Marta Sanz: «Vintage»
por Alberto García-Teresa
Bartleby, 2013.104 páginas
Marta Sanz se ha ido consolidando como una hábil escritora, con excepcionales dotes para la narración. Sin embargo, paralelamente, de manera casi subterránea, eclipsada un tanto por los éxitos de crítica y de público de sus novelas, Sanz –autora asimismo de esa relevante Metalingüísticos y sentimentales. Antología de la poesía española (1966-2000), que realmente rompió una tendencia endogámica, plataformista y autocomplaciente de las antologías de poesía española contemporánea con aspiración canónica de las últimas décadas– ha aportado varios conjuntos de poemas que deben ser tenidos en cuenta.
A pesar de resultar un poemario menos homogéneo en cuanto a tono que su predecesor (el volumen doble Perra mentirosa / Hardcore), este Vintage está extraordinariamente armado. La poeta ha sabido integrar las distintas líneas de fuerza de la obra, y las piezas se van encadenando mediante la utilización de referentes comunes, en una especie de anadiplosis conceptual. Así, logra una notable fluidez: los poemas se dan la mano y nos desplazan a lo largo de un trayecto contundente, amargo y, por momentos, desolador. Además, se basan en el encadenamiento de escenas (más que de imágenes) con gran contenido elíptico y alto poder de evocación, que dejan bastante espacio al lector.
Frente a esos dos poemarios anteriores, Sanz emplea en esta ocasión un registro más discursivo en estos poemas de versos breves (y dos textos de prosa lírica de mediana extensión, que son, además, las únicas composiciones que incorporan un título). Aun así, recupera la violencia de las imágenes de esas obras previas de manera puntual. Sin embargo, lo más destacado es que esa violencia se reconduce hacia el dolor, hacia el miedo a la pérdida, que podría considerarse el espectro común en el cual se ubican estas piezas.
Uno de los ejes del libro es la constancia del paso del tiempo y de sus efectos materiales: la degradación del cuerpo humano y la conciencia de la finitud y de la vulnerabilidad. La enfermedad, al respecto, ocupa un lugar central. No en vano, la autora considera ese cuerpo «corteza de muerto», con lo que se pone de manifiesto la prevalencia de la muerte sobre la vida.
La memoria constituye otro de dichos ejes. Aparece como un elemento doloroso, que rasga la placidez y la seguridad fabricada como escudo frente a ella. La tensión entre la experiencia imborrable y la tentación de olvidar (el olvido también se percibe como un herida en el momento del desprendimiento del recuerdo), de recomenzar la vida para eludir ese sufrimiento (y la responsabilidad de lo pasado) constituye, en definitiva, una de las direcciones que orientan el poemario. En ese sentido, el olvido se presenta, en primera instancia, como algo negativo, pero se empatiza con él y se comprende la necesidad de recurrir a él según se van tejiendo los poemas.
Brota entonces la pulsión del deseo y del placer, impulso irremediable de la vida, opuesto al dolor y a la muerte (pero intensificados precisamente por la existencia de estos). El instinto de rebeldía surge de manera irrefrenable. Al respecto, hay que destacar la perspectiva femenina y feminista de algunos poemas, que se alzan contra la sumisión y contra un sistema de dominación. Se enuncian desde una primera persona del singular que sirve, sin embargo, de representación; que es individualización, no personificación.
Por su parte, en los versos figuran esporádicamente guiños y referencias históricas y eruditas de manera sutil. No buscan dirigir el sentido del poema sino completarlo, más como pauta para la autora que como búsqueda del reconocimiento cómplice del lector.
Se cuela también la reflexión metapoética, que resulta muy interesante para comprender la propuesta literaria de esta escritora, autora fundamentalmente de narrativa.
En definitiva, el detenimiento en los aspectos dolorosos, turbios, en «las manchas negras de los espejos», supone una reafirmación en la intención de desmontar la realidad construida como una superficie sin aristas, bella y armónica; pura apariencia que oculta lo que distorsiona su imagen fabricada de dicha absoluta. Así, memoria, dolor y muerte constituyen los pilares de esta inclemente propuesta poética; dura y original.