Mikel Díez Alaba: “Transitando un tiempo”
por Alberto López Echevarrieta
Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 24 de enero al 28 de abril de 2014
Treinta y tres obras recientes componen la exposición “Mikel Díez Alaba: Transitando un tiempo” que ha inaugurado el Museo de Bellas Artes de Bilbao con el patrocinio de la Fundación BBK. Son paisajes abstractos en formatos de diferentes tamaños que poseen una gran riqueza cromática. La muestra se encuadra en un ciclo organizado por la citada pinacoteca que revisa la obra de los autores vascos nacidos en la década de los años 40 y se dieron a conocer en la de los 70, una generación de artistas muy interesante a la que no se le ha prestado la debida atención.
Mikel Díez Alaba (Bilbao, 1947) es uno de sus representantes más destacados. Su obra ha evolucionado de una manera muy coherente: De sus primeros trabajos figurativos, críticos, pasó a una etapa dedicada a paisajes urbanos que luego derivó en un formalismo con referencia a la naturaleza, el paisaje luminoso del Mediterráneo y finalmente el toque oriental de sus últimos acrílicos.
Bacon, el gran descubrimiento
“Nací muy cerca de este museo, ha dicho Díez Alaba en la presentación de la muestra. Pasaba cuatro veces al día junto a estos venerables muros camino del colegio. Nunca imaginé que llegaría la fecha en que mis trabajos colgarían de estas paredes”. Con cierta emoción, el artista ha recordado sus comienzos, cuando, indeciso, vagaba por las aulas de Arquitectura y Náutica hasta que una escuela especializada le abrió los ojos al arte y un profesor, el pintor valenciano Alfonso Ramil, vio en él la fuerza creativa de un futuro gran creador.
Formado en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, conoció un período de enorme inquietud al tomar contacto con los grandes de la pintura en el Museo del Prado donde pasó muchas horas admirando a Goya. Fue determinante el descubrimiento de Francis Bacon cuya línea decidió seguir a través de una carrera que empezó con exposiciones comunes, unas veces como “Grupo Forma”, junto a Ramón Díaz Padilla, Francisco Molinero Ayala y Joaquín R. Secall, y otras con Sol Panera, Fernando Mirantes y Juan Garro. Su gran momento llegó al ser becado por la Fundación March para estudiar en París. Antonio López, Eduardo Chillida y Lucio Muñoz formaron aquel jurado que vio en Mikel algo más que una firme promesa.
En la capital francesa se relacionó con el mundo del cine llevado por el recuerdo de aquellos típicos programas dobles que presenciaba en Bilbao junto a su abuelo cuando era un niño. Sus obras de aquella época acusan una influencia cinematográfica, siendo el óleo sobre lienzo “Sin título” (1975) que posee el Bellas Artes una buena prueba de ello. Los críticos de arte se fijaban en aquel artista que a sus cuarenta años exponía en solitario en la capital vizcaína.
Evolucionando en el tiempo
“Y desde entonces no he parado de pintar. Los trabajos que ahora muestro me han ocupado los últimos dos años y son el reflejo de esta evolución. ‘Transitando en el tiempo’, el título que le he dado, hace referencia a ese espacio que ha ocupado la obra en mi vida. Un tiempo en el que han ocurrido muchas cosas y que yo intento transmitir a los espectadores”, dice.
La exposición consta de 33 obras entre las que destaca una pieza mural compuesta por 144 pinturas de reducidas dimensiones. “Mínimos” les llamo yo, apunta el artista. Esta colección de piezas pequeñas está motivada porque, al vivir tiempos difíciles, pensé que con poco debía hacer mucho, que se podía organizar una exposición con un simple taco de folios y eso sin la obligación que siempre supone trabajar con un lienzo de gran tamaño”.
Oteiza, el gran maestro
Díez Alaba habla con veneración de Jorge Oteiza al decir que “me ha atraído siempre el laboratorio de tizas de este artista, un hombre al que admiré en su espíritu porque me ayudó muchísimo a entender las cosas que pasan en este país. Pensé que a su manera éste era un laboratorio en el que yo podía experimentar de la forma más pequeña, donde podía olvidarme del universo circundante, porque el espacio mínimo me obligaba a una concentración extraordinaria”.
La muestra que ahora presenta en el Bellas Artes de Bilbao se compone de paisajes, algunos de los cuales con reminiscencias del Lejano Oriente pues poseen una clara tendencia por las formas china y japonesa que nos introduce en un universo onírico e ilusorio. Sin olvidar a las vanguardias, Díez Alaba aborda las formas de la crítica social británica de los años 30, el expresionismo y el informalismo. Hay en sus pinturas motivos para reflexionar e indagar.
“Cuando me planteé esta exposición vi varias posibilidades de cómo utilizar un espacio y al final llegué al convencimiento de que lo que podía resultar más fácil era que reuniera todos los elementos de dentro del lugar, no elementos de otro tiempo ni disonantes”.
A decir de Juan Viar, director de la pinacoteca vasca, “en un principio, los paisajes de Díez Alaba parecían remedos del paisaje romántico alemán, pero pronto cobraron un carácter más surrealista y su factura se hizo más oriental, basada en gestos amplios y controlados, que, sin ocultar su carácter caligráfico, tenían una intención descriptiva”.
La exposición “Mikel Díez Alaba: Transitando un tiempo” tiene un interés añadido, ya que no está circunscrita a una sala, sino que su espíritu se propaga y dialoga con obras de la colección del propio museo, como la ya citada “Sin título” (1975), “Bimiraida” (1984) y “Pintura 1985” (1985), que honran las salas de Arte Contemporáneo junto a trabajos de Rafael Ruiz Balerdi y José Antonio Sistiaga. Su impronta rítmica se deja sentir también en el pasillo que une el edificio moderno con el antiguo del Museo para finalizar en el exterior donde se puede ver un prisma triangular recto con claras referencias orientales.