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Antonio Mª Lecuona, pionero del costumbrismo vasco

por Alberto López Echevarrieta

Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 28 de abril al 8 de junio de 2015

Coincidiendo con la presentación de la donación del cuadro “Costumbres vascongadas”, el Museo de Bellas Artes de Bilbao ha montado una exposición con obra del autor, Antonio María Lecuona, un pintor fundamental a la hora de comprender la deriva argumental de los artistas plásticos vascos de entresiglos. No fue el primero del siglo XIX, ni posiblemente el más dotado técnicamente de entre los de su generación, pero fue el pionero en el desarrollo del costumbrismo vasco en pintura y en la transmisión que de este bagaje hizo a sus numerosos discípulos que adaptaron los temas del maestro a nuevos conceptos plásticos. Hablo de Durrio, Guinea, Alcalá Galiano,  Guiard, Losada, los Arrúe y Maeztu.

El pintor

LECUONA Autorretrato 1873 -  copiaAntonio María de Lecuona y Echániz (Tolosa, Gipuzkoa, 1831- Ondárroa, Bizkaia, 1907) se inició en la pintura en Pamplona de la mano de Cosme Duñabeitia cuando apenas era un niño. A los 16 años pasó a estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, y tres años más tarde consiguió por oposición la plaza de dibujante científico en el Museo de Ciencias Naturales de la capital, instalando su estudio en Puerta de los Moros.

En 1860 obtuvo una mención honorífica en la Exposición Nacional de Bellas Artes con “Costumbres vascongadas” (111,3 x 168,2 cms.), un óleo sobre lienzo considerado como la obra fundamental de un costumbrismo pictórico vasco de entidad. Este cuadro -estrella de la presente muestra-, es deudor de los esquemas de la “Fiesta aldeana” (1650) de David Teniers II, un pintor amberino que cautivó a Lecuona cuando lo descubrió en una visita al Museo del Prado, de Madrid, y que ahora se puede ver en Bilbao enriqueciendo su obra global.

El pintor guipuzcoano tomó nota de cómo su colega flamenco había distribuido a sus personajes en distintos planos de este cuadro: Algunos grupos de bebedores en los extremos, baile en el centro y reparto de viandas a la derecha. Lo aplicó en su obra y el resultado es esta magnífica obra que ha sido donada recientemente a la pinacoteca bilbaína.

LECUONA Una limosna - copiaA partir de esa distinción nacional comenzó la interesante carrera pictórica de Lecuona que le proporcionó gran fama y renombre. Los galardones logrados con sus cuadros “Romería en Guipuzcoa” y “La limosna”, que inspiró a Antonio de Trueba el poema “Paisaje” del “Libro de las montañas”, le sirvieron para afianzarle en aquel convulso mundo agitado por la guerra carlista. Su pintura era buena y gustaba.

Se especializó en temática popular dejándonos obras tan interesantes como “Vista de Abando y los Astilleros de Arana” (41,5 x 55 cms.), un óleo sobre lienzo que representa a la bilbaína iglesia de San Vicente  y los astilleros que poseía la familia de Sabino Arana, fundador del nacionalismo vasco, así como los bebedores de txakolí, una vieja asando castañas y una joven haciendo calceta. Uno de los cuadros que más fama le dio fue  el retrato de San Ignacio de Loyola, herido en Pamplona, en el que la figura del cirujano es el retrato de Unamuno.

La magia de un vecindario

Por cierto, hay una circunstancia curiosa que relaciona a Lecuona con el autor de “Paz en la guerra”: Es sabido que don Miguel, además de escribir, dibujaba muy bien. La afición se la inculcó el pintor guipuzcoano, cuando, tras renunciar a su cargo en el Museo de Ciencias Naturales y regresar al País Vasco, abrió una academia de pintura, en la bilbaína calle de la Cruz número 7 quinto piso, en la misma casa donde viviera Unamuno. Éste, de niño, subía al estudio del pintor para admirar su arte y aprender la esencia del dibujo.

Leo en “Recuerdos de niñez y mocedad” (Unamuno, 1908): “El estudio de Lecuona estaba en el piso más alto, especie de buhardilla, de la casa misma en que yo he vivido en Bilbao desde la edad de un año hasta la de veintisiete. Allí es donde aprendimos los rudimentos del dibujo y aun de la pintura los más de los bilbaínos de mi tiempo que los hemos cultivado, poco o mucho, ya como aficionados, ya como profesionales”.

LECUONA ElBrindis 1864 -  copiaPasado un tiempo, Telesforo de Aranzadi, primo de don Miguel y vecino de la misma escalera, ocupó el puesto dejado por Lecuona en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Hoy, el apellido de este notable científico en Antropología, Botánica y Zoología da nombre a una eminente sociedad de investigación relacionada últimamente con la localización de los restos mortales de Cervantes. Precisamente en ese estudio del Casco Viejo bilbaíno, y como consecuencia del incendio que se declaró el 13 de enero de 1877, se destruyeron varias de sus obras más logradas, como “La limosna”, “La bendición de la mesa” y “La niña de la calceta”, quedando afectadas otras, como “La romería”.

Interés iconográfico

La aureola que su expediente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando le proporcionó a Lecuona le sirvió para pasar a ser pintor de Cámara de la corte carlista a cuyo monarca trató de perpetuar, en 1875, jurando, a la sombra del Árbol de Gernika, como Señor de Bizkaia. El enorme lienzo fue quemado públicamente en la Villa foral vasca, dos años más tarde, al ser conquistada por las tropas isabelinas.

Antonio María Lecuona fue profesor de gran parte de los buenos artistas de las dos generaciones siguientes y pintor que se establecieron a orillas del Nervión. Su obra tiene un gran interés iconográfico patente en “Entrática en Las Huelgas” (136 x 176 cms.), un óleo sobre lienzo que refleja la entrada de María Visitación, su hija mayor, en el monasterio burgalés, y en el que aparecen relevantes personajes bilbaínos de finales del siglo XIX.

Murió en 1907 en la localidad costera de Ondárroa dejando una brillante estela de discípulos y importante obra, parte de la cual puede verse en el Bellas Artes de Bilbao.