Angelina Gatell: “Cenizas en los labios”
por Alberto García-Teresa
Bartleby, 2011. 102 páginas
«Años 40. No hubo / ninguna luz entre la pétrea niebla / tan sólo la esperanza / de que el amor vendría a protegerme». Estos versos describen a la perfección la atmósfera y el impulso que mueve este conjunto de poemas, el último libro publicado de Angelina Gatell.
Cenizas en los labios constituye una autobiografía sentimental con la que la autora rememora las distintas relaciones que mantuvo durante los años de la dictadura franquista. Así, la nostalgia marca buena parte de los textos, pues se presentan desde el recuerdo, en imperfecto de indicativo. Es por ello que se trata de un poemario muy anclado en el sujeto, en el «yo» o en el «nosotros» (la pareja). El espacio, de hecho, se describe sin dejar de situarle en el centro. Igualmente, se manifiesta un contraste constante entre la felicidad de la pareja, de lo experimentado sentimentalmente, y el dolor y la miseria del alrededor. Sin embargo, se elude una crítica política. Antes, se atrapan los síntomas de ese malestar, de ese daño, con afán descriptivo, deteniéndose en las pequeñas cosas, en la cotidianeidad.
De este modo, el amor aparece como salvación, y por eso el «yo» se entrega completamente, hasta el punto de explicitar una dependencia y una supeditación extrema de la mujer al varón: «Sólo entonces / tenía la certeza de estar viva / emanada de ti, de tu costado / adánico y oscuro»; «yo no era / sino invenció, sonido tuyo, eco / de tu joven, dorada, melodía».
Por otra parte, en el volumen destaca la plasticidad de la luz y su utilización continuada para presentar atmósferas personales, como si de una suerte de proyección romántica se tratase.
En el fondo, el libro expresa un gran miedo, una gran indefensión, que provoca la potenciación del amor, su idealización, así como su empleo como símbolo y vivencia de resistencia a pesar de las dificultades para ser experimentado. Además, se potencia el desamor, el dolor de la separación y, coherentemente, del desengaño precisamente por ello, ya que no canta sólo la experiencia dichosa sino también las dudas, las contradicciones, las desilusiones…: «Hubo / que volver al desastre, / olvidar los aceites bienhechores, / que pudieron, tal vez, / cauterizar el grito».
Se trata, pues, de un libro que evidencia la condición histórica de cualquier expresión artística y lírica, pues no es comprensible la verdadera dimensión de las piezas de esta obra sin conocer el áspero mundo en el fueron escritas.