Elizabeth von Arnim: «Todos los perros de mi vida»
por Mercedes Martín
(Trotalibros, 2024)
“Pero entonces, ¿qué clase de mundo era ese?, me pregunté, mirando en derredor todas aquellas cosas con perplejidad y perturbación. ¿Era toda aquella belleza una mera pantomima? ¿Se trataba acaso de una broma pesada que las criaturas inocentes debían soportar? ¿Era tan solo un manto de belleza corrido sobre el horror, de manera que si se levantaba una esquina descubriríamos algo tan terrible, tal cantidad de sufrimiento y crueldad, que nadie podría volver a vivir en paz?”
Elizabeth von Arnim es una narradora de pura cepa, como pocas he leído, y su literatura habla como sin querer de la situación de las mujeres de la burguesía acomodada: casadas, viudas, ancianas, solas…En la sociedad europea del siglo XX. Su estilo ligero, sagaz, irónico, compasivo nos lleva —a través de los diversos puntos de vista proporcionados por los personajes que plagan sus novelas— a profundizar en la condición humana: egoísta, cruel, hipócrita, absurda, simplona, odiosa… Vera, Expiación, Elizabeth y su jardín alemán, Un abril encantado… Todos estos títulos merecen mi más sincera recomendación. Podría decirse que Von Arnim era una misántropa compasiva y serena, una gran humorista armada de fina ironía.
En Vera, narra la historia de una pobre muchacha ingenua que no sabe nada del mundo y cuando muere su padre, desvalida como está, acepta la protección de un villano de cuento, del tipo Barba Azul, que la atormenta con un maltrato psicológico feroz. Y todo esto antes de que el maltrato psicológico fuera siquiera un tópico de la literatura ni del feminismo.
En Expiación, una viuda desamparada ante la feroz hipocresía de la acaudalada familia de su marido, tiene que afrontar sospechas, habladurías e incriminaciones arbitrarias que empiezan a asediarla en cuanto la reputación de la familia entera queda en sus manos.
En Un abril encantado, cuatro desconocidas huyen de una vida monótona, sin placeres, sin satisfacción personal ni profesional, dedicada por entero a los demás. Y todo a partir de que una de ellas encuentra un anuncio en la prensa —se alquila precioso castillo en Portofino, Italia— y tiene el atrevimiento de convencer a otras como ella para tomarse unas vacaciones de hijos, maridos y obras de caridad. Pero para reunir el dinero necesario es preciso que las cuatro desconocidas emprendan juntas la aventura.
En Elizabeth y su jardín alemán, una joven se casa y se muda a la mansión de su marido, en otro país. Allí se vuelca en el diseño de su jardín en busca de la deseada soledad que necesita para leer y escribir, y en busca también de la belleza y de la libertad que en su casa no tiene, en un país en el que para colmo es extranjera.
En cuanto a Todos los perros de mi vida: es una autobiografía sui generis donde a través de la historia de sus perros podemos entresacar aquí y allá diversas pistas sobre la vida de una mujer que tiene que sacar adelante a sus cinco hijos tras la muerte de su primer marido y para la cual los perros fueron su tabla de salvación pues le ofrecieron una compañía y un amor incondicional del que nadie más fue capaz. Perros cada uno con su nombre, su personalidad y su biografía: uno acaba atropellado, otro muerto por el disparo de un cazador, otro asesinado por la propia Von Arnim… Lo cual no deja de ser paradójico. Y humano, demasiado humano, qué duda cabe. Es cierto que tres años antes Virginia Woolf había publicado Flush: Una biografía. Un libro que examinaba la moral victoriana a través de los ojos de un perro. Pero ambas historias son muy diferentes entre sí. Una es realmente la biografía de sus perros contada por la humana que los amó, la otra es tan solo una audacia literaria.
Sus libros tuvieron un enorme éxito en la época, pero lo más sorprendente es que todavía hoy nos interpelan como si se hubieran escrito ayer mismo.