentales, Niña Estrella y Don Gil, fueron encarnados por Sabina Puértolas y Celso Albelo. Son los que gozan de los momentos estelares de la partitura, pero también los más comprometidos. La soprano zaragozana -a dúo con la Maya, que cantó Carol García- ejecutó de forma memorable la celebérrima habanera (“Todas las mañanitas… canta y no llores”), que fue bisada por el entusiasmo del respetable en la función del 7 de mayo. También salió más que airosa en los instantes dramáticos (arranque de la obra, primera parte del Acto III) y en los más amables de los dúos, tríos y concertantes (Acto I). La voz tiene cuerpo y la artista goza de una enorme musicalidad, aunque es posible que su timbre no siempre sea el más adecuado para la parte de la huérfana mestiza. Celso Albelo es un magnífico tenor, con gran facilidad para el agudo, los filados y las medias voces, que es donde realmente se luce. Así, sacó muy buen partido de su primera escena con la soprano (“Detén tu alado paso… no temas, no…”) y sorteó muy bien las dramáticas, para las que su tesitura no es la ideal.
Entre los artistas secundarios, hay que destacar la estupenda dicción de Carlos Cosías, que permitió entender perfectamente todas las palabras de su papel y su gracia a la hora de actuar. Excelentes fueron las voces graves de David Sánchez para el Padre Magistral, de Simón Orfila para el Sargento Carrasquilla y, sobre todo, de Manuel Esteve para Don Diego, que exhibió un adecuado empaque para su papel, tan poco agradecido (en el sentido escénico, que no vocal).
En suma, este Don Gil ha sido lo más grato en lo que llevamos de temporada y ha hecho disfrutar al público con un espectáculo de muchísima calidad tanto en la escena, como en la dirección musical y las interpretaciones de los cantantes.