Ainhoa Arteta es “Adriana Lecouvreur”
por Alberto López Echevarrieta
Palacio Euskalduna de Bilbao, 18, 21, 24 y 27 de enero de 2014, a las 20 horas
“Adriana Lecouvreur” une por primera vez los nombres de Ainhoa Arteta e Igor Yebra en las representaciones dispuestas por ABAO (Asociación Bilbaina de Amigos de la Ópera) para el presente mes de enero con producción del Teatro San Carlo di Napoli. La soprano vasca incorpora a la protagonista y el bailarín bilbaíno se encarga de la coreografía. Son dos bazas importantes que a buen seguro sirven para realzar aún más la extraordinaria partitura de Francesco Cilea.
El autor
Francesco Cilea (Calabria, 1866- Liguria, 1950) compuso su primera ópera a la temprana edad de 23 años. “Gina”, tal era su título, ya apuntaba maneras en aquel inquieto muchacho que, durante su estancia en el Conservatorio de Nápoles donde se formó musicalmente, parecía comerse el mundo. No tardaría en dar a conocer “Tilda” que estrenó en Florencia, si bien el reconocimiento de la crítica y el público le llegó más tarde, cuando estrenó en el Lírico de Milán “L’arlesiana”, basada en un texto de Alphonde Daudet que ya había tentado a Bizet.
A pesar de que el calabrés entró en el mundo de la lírica con una fuerza irresistible, su producción operística fue muy reducida, ya que sólo compuso seis obras de las cuales sólo “Adriana Lecouvreur” puede ser considerada un definitivo éxito. Al parecer, su trabajo como maestro y administrador en Florencia y Palermo, y los veinte años que pasó como director del Conservatorio de Nápoles, le ocupó demasiado tiempo. Cilea, es, por decirlo de alguna forma, un compositor de sólo un triunfo escénico.
La obra
“Adriana Lecouvreur” es una ópera en cuatro actos compuesta en 1902 con libreto de Arturo Colautti basado a su vez en el drama homónimo de Eugène Scribe y Ernest Legouvé. Collauti fue un personaje sumamente curioso. Nacido en Dalmacia, ejerció el periodismo desde los 17 años. Era ya un joven muy crítico en sus planteamientos políticos, lo que le llevó a múltiples enfrentamientos que acabaron por motivar su exilio. Buscó refugio en Italia, primero en Padua y luego en Milán, donde siguió escribiendo crónicas que se distinguían por la bravura de unas exposiciones que apoyaban siempre a los irredentistas dálmatas. Llegó a ser crítico militar del prestigioso “Corriere della Sera” durante la guerra ruso-japonesa. Sus escritos fueron siempre objeto de polémica.
Pese a su fama de combativo hombre de letras, Colautti escribió poemas, novelas y obras de teatro especialmente los libretos de tres óperas: “Fedora” de Umberto Giordano, “Doña Flor” de Niccolo van Westerhout, y “Adriana Lecouvreur”.
En la ópera que nos ocupa sitúa su acción en 1730 y arranca en el foyer de la Comédie Française, en París, donde se van a representar “Bajazet” de Racine, y “Verliebter Wahnsinn” (Locura de amor) de Regnard. Estamos pues ante un asunto que constituye todo un homenaje a las artes escénicas. Teatro dentro del teatro a través de intrigas, situaciones cómicas y, cómo no, tragedias.
Desde un punto de vista musical, “Adriana…” tiene momentos de gran belleza y sólo en el primero de los actos escuchamos dos arias sobresalientes: “Io son l’umile ancella” (Soy una humilde dondella) que canta la protagonista, y “La dolcissima effigie sorridente” (La dulcísima cara sonriente) en la voz de Maurizio. Por cierto que en el estreno de la obra el 6 de noviembre de 1902 en el Teatro Lírico de Milán esos dos papeles estuvieron encarnados por Angelica Pandolfini y Enrico Caruso respectivamente.
La producción actual
La versión que se ofrece en Bilbao es una producción del Teatro San Carlo di Napoli con la soprano vasca Ainhoa Arteta incorporando a Adriana y el tenor portugués Bruno Ribeiro como Maurizio. En otros papeles están Luciana D’Intino (princesa de Bouillon), Luca Salsi (Michonnet), Stefano Palatchi (príncipe de Bouillon), Francisco Vas (abate), Marta Ubieta (señorita Jouvenot), Nuria Lorenzo (señorita Dangeville), Miguel Ángel Arias (Quinaut) y Manuel de Diego (Poisson).
Interviene la Orquesta Sinfónica de Bilbao y el Coro de Ópera de Bilbao dirigidos por Fabrizio Craminati. Lorenzo Mariani es el director de escena. Otro atractivo de las presentes representaciones radica en la coreografía que está a cargo del prestigioso bailarín bilbaíno Igor Yebra, estrella indiscutible de los Teatros Bolshoi y Kirov.