David Refoyo: «amor.txt»
por Alberto García-Teresa
La Bella Varsovia, Córdoba, 2014. 52 páginas
Si el primer poemario de David Refoyo, Odio, se vertebraba con el desmontaje de la omnipresencia de la publicidad, con la reproducción irónica de su poder de seducción y de la creación que realiza de una falsa realidad, su segundo libro de poesía, amor.txt, analiza, en ese mismo marco, cómo afecta ese contexto a las relaciones humanas.
Si bien entonces utilizaba el collage, sobre todo, o la incorporación de eslóganes publicitarios y elementos no poéticos, en esta ocasión el autor también experimenta con la constitución y la estructura del poema. En efecto, amor.txt se trata de un único poema de casi 900 versos que se presentan como fogonazos, como brevísimas estampas recogidas en uno o dos versos, que se suceden con rotundidad. Las primeras palabras constatan los parámetros en los que se va a mover la obra: “Las líneas de alta tensión atraviesan los campos”. En ese primer verso, Refoyo refleja cómo ha sido alterado el entorno, cómo la naturaleza posee una nueva configuración debido a la acción del ser humano y la presencia de lo tecnológico, que supondrá la fuerza motriz del libro. Desde esa constatación, sentencia: “La era de la comunicación no garantiza el contacto”. Ese es, en definitiva, el eje del volumen; una crítica a la deshumanización de la sociedad contemporánea.
La obra se halla repleta de referentes contemporáneos, especialmente de alusiones al mundo tecnológico, pero también nombres propios de marcas comerciales, del ámbito deportivo o de la cultura popular. Con ellas, construye el escritor un contexto explícito al mismo tiempo que funcionan como guiños al lector, buscando su reconocimiento y su complicidad, y logra reformular viejos temas: “La velocidad es un concepto antiguo / comparada con la navegación del ADSL / o la seguridad de llevarte al lado”. Sobre ellas, Refoyo despliega una continua ironía, que también genera complicidad igualmente, y busca crear desconcierto, sorpresa, frescura, quiebro en el discurso cuando se mueve en un registro más sentimental o lanzar anclajes cuando desarrolla reflexiones más existenciales. De esta forma, el poeta delimita el marco y profundiza, poco a poco, en la relación amorosa del “yo” y su pareja.
Expresa, entonces, la pérdida de las relaciones personales, del contacto cercano, a favor de vínculos virtuales, etéreos, superficiales (significativamente, por ejemplo, lo pone de manifiesto a través de estos símbolos: “Hemos perdido el tendero del barrio / pero tenemos Whatsapp”). Señala cómo el consumo se ha convertido en el mediador de las relaciones personales; lo que las hace posible. Así, crítica la inmediatez, los impulsos compulsivos alentados por la sociedad de consumo de satisfacción urgente, la obsesión por la novedad y la mutación continua. Denuncia el presentismo que impulsa el capitalismo, el rechazo a la memoria y a la Historia, y el encumbramiento del “yo” como ser superior (como el resto de “yoes”) mediante el hedonismo, el individualismo y la falsa adulación como mecanismo de seducción comercial. También la mercantilización de todo y la construcción de una realidad ficticia a través de la publicidad a la cual aspiramos (que constituye la columna vertebral de Odio). Con todo ello, se ha consolidado una vida falsa, basada en la apariencia, en lo fugaz, que se apoya en las fascinación por lo último (“El precio de este sol ficticio / luz blanca y directa que se cuela por un / retrovisor / donde no buscamos ningún significado”).
Frente a ello, el amor se manifiesta como un imposible deseo de evasión (“no alcanzamos la velocidad requerida / para despegar y volvimos a la tierra”); una huida que se hace física. Resulta, en cualquier caso, refugio porque desobedece ese ritmo acelerado de nuestra sociedad.
Por otra parte, señala la precariedad laboral existente: “Juntamos las piezas: / un nuevo Tetris cerebral, / contratos temporales / y otro plazo de la hipoteca”. Constata con amargura del triunfo del capitalismo, de la crisis económica y de las políticas que lo generaron. Finalmente, indica cómo se ha ligado formalmente la democracia al capitalismo de consumo.
Sin embargo, en el tramo final del volumen, el autor parece llevado por el afán de mera acumulación de referencias, sustentándola con ecos de automatismo. A pesar de ello, Refoyo sabe cerrar el poema aportando una lectura global del presente, y que afirma con tristeza la distancia insalvable entre la vida física y la vida virtual que nos domina: “Alcanzamos la totalidad a través de la pantalla, / la única realidad posible para esta generación audiovisual / que somos”.
En definitiva, amor.txt resulta una buena obra, que continúa la plasmación crítica del presente que lleva a cabo David Refoyo incorporando los referentes contemporáneos. Así, arroja una denuncia muy severa de nuestro mundo al centrarse en cómo se construyen nuestros vínculos, a qué obedecen y cómo se ha transformado, deshumanizándose, la necesidad de contacto, de comunicación, de socialización en nuestros días.