«Don Pasquale». Muti al frente
por Jorge Barraca
Con una escenografía convencional, sencilla y efectiva, el Don Pasquale ofrecido por el Teatro Real tenía el gran atractivo de suponer el retorno de Riccardo Muti al foso del coliseo madrileño. Unos cantantes solventes, una orquesta juvenil, pero flexible y de calidad y un movimiento escénico amable favorecieron la buena recepción de la popular ópera de Donizetti.
Una gran tarima colocada en el centro del escenario es el marco donde se mueven los personajes de la obra, a los que vemos antes de su actuación sentados a ambos lados de este rectángulo. Cuando suben a esta tarima comienzan a comportarse de acuerdo con su papel (criado, galán enamorado, doctor que trama el embuste, etc.) y cuando salen de ella tornan a ser los artistas a la espera de su siguiente intervención. Andrea De Rosa ha sido el responsable de esta ida que lleva a contemplar la obra y los personajes con el distanciamiento que se desea, a considerarlos a todos como los eternos personajes de la commedia dell’arte; y, así, las angustias de Ernesto, las bromas de Malatesta, las bofetanas de Norina o las penas de Don Pasquale ya no pueden tomarse en serio. No obstante, De Rosa consigue un magnífico efecto final cuando vemos a Don Pasquale desmaquillándose mientras escucha de fondo y con escepticismo la supuesta moraleja de la página.
Muti está en estos pentagramas como pez en el agua. La sabiduría que ha atesorado durante tantos años de carrera, además de su sensibilidad de artista y su habilidad directorial llevan a que cada una de sus actuaciones en estas funciones sean una lección magistral. Al subir a escena fue más aplaudido que la orquesta, el coro o ninguno de los cantantes. Y eso que la Orchestra Giovanile Luigi Cherubini suena espléndidamente, con un matización y unos detalles instrumentales dignos de las mejores formaciones.
Nicola Alaimo encarnó un Don Pasquale tan bueno vocalmente como en la actuación. Fue gracioso, pero digno, y siempre mantuvo el adecuado comedimiento. Tanto en los momentos solistas como en los dúos y concertantes cantó con buena dicción y justa proyección. La Norina de Eleonora Buratto resultó algo dura y plana en su emisión; no obstante, superó nítidamente la coloratura y todas las notas agudas, lo que no es poco para este papel. Dmitry Korchak, exhibió una notable voz de tenor lírico-ligero, con el característico timbre de los cantantes eslavos de esta cuerda. Debe aún matizar más el personaje y redondear algunos sonidos para conseguir una emisión más bella, pero tiene volumen, valentía y musicalidad. El último de los cuatro grandes papeles que requiere esta página, el del Doctor Malatesta, fue servido por un Alessandro Luongo, magnífico en su actuación y, en general, muy bien cantado; aunque su voz no es de tanta envergadura como sería deseable. Buena participación del coro del Real y de todos los figurantes que se plegaron muy bien al juego del director de escena.