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por Xavier Valiño

J: Plena pausa (El Ejército Rojo)

No es la primera vez que grava al margen de Los Planetas, ya que también ha participado en proyectos como Grupo De Expertos Solynieve, Los Evangelistas o Fuerza Nueva. Pero si es la primera vez que Jota, cantante y músico de Los Planetas, graba un disco en solitario, y todo ha sido producto del azar y de que tanto su guitarrista Florent como el baterista Eric estaban ocupados con proyectos en solitario.

El encargo le vino de la Filmoteca Nacional, al hacerse esta con el archivo personal del cineasta Iván Zulueta. J pensó en un principio en hacer un disco electrónico a partir de las imágenes rodadas por el cineasta pero al final fue derivando hacia su estilo habitual, al sentir que había bastantes influencias de The Velvet Underground y Lou Reed.

En el disco, editado en CD y en vinilo -tan solo se encuentran cuatro canciones en plataformas en la red-, aparecen las variables habituales del sonido de Los Planetas. Por ejemplo, en “Arrebato (Un buen día para Iván)” retoma el esqueleto de la canción “Un buen día” de la banda madre. En “Fandangos del rascacielos” (fundida con “Los desalmados” para llegar a los 15 minutos) aparece un homenaje claro al grupo Family, donde despuntó su diseñador habitual Javier Aramburu, fundiéndose después con “Walk on the Wild Side” de Lou Reed.

Hay temas pop (“Y la nave va”, “Natalia dice”, “Mi ego está en Babia”), otros más lisérgicos (“Tormenta eléctrica”, “Amén”, “Película de plata”) y acercamientos al flamenco (“Soleares del loco”, “Romeras de Betty Boop”). También suma una curiosa versión de “Échame a mí la culpa” que popularizó en su día Albert Hammond, y otras de “Neon Lights” (“Luces de neón”) de Kraftwerk, de “Era una flecha” de Julián della Paolera para OK Pirámides y de “Ode to Street Hassle” (“Jaleo de la calle”) de Spacemen 3. O sea, J firma el nuevo disco de la banda sin hacerlo a su nombre, a partir de un material ajeno y con un aplomo y tino que no se encuentran de la misma forma en los últimos discos del grupo.

RESIDENTE: Las letras ya no importan (5020-Universal)

Hace ahora más de tres años Residente publicó su single “René”, sin duda su canción más personal, en la que repasaba tanto su pasado -amigos muertos incluidos- como su presente –el vacío y la depresión que le causa la fama-. Si ya antes había firmado algunas canciones que podían acercarse a su máximo referente, Rubén Blades, con esa canción quedaba claro que podía mirarlo de frente. Es un tema imperecedero, que se seguirá recordando muchos años después, al igual que “Pedro Navaja”.

Pues bien, el álbum que acaba de editar -y que incluye “René” al final; sería un suicidio dejarlo fuera- refrenda su condición de artista mayor de la música latina, de la música en general. Todo en él es abrumador: por su duración, más de hora y media; por el número de sus canciones, 23; por el número de invitados, todos a su servicio y al de su palabra: Ibeyi, SFDK, Busta Rhymes, SFDK, Nino Freestyle, WOS, Amal Murkus, Vico C, Jessie Reyez, Big Daddy Kane…

Pero, sobre todo, por sus canciones, con unos largos recitados que contienen muchas verdades, entre el derroche de testosterona y la confesionalidad. Y también por los sonidos que las acompañan, como ese fondo orquestal y de voces bombástico en “El malestar en la cultura”. Apabullante desde el inicio (“313”, con la introducción leída por Penélope Cruz y luego acompañado por la siempre emocionante voz de Silvia Pérez Cruz), Las letras ya no importan es un hito definitorio de este 2024.

NEIL YOUNG: Dume-Zuma Recording Sessions (Reprise-Warner)

Sigue Neil Young editando canciones y discos de su pasado a un ritmo imposible de seguir. De hecho, tiene pensado darle continuidad al que ahora se edita, Dume, con otro álbum en seis semanas. En el caso que nos ocupa, se trata de un disco ya disponible para los suscriptores de sus Archivos y que recoge todas las canciones –aparentemente- que se grabaron durante las sesiones de uno de sus trabajos más celebrados, Zuma, de 1975.

A las ocho que iban en el disco original se le suman ahora otras ocho, algunas ya conocidas en otras versiones o en discos posteriores del canadiense. Aún con las nuevas incorporaciones, sigue siendo un álbum marcado por la electricidad y la tensión, triste por la separación de su pareja de entonces, Carrie Snodgress, por una gira con Crosby, Stills & Nash que no le había resultado satisfactoria y porque todavía no se había repuesto de la muerte por sobredosis de Danny Whitten, amigo y guitarrista en su banda Crazy Horse.

Grabado en un rancho en Malibú, cerca de la playa de Zuma que le da título al álbum, Young encontró cierto alivio en las sesiones de grabación con su banda Crazy Horse. Crudo, elemental, y recuperando la fe en su creatividad, Young consiguió en Zuma una de sus cimas y el modelo para futuras grabaciones de Crazy Horse. “Ride My Llama”, “Born to Run”, “Kansas”, “Powderfinger”, “Hawaii”,   “Too Far Gone”, “Pocahontas” y “No One Seems to Know”, las nuevas canciones incorporadas ahora a Zuma no hacen sino corroborarlo.

