Isabel Bono: «Pan comido»
por Alberto García-Teresa
Bartleby, 2011. 82 páginas. ISBN: 978-84-92799-27-5
Escrito en el año 2000, Pan comido se inserta coherentemente en la trayectoria poética de Isabel Bono, quien conjuga cotidianeidad, indagación lírica y sencillez formal.
«Escribo desde lo que soy / Sobre lo que podría haber sido o podrá ser», declara la autora, y así se posiciona el «yo poético» en una obra completamente determinada por el amor.
La poeta realiza una exposición lírica de base discursiva, centrada en las relaciones amorosas, en la entrega al otro, que compone largos poemas. No en vano, el volumen se compone de doce piezas solamente. Bono emplea un tono narrativo, pero de igual manera aporta continuos apuntes líricos y un tono netamente poético al texto. Además, incluye imágenes un tanto delirantes, que guardan cierto punto cómico. Por otro lado, inserta alocuciones, que rompen el ritmo del recuerdo, otorgando contundencia al verso, y, en esa línea, también inserta con frecuencia listados numerados.
De esta forma, el «yo» se mueve en un alborotado mundo de encuentros, abandonos y nuevas relaciones, en las cuales busca una intensidad que acalla la rutina: «Hubo más noches y todas fueran la primera vez».
Resulta interesante, con todo, el cambio y el paso continuo, en ambas direcciones, de la contemplación del entorno al análisis del interior que se lleva a cabo en estos versos. Sin embargo, toda la realidad está condicionada y se centra en la pareja: «El mundo empezaba en tu boca».
Así mismo, la cotidianeidad se sitúa en un marco doméstico, al que alude con frecuencia para consolidar la atmósfera de los textos: «Apagué la tele, la estufa y la luz. / Mientras oigo como se cepilla los dientes / espero a oscuras en el sofá. Suena la cisterna. / Me vuelve a tocar echar la llave / recoger las toallas de las cuerdas / dejar la cafetera lista para el desayuno». Igualmente, destaca la presencia del mar.
Por otra parte, el volumen, más que un conjunto de piezas, lo que ofrece es una serie coherente de poemas, en los que se puede apreciar una evolución del «yo poético», que consolida su propio pasado en los versos. De hecho, reconstruye constantemente su historia como parte imprescindible del presente, aunque no se registra una mirada nostálgica. Rememora sentimientos y sucesos, apelando al compañero. Además, utiliza estampas e imágenes que se repiten a lo largo de todo el volumen, cohesionándolo y construyendo una trayectoria.
De este modo, Pan comido ofrece casi un relato personal del amor en clave lírica.