Discos
por Xavier Valiño
TINA TURNER: Private Dancer (40th Anniversary Edition) (Parlophone)
En enero de 1983, David Bowie estaba en Nueva York para firmar con EMI y alguien le preguntó qué planeaba hacer esa noche. Para sorpresa de quienes estaban allí, Bowie anunció que iba a ver a su cantante favorita, o sea, Tina Turner. Gracias a ese gesto de apoyo, el mánager de Turner recibió inesperadamente una solicitud de más de 60 entradas gratuitas para el concierto, todas para empleados del sello. Y ahí fue cuando se fraguó el contrato y el disco de regreso para una Turner que se encontraba poco menos que desahuciada y tocando en pequeños garitos que no hacían honor a su reputación.
Aquel disco, editado en 1984, acabó siendo Private Dancer, el que revivió su carrera y le permitió ser una estrella del rock en solitario, lejos de su maltratador marido Ike Turner, hasta que decidió retirarse en Suiza poco antes de fallecer. Pues bien, ese álbum se reedita ahora por su cuadragésimo aniversario, convertido en un quíntuple álbum más un disco Blu-Ray con un concierto.
Además del disco original remasterizado, aparecen otros dos con remezclas alargadas, tomas adaptadas para singles de sus grandes éxitos, caras B, inéditos como el potente “Hot for You Baby”, escrito por George Young y Harry Vanda (de The Easybeats), la recuperación de los dos temas que adelantaron su vuelta (“Ball of Confusion” con British Electronic Foundation -B.E.F.- y su versión de “Let’s Stay Together” de Al Green) o adaptaciones como la de “Total Control” de The Motels.
Los otros dos discos recogen una actuación hasta ahora (casi) inédita de agosto de 1984 en Chicago más el audio del concierto de la gira Private Dancer Tour en Birmingham ya conocido, donde muestra su poderío en escena, a medio camino entre el soul-funk-rock desatado que hacía en los 70 y su estatus de gran estrella para las masas de los 80. Este show acaba con la participación de David Bowie en “Tonight” y “Let’s Dance”, lo que tiene todo el sentido y cierra perfectamente el círculo.
MDOU MOCTAR: Tears of Injustice (Matador-Popstock!)
El año pasado, Mdou Moctar publicaba su sexto álbum, Funeral for Justice (Funeral por la justicia). En el single que le daba título, y que abría el disco, Mahamadou Souleymane, conocido artísticamente como Mdou Moctar, cantaba: “Retomen el control de sus países, ricos en recursos / Constrúyanlos y dejen de dormir”. Lógica su proclama teniendo en cuenta que este músico tuareg que tuvo que construir su primera guitarra artesanalmente con cables de bicicletas como cuerdas y que vio cómo sus primeras canciones se daban a conocer gracias al intercambio de tarjetas de teléfonos móviles por el Oeste de África.
La situación no ha cambiado, sino empeorado, en la zona en la que nació y conoce bien, después de que en julio de 2023 el gobierno democráticamente elegido de Níger fuera depuesto en un golpe militar, al que siguió la retirada de los franceses y el caos y la incertidumbre. Por ello ese nuevo disco sonaba más fuerte, más urgente, más feroz, más eléctrico, con los amplificadores al 11, como en aquellas bodas tradicionales donde se curtió cuando empezaba, y con unos textos apasionadamente políticos.
Pues bien, pocos meses después el cuarteto publica su reverso, Tears of Injustice (Lágrimas de injusticia), en el que recrean las ocho canciones de su trabajo anterior con instrumentación acústica, salvo el interludio “Djallo #1” que aquí desaparece. Siguen apelando al país que los abandonó en “Oh France” (“Francia vela sus acciones con crueldad / Estamos mejor sin esta relación turbulenta / Debemos entender sus interminables juegos letales”), recogen la complicada situación del pueblo tuareg que se extiende por Níger, Mali y Argelia en “Sousoume Tamacheq” (“Oprimidos en los tres / Además de la falta de unidad / La ignorancia es el tercer problema”) o hacen un llamamiento a su pueblo para preservar la lengua tamasheq, que corre el riesgo de desaparecer, en “Imouhar”. Y no por bajar las revoluciones o la electricidad se pierde la intensidad del mensaje, aquí reforzado si cabe por sonar más cercanos a la tradición de sus ancestros.