PETER GABRIEL: i/o (Realworld/Virgin)

Bien se podría decir que la obra de Peter Gabriel oscila entre “Sledgehammer” y “Panopticom”, entre una oda primigenia a su pene y otros conceptos más complicados, entre lo primario y lo mil veces razonado, entre el instinto y el intelecto. ¿Quién más que Gabriel, después de una década de silencio, basaría el título de su primer tema en un concepto tan oscuro como grandilocuente -Panóptico-? ¿Y quién más revelaría sus canciones una por una en cada luna llena, repartidas a lo largo de un año completo, y no en un trabajo digerible y fácilmente comercializable?

Los conocidos ingredientes del sonido de Gabriel están presentes en su primer disco en más de una década -y puede que el último-: ritmos inventivos, arreglos en capas, efectos de sonido originales y referencias a la ciencia y a otros temas absorbentes. Gabriel no solo es conocido como un artesano lento y cuidadoso, sino también como un eterno escéptico, que aquí astutamente deja al oyente la elección entre las dos caras de la misma moneda, la doble versión de sus doce canciones: una mezcla denominada más brillante del disco, Bright Side, y otra más oscura, Dark Side, cunado la diferencia rara vez es drástica.

“Playing for Time” resulta verdaderamente hermosa, y podría ser una canción de Randy Newman si su rango vocal fuera tan amplio como el de Gabriel. “So Much” y “Love Can Heal” evocan a Kate Bush, la compañera de Gabriel de antaño en “Don’t Give Up” y a quien tanto se asemeja en sus últimos años. En algunos otros cortes se echa en falta algún gancho cautivador, como si Gabriel hubiera estado trabajando en ello durante demasiado tiempo, lo que hace que el golpe inicial quede enterrado bajo otra capa de refinamiento. Sin ir más lejos, “Road to Joy” no suena lo suficientemente eufórico y “And Still” debería haber sido un poco más seductor para durar ocho minutos.

Este álbum contiene algunas canciones hermosas junto a otros momentos más arduos. Las letras de Gabriel tienen peso y se sienten necesarias, pero también intentan convertir al oyente a su causa, dejando en el aire la sensación de tener que disculparse con él si se detiene la grabación antes de tiempo o se salta una canción de vez en cuando. i/o suena imponente y melancólico al mismo tiempo, y esa es una combinación extraña.

IDLES: Tangk (Partisan-PIAS)

Llevaban ya cuatro discos expulsando su rabia por la boca y a través de sus instrumentos, liándola parta en directo, tal y como hemos podido constatar varias veces en nuestros escenarios, haciendo honor más que nadie al apelativo de bestias pardas del rock británico. Parte de la banda se ha convertido en padres en los últimos tiempos, mientras que su líder Joe Talbot tuvo que pasar por la pérdida de su hija después de nacer y de su madre poco después, además de un accidente automovilístico y bregar con sus adicciones.

Evidentemente, son hechos que pueden hacer que cualquiera se replantee su vida y su forma de hacer canciones. Sin duda, han influido en ello. Pero, más que nada, lo que sentían era la intención de evolucionar. Por eso en su nuevo álbum, Tangk, Idles busca el mismo efecto que antes aunque desde una perspectiva más melódica, de tensión contenida. Algo que se complementa con la forma de cantar de Talbot, que parece haber dejado en buena parte sus berridos al micrófono.

En este disco la palabra más repetida es “amor”, mientras que un tema como “Gift Horse” parece su interpretación personal de la música disco. Por su parte, “Dancer” lo firman a medias con LCD Soundsystem y para las imágenes de “Grace” han conseguido que Chris Martin les permitiese usar el vídeo de “Yellow” superponiendo con inteligencia artificial la letra del tema de Idles. En buena parte distintos a lo que habían hecho hasta ahora, no por ello dejan de retarse o de buscar la incomodidad y el cuestionamiento de las estructuras sociales por parte de sus oyentes. Más versátiles, sí, pero igualmente críticos.

VIVA BELGRADO: Cancionero de los cielos (Fueled by Salmorejo)

Fieles a su inconformismo habitual, los cordobeses Viva Belgrado regresan con un cuarto álbum aún más inclasificable que el anterior, Bellavista. Publicado por ellos mismos en su propio sello discográfico (Fueled by Salmorejo), en Cancionero de los Cielos las guitarras y las voces desgarradas continúan ahí, pero se han abierto paso a trabajar más con los teclados, a dejar caer melodías más claras, a no tener reparos a incluir incluso una ranchera y algún que otro estribillo, algo hasta ahora inaudito en una banda que había hecho de las estructuras progresivas una de sus señas de identidad.

Con este disco “poético, político y un poco espiritual”, Viva Belgrado se abren al rock alternativo sin complejos. Y lo hacen firmando el que tal vez sea el gran disco español del 2024. No parecen tener límites y absorben de todo sin que chirríe en absoluto, para regurgitarlo de una manera muy particular, tomando del shoegaze, el hip-hop o los ritmos urbanos más recientes para sonar como unos Standstill absolutamente libres. Perfectamente secuenciado, pasa por distintos estados de ánimos creando una obra ambiciosa, nada forzada y, al fin, emocionante.