Discos
por Xavier Valiño
PARADE: Mares pocos profundos (Jabalina)
Muchas veces se nos olvida el genio que es Antonio Galvañ. Son demasiados los estímulos, tantos los artistas y discos que reclaman nuestra atención que simplemente damos por sentado que nunca editará un álbum que nos defraude, y pasamos a otra cosa. No deberíamos. Sucede, por ejemplo, con su undécimo trabajo, que llega entre un mar de novedades pero que, si se le presta merecida atención, se erige como un océano balsámico, único, que por un momento hace olvidar todo lo demás.
En esta ocasión nos encontramos con un tratado de pop melancólico y acústico, en la línea del sonido que a principio de los 80 facturaban bandas británicas como Everything But The Girl (ahí está la versión de “Before Today”, titulada “Anteayer” para demostrarlo) o The Pale Fountains, y de clásicos de los 60 como Love o Burt Bacharach. Si en ¿Chispa o calambre? se dejaba llevar por su lado más combativo y bailable, aquí predominan los pasajes melódicos y reposados, que coquetean con la bossa nova, el swing o el jazz, comandados en todo momento por el piano de Antonio Galvañ y las hermosas melodías que le extrae. Todo un remanso de paz acogedor al que volver una y otra vez.
LEE FIELDS: Sentimental Fool (Daptone)
Han pasado más de 50 años desde que inició su carrera y 13 desde que empezó a trabajar con The Expressions, sin duda la etapa de mayor