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Francken, el Joven, invitado a Bilbao

por Alberto López Echevarrieta

Gabinete de pintor, de Frans Franckel, El Joven, se expone en el Museo de Bellas Artes de Bilbao dentro del programa “La obra invitada” gracias al patrocinio de la Fundación Banco de Santander. El cuadro, un óleo sobre tabla de pequeñas dimensiones, pertenece a una colección particular. Se muestra junto a Florero con tulipanes, del mismo autor, y propiedad de la pinacoteca bilbaína. La visión inmediata de ambas obras, con dos géneros totalmente distintos, permite al espectador establecer comparaciones y admirar la maestría de su autor.

Un amberino del XVII

Frans Francken, apodado El Joven para diferenciarlo de su progenitor, también pintor, es, ante todo, un genio del detalle llevado a su mínima expresión. Sólo hace falta ver estos dos cuadros para darse cuenta de su forma de trabajo que por fuerza tuvo que ser de una pulcritud pictórica rayana en la paranoia. Fue contemporáneo de Jan Bruegel de Velours y como él aprendió de su padre las artes “quasi” mágicas del pincel. Ambos vivieron la época dorada de la pintura flamenca, cuando Brujas y Amberes competían con Florencia en una revolución artística sin precedentes. Tenían como antecesores, entre otros, a sus venerados hermanos Van Eyck, inventores de la pintura al óleo y creadores de toda una escuela. La educación recibida en casa hizo el resto.

Francken (Amberes, 1581-1642) creció a orillas del Escalda acostumbrándose desde niño a los pinceles y a las mezclas de colores. Ayudó a su padre de quien aprendió los pequeños trucos que acompañan a la realización de las grandes obras. En sus momentos de ocio realizó sus propias obras siguiendo las pautas marcadas por su maestro y que pronto abandonaría para demostrar que su caminó por el mundo de la pintura era otro.

Tenía 24 años cuando se independizó para intentar crear un estilo propio y abrirse paso en un camino que se le presentaba harto difícil habida cuenta la competencia que tenía y la importancia de las obras de sus compañeros de profesión. No le debieron ir mal las cosas, ya que en 1614, con sólo 33 años, ya figuraba como decano del gremio de pintores de Amberes, un cargo destacado en la vida social y artística de la ciudad flamenca.

Amberes había recibido para entonces el testigo de Brujas como metrópolis de los Países Bajos. La tradición del siglo XV se mezcló con la influencia italiana y germánica para dar paso a un tipo de figuración que desembocó en el manierismo imaginativo y fantástico surgido en la pintura europea durante las primeras décadas del siglo XVI. A la muerte de su padre, ocurrida en 1618, Francken abordó varios géneros, especializándose en grandes cuadros para las iglesias sin olvidar otros de mediano y pequeño formato en los que gusta de representar lo que podríamos denominar “bodegones de cuadros”. Es decir, pintura dentro de la pintura.

Un ejemplo de este tipo de obras es el cuadro que ahora se muestra en Bilbao y que pertenece a una colección particular de la localidad vizcaína de Getxo, Gabinete del pintor (54 x 69 cms.) fechado aproximadamente en 1623.

La obra

El cuadro hay que verlo en detalle porque es prolijo en motivos, tan interesantes unos como otros. En el centro inferior destaca la figura de un pintor –tal vez un autorretrato- que, sentado, da los últimos toques a un cuadro que representa a una mujer desnuda que se mantiene en equilibrio ante él sobre una bola azul, mientras, en sus manos mantiene un velo rojo. Un muchacho, en cuclillas, toma apuntes. Posiblemente, personalizando al propio Frans de niño en el taller de su padre. Tras el pintor, una pareja –tal vez quienes han encargado el cuadro- observa la realización del trabajo. Casi ajeno a cuanto pasa, otro hombre permanece sentado a una mesa.

Esta acción está enmarcada en una habitación de aparentes reducidas dimensiones, mostrando únicamente dos de sus paredes completamente cubiertas de cuadros de diferentes temáticas y dimensiones. El resto de la estancia se completa con libros abiertos, distintos objetos y en primer término, sobre el suelo, una cabeza de piedra que ha terminado su rodaje. La luz y el color sobresalen tanto como los pormenores que se observan y que, como digo, son todo un prodigio de habilidad con el pincel.

La comparación

La pinacoteca bilbaína expone junto a Gabinete de pintor otra obra de Francken El Joven perteneciente a su colección, Florero de tulipanes, de estilo totalmente diferente. En su informe sobre este cuadro, la experta Ana Sánchez-Lassa subraya que “son los tulipanes los que predominan en esta naturaleza muerta, especie floral característica de los Países Bajos desde el siglo XVI y en la que los tulipanes veteados, como los que aquí se representan, eran los más valorados y alcanzaban un mayor precio en el mercado. Entre los tulipanes se aprecian otras flores, como anémonas, iris o capullos de rosas, y diseminados entre las flores y sobre la mesa se ven algunos insectos, entre los que destacan una mariposa (Inachis Io) con las alas desplegadas en el ángulo inferior izquierdo, o una delicada libélula entre las flores, cerca del borde derecho. En el jarrón se muestra una divinidad relacionada con las aguas. Estos temas vinculados con las aguas, como la representación de Neptuno u otras divinidades marinas, son asuntos muy del gusto de Francken, como lo demuestra el hecho de que los pintara en numerosas ocasiones”.