Miguel Sánchez Gatell: «La lucidez del número»
por Alberto García-Teresa
Bartleby, 2014. 76 páginas
Tras 17 años de silencio, Miguel Sánchez Gatell presenta un cohesionado poemario muy amargo, angustioso en sus resonancias, enunciado con una voz poderosa, llena de intensidad, y un lenguaje rico. Cuando «sobrevivir tiene los huesos rotos», la mirada al presente (observado con distancia) sólo puede reportar dolor e inquietud. Sánchez Gatell explora la composición de ese desastre, las implicaciones de los mitos ideológicos en ello («fue el relato, no el mundo, lo que nos trajo aquí») con cierto tono antiautoritario, atravesado igualmente por el desencanto («si hubiera otro mundo posible / ya habríamos celebrado en él la mediocridad del metal»). Se constata, además, la presencia y el eco continuos de la guerra.
El autor, en la segunda parte del volumen, realiza un repaso crítico de la Historia reciente sin alusiones claras, sin referentes explícitos. Esto le permite interpretarla como proceso, antes que como sucesión de hechos concretos. En ello, deja patente el dominio del miedo, la complicidad del silencio en la ocultación de la realidad y en la construcción de los supuestos acuerdos en los que vivimos.
De esta forma, deja constancia de la desolación, de un mundo en decadencia. Traza un lamento por lo perdido, por la constatación de que no existe salvación. Así, encuentra únicamente en la soledad, en la individualidad, una vía de escape ante la inminencia del desastre. De ahí la pérdida de entusiasmo, de vigor en lo sentido. El amor, al respecto, se diluye y es apagado por la desilusión.
Frente a ello, se aferra a las certezas para encarar la angustia de la incertidumbre. «Dudar ha muerto», afirma. Consciente, aun así, de la necesidad del autoengaño («yo no veo; yo creo»), no por ello deja de aspirar a la seguridad de lo cerrado, de lo completo. En ese sentido, con ese abordaje, principalmente en la primera mitad de la obra, Sánchez Gatell revela un planteamiento esencialmente conservador de la vida, que se agudiza en los momentos de tensión o de crisis como el actual en el cual se encuentra sumido el «yo» poético. La perfección de los números, en ese sentido, aparece como un elemento salvador. Son también puntos de arranque de reflexiones filosóficas, sociológicas y hasta cosmogónicas. Su presencia, fundamental en las primeras piezas del poemario, aunque se va relegando conforme se suceden las páginas, manifiesta esa necesidad de anclajes ante el devenir. Con todo, el anhelo de perfección, de seguridad, atraviesa por completo la obra.
En definitiva, Miguel Sánchez Gatell ofrece un conjunto de piezas regidas por el dolor producto de la memoria, de la aseveración de la catástrofe, de la desesperanza y de los sueños no cumplidos. Eludir la duda y afirmar la superioridad de la certeza conforman el esqueleto con el cual se levanta este interesante poemario.