“Les vèpres siciliannes», la ópera francesa de Verdi
por Alberto López Echevarrieta
Palacio Euskalduna, de Bilbao, los días 16, 19, 22 y 25 de febrero de 2013
Las vísperas sicilianas es el título que presenta este mes ABAO (Asociación Bilbaina de Amigos de la Ópera) dentro de su programa “Tutto Verdi”, destinado a ofrecer la totalidad de obras del autor de Parma. Estamos ante una coproducción propia con el Teatro Regio, de Torino, y el Teatro Nacional de Sao Carlos, de Lisboa. Uno de los principales atractivos de esta versión es la presentación como protagonista de la soprano armenia Lianna Haroutounian.
Los prolegómenos
A pesar de que Las vísperas sicilianas nació con mal pie, se trata de una de las obras claves en la obra de Giuseppe Verdi. Tras sus triunfos con Nabucco, Rigoletto y La traviata, el compositor italiano recibió del Gobierno francés el encargo de crear una nueva ópera con motivo de la Exposición Universal. El de Parma aceptó el reto viéndose envuelto así en el pequeño lío que le suponía hacer un trabajo cumpliendo los cánones imperantes en aquella época en el teatro lírico de París. Es decir, que fuera un espectáculo grandioso, con mucha pompa, que reflejara un acontecimiento histórico favorable a Francia, con su propio ballet en medio y larga duración.
A tal efecto, en octubre de 1853, Verdi se instaló en París donde se quedó dos años. El año anterior había sido condecorado con la Legión de Honor por el presidente de la República, Luis Bonaparte, y se sentía cómodo y querido. Era un buen ambiente creativo y una ocasión como ésta para estrenar en la Ópera había que aprovecharla.
Escogió como argumento un tema ciertamente resbaladizo, la conquista de Sicilia por las tropas francesas que, sin duda, podía enamorar al público galo, pero que maldita gracia iba hacer en el país que le vio nacer. Los libretistas Eugène Scribe y Charles Duveyrier tuvieron en cuenta un viejo proyecto de Donizetti que se tradujo en una ópera inacabada –Il duca d’Alba-, inspirada en la tragedia homónima de Casimir Delavigne y que no era otra cosa que una interpretación de unos hechos reales ocurridos en 1282.
Verdi modificó el texto, sobre todo en el quinto acto en el que los libretistas pintaban a los sicilianos poco menos que traidores a su país. El compositor se echaba las manos a la cabeza sólo al pensar en cómo iba a ser recibida esta ópera en Italia. Su postura fue entendida y se le dio al asunto una salida airosa.
La obra
Las vísperas sicilianas quedó ultimada en 1854. Es un drama que gira en torno al poderoso duque de Monfort, cuya vida se debate entre la política y su vida privada. Nada nuevo en el espíritu creativo de Verdi. La obra consta de cinco actos y tiene una obertura bellísima, densa, llena de ardor y de pasión latina. El ballet, irrenunciable, por supuesto, está situado en el tercer acto, justamente a mitad de espectáculo. En conjunto, tal vez acuse la dificultad que el compositor tuvo a la hora de adaptarse a la lengua francesa y a las reglas operísticas de ese país.
Verdi era consciente que darle al espectador cinco horas de música era demasiado. En una carta que escribió a su amigo Cesare De Sancti lo expresó claramente: “Es un trabajo que mataría a un toro”.
Decía en un principio, que Las vísperas sicilianas empezó con mal pie y me explico: Cuando comenzaron los ensayos, a la soprano Sofía Cruvelli que interpretaba el principal papel, no se le ocurrió otra cosa mejor que escaparse con su novio y vivir un romance apasionado durante mes y medio dejando colgado a todo el equipo. Ella argumentó que merecía la pena porque su amante era nada menos que el riquísimo barón Vigier, pero a Verdi no le hizo gracia alguna y se temió lo peor.
Cuando el 13 de junio de 1855 se abrió el telón de la Ópera de París con el estreno, el compositor respiró tranquilo, alegrándose al final de los elogios de la crítica. Su enmarque en el entorno de la Exposición Universal sirvió para que la obra adquiriera una dimensión popular excelente. Cuando se estrenó en Italia, sufrió el efecto de la censura –él ya se lo imaginaba- y el argumento se ambientó en Portugal muchos años más tarde.
La versión actual
La versión que se ofrece en Bilbao está dirigida por John Maureci y tiene como protagonista a Lianna Haroutounian, soprano armenia que viene avalada por el triunfo conseguido en el Megaron Athens Concert Hall con este mismo rol. Junto a ella están Gregory Kunde (Henry), Vladimir Stoyanov (Guy de Monfort), Dmitry Ulyanov (Jean Procida); Dario Russo (Le Sire de Bethune), Nuria Lorenzo (Ninetta), Fernando Latorre (Conde de Vaudemont), Manuel de Diego (Thibault), Vicenç Esteve (Danieli), Eduardo Ituarte (Mainfroid) y Javier Galán (Robert).
La dirección escénica corre a cargo de Davide Livermore y el Coro Ópera de Bilbao está dirigido por Boris Dujin. Interviene la Euskadiko Orkesta Sinfonikoa.
Debido a la gran duración de la obra, el comienzo se ha adelantado una hora, a las 19 horas.