THE TUBS: Cotton Crown (Trouble in Mind-Popstock!)
El propio grupo no esconde una parte del origen de este disco, cuando en la portada coloca una imagen de la madre del vocalista Owen Williams, la cantante folk Charlotte Greig, amamantándolo. No lo hace en cualquier lugar, sino en un cementerio, y puede que fuese premonitorio: Greig se suicidó hace ahora once años. Entre sus interpretaciones más recordadas se encuentra una versión en clave folk del tema “Cotton Crown”, de Sonic Youth, que aparecía en su álbum Sister de 1987. Elegido apropiadamente, Cotton Crown es el título del segundo álbum de la banda de su hijo, los galeses asentados en Londres The Tubs.
Podría pensarse que aquel hecho luctuoso marca todo la parte lírica de este trabajo, y no es así, ya que Williams parece también preocupado por el abandono por parte de una ex, lo que le lleva a consumir drogas, sumirse en el autodesprecio y hablar de psicosis amorosa, el comportamiento antisocial de los que sufren algún trastorno mental, aunque sea transitorio, y las humillaciones que atraviesan algunos músicos en Londres mientras intentan sobrevivir y tener un mínimo reconocimiento.
No debería caer tanto en el victimismo, porque The Tubs ya tuvieron cierta repercusión con su debut, Dead Meat (2023), que los situaba entre las bandas de rock que despuntaron con este siglo (Arctic Monkes, The Strokes, The Libertines) y parte de los grupos norteamericanos de finales de los 80 y principios de los 90 con querencia por las melodías redondas (Buffalo Tom, The Lemonheads, Guided by Voices, The Replacements).
Este nuevo álbum amplía un tanto las coordenadas, con referencia más claras que en su anterior entrega como The Smiths (especialmente en las guitarras del instrumentista George Nicholls en canciones como “Narcissist” o “Embarrassing”), The Housemartins o The Jam, y canciones inapelables como “Freak Mode”. Y, también los Hüsker Dü de Flip Your Wig en momentos de punk melódico como “One More Day” o “Chain Reaction”. Es, por tanto, un disco con esa combinación ganadora en el que las melodías radiantes de jangle-pop conviven con esos textos desoladores de Williams, de una tesitura vocal similar a la de un joven Richard Thompson o un Lou Barlow menos airado.
NEIL YOUNG: Ocean Countryside (The Other Shoe Productions/Reprise-Warner)
No es cuestión de referirse una vez más a la incontinencia mostrada por Neil Young en los últimos años editando disco tras disco. Además de sus Archivos, disponibles en su página web y en los que se supone contiene todo -o casi- lo que ha registrado en vida, sigue lanzando nuevos álbumes o recuperando otros que grabó en su momento y no publicó entonces.
Ese es el caso de Ocean Countryside, uno de los supuestos álbumes perdidos de Young, que fue grabado entre mayo y diciembre de 1977. A partir de aquí, llega el embrollo: para empezar, tiene el mismo título que el cuarto disco de Archives Vol III del año pasado. Si bien son similares, no son exactamente iguales. Las versiones de las canciones “Captain Kennedy”, “Lost in Space” y “The Old Homestead” son las que se incluyeron en Hawks and Doves (1980), mientras que “Human Highway”, “It Might Have Been”, “Sail Away”, “Goin’ Back” y “Pocohontas” son, en realidad, las mismas que las recogidas en Archives Vol III. Por su parte, “Field of Opportunity” y “Dance Dance Dance” son ligeramente diferentes a las versiones de Archives Vol III, ya que aquí Young hace los coros, en lugar de su pareja de entonces, Nicolette Larson.
Para apoyar su lanzamiento, Young asegura que se trata de las mezclas originales y en el orden que estaba pensado para editar en su momento. No hay, por tanto, ninguna novedad reseñable o inédito que descubrir por primera vez. Son canciones conocidas con anterioridad, aunque presentadas en otro orden o con alguna remezcla distinta, con lo que su interés es limitado o casi exclusivamente para coleccionistas de la integral del canadiense. Eso sí: si se hubiera publicado en su momento, en 1977, estaría hoy considerado como uno de sus grandes álbumes.
SLY & THE FAMILY STONE: Sly Lives! (Aka The Burden of Black Genius) (Epic-Sony)
Se hace difícil apartar la mirada de la pantalla cuando por fin Sly Stone hace su aparición en los últimos minutos del documental centrado en su vida y su música recién estrenado por la plataforma Hulu / Disney +. Él es el gran ausente durante las casi dos horas de la cinta dirigida por Ahmir Thompson, más conocido como Questlove (y, también, como batería de The Roots), quien se estrenó con el documental multipremiado Summer of Soul. Stone, quien en los últimos años ha vivido en una caravana, aparece en fotos familiares, prácticamente irreconocible.
Todos lo profesan admiración, como el film recoge perfectamente. Y, por ello, no es extraño que se aproveche el estreno del largometraje para editar un nuevo recopilatorio, en este caso con algunas de las mejores canciones de la formación multicultural y de ambos géneros que fundó a finales de los 60, un híbrido de soul, funk, rock, doo-woop, blues y psicodelia que ha venido sirviendo de inspiración para numerosos artistas desde entonces. “Sin él no hubiera existido Prince, por ejemplo”, se escucha decir en la cinta, y no hay más que darle la razón a quien así lo expone.
El recopilatorio se centra en los siete álbumes que el combo publicó entre 1968 y 1974, antes de que el efecto del consumo de drogas se adueñase de la mente y el cuerpo de Stone y el nivel de sus composiciones empezase a resentirse. Las novedades son limitadas, y se reducen a alguna primera toma, a las ediciones más breves elegidas para singles en su momento o tres mezclas nuevas hechas ahora del director del film. En cualquier modo, bienvenido sea si sirve para que alguien lo descubra e indague más en su música a raíz del mencionado documental de Questlove.
BASIA BULAT: Basia’s Palace (Secret City-Music as Usual)
Viene explicando la canadiense Basia Bulat que su nuevo álbum surge marcado por una circunstancia familiar: tuvo que mudar la hora de composición de sus canciones al medio de la noche, ya que tiene dos hijas pequeñas y es el único momento del día en el que encontraba la suficiente calma para ponerse con ello. Además, ha trabajado más con sintetizadores buscando una atmósfera onírica, como de duermevela, en lugar de recuperar el tono más folk de alguno de sus anteriores trabajos. Asegura también que estas nueve canciones se inspiran en la “herencia polaca de Bulat y su identidad como madre y artista”.
El álbum se siente como un viaje a través del tiempo acompañado de recuerdos personales, con canciones que suenan nostálgicas y actuales al mismo tiempo. “Baby” cuenta con guitarras funk para transformar la vulnerabilidad en una elegante melodía bailable mientras que “Disco Polo” se revela como un homenaje a su difunto padre y a sus raíces polacas, no muy distante de la obra de St. Etienne. Si en “My Angel” canta sobre el amor a primera vista en una pieza de pop canónica, “Right Now” puede representar los momentos más tranquilos y reflexivos.
Nunca deja de lado su actitud positiva, poniendo siempre a disposición de esa sentimiento su agradable voz y arreglos sutiles que nunca rompen una escucha agradable, sin sorpresas. Sin embargo, el disco no consigue esa homogeneidad pretendida, dejándose llevar por distintos ritmos y con diversa inspiración, entre la vigilia y el sueño, entre el pasado y el presente, entre lo experimental y lo accesible, buscando un lugar intermedio donde se encuentra -demasiado- cómoda.