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Discos

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Discos

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Recuerdo al menos dos historias que se sirven del acto de nadar para hacer avanzar (y retroceder) el relato. La primera es un cuento de John Cheever y se titula El nadador. Más»

Accademia del Piacere: «Gugurumbé. Las raíces negras»

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El realismo íntimo de Isabel Quintanilla

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El museo dedica por primera vez una exposición monográfica a una artista española, Isabel Quintanilla (1938-2017), una de las figuras fundamentales del realismo contemporáneo. La muestra reúne 90 obras de toda su Más»

Antoni Tapies, la práctica del arte

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Se ha presentado a los medios esta magna exposición con motivo del centenario del nacimiento de Antoni Tàpies (1923-1012). La Fundación Antoni Tàpies la organiza en colaboración con la Comunidad de Madrid. Más»

Discos

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Exposición: “AL BIES –Las artistas y el diseño en la vanguardia española”

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Lael Neale, polaridades y sanación

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Recientemente, Lael Neale editaba su nuevo álbum, Star Eaters Delight, que estará disponible en todo el mundo a través de Sub Pop. El álbum, que presenta temas destacados como “I Am the Más»

 

Matthew Pearl: El último Dickens

por Mercedes Martín

Alfaguara, Madrid 2012, pp. 488

El misterio de Edwin Drood fue la última novela de Dickens. Era, también, una novela por entregas, así que Dickens la iba construyendo sobre la marcha. Según cuentan, se sentaba a hablar con los amigos y, al mismo tiempo, escribía. Tengamos en cuenta que, al publicar por entregas, le daba tiempo de ver la reacción del público y cambiar, en el último momento, situaciones que tenía pensadas. No se han encontrado notas del autor, ningún plan parecía guiar esta novela tampoco en este caso. Excepto por lo que le contó en una carta a su biógrafo y amigo, John Forster: tenía una idea “muy curiosa y difícil de elaborar”. Pero no se la reveló.

En abril de 1870 se publicó la primera entrega. Era la decimoquinta novela del autor y, por primera vez, se trataba de una novela policiaca. Le dio tiempo a publicar seis de las doce entregas previstas, antes de que, el 9 de julio de 1870 muriera de un ataque al corazón.

La historia trata de la desaparición de un joven arquitecto tras una fiesta en casa de su tío. Su tío lo quería muchísimo, tal y como advierte Chesterton, lo quería de una manera enfermiza. ¿Quién mató o hizo desaparecer a Edwin Drood? Nunca lo sabremos, pero el misterio ha continuado fuera del libro, donde se suceden las hipótesis. Hay quien ha pensado que Edwin no fue asesinado y que volvió disfrazado de otro personaje a averiguar quién había atentado contra él. Se inventaron algunos finales de la novela, ninguno a la altura de Dickens, así que ninguno pasó a la historia. En 1985 se estrenó la obra de teatro Drood, que tuvo la ingeniosa idea de ofrecer varios finales a la carta: El público tenía que votar a su sospechoso preferido antes de que acabara la representación. En cualquier caso, la novela de Dickens quedó inacabada para siempre y se ha convertido en una historia de detectives sin resolver. Al parecer, fue Dickens quien empleó por primera vez la palabra “detective” en una novela.

No han dejado de escribirse finales posibles, el último que nos conste es esta novela de Matthew Pearl: El último Dickens. La novela de Pearl se publicó en 2008 en Estados Unidos y ahora la edita en español Alfaguara. Nos sumerge en 1870, en una historia de contrabando de opio en la India, de piratería literaria y rivalidad entre Boston y Londres. El argumento es el siguiente: El editor estadounidense James R. Osgood espera con impaciencia la próxima entrega de la novela de Dickens, pero le informan de la muerte del autor. Osgood envía a su secretario a por el manuscrito, pero su fallecimiento en extrañas circunstancias, y la consiguiente desaparición de los próximos capítulos de Edwin Drood, hace que se decida a cruzar el océano en busca del manuscrito. Pronto, descubrir cómo acaba la novela de Dickens se convierte en una cuestión de vida o muerte para ellos.

Mientras tanto, en la India, el hijo de Dickens, Frank, está investigando un robo relacionado con las drogas, y que parece tener una conexión con la siniestra figura de Herman, a quien Osgood ha conocido en el barco, de camino a Inglaterra… La trama está llena de incidentes, coincidencias, giros inesperados y situaciones dramáticas. En conjunto, parece una novela por entregas propia de la época en la que se inspira y esto tiene sus pros y sus contras, pues el lector actual debe hacer verdaderos esfuerzos para dar por creíbles algunas situaciones.

Pero, para los críticos, el verdadero misterio de Edwin Drood no es dónde acabó el manuscrito ni quién mató al joven, sino por qué el estilo de Dickens había cambiado. Aunque sus personajes estaban vivos y eran descritos con la fuerza de la caricatura, como siempre, esta vez su prosa aparecía desesperada y sombría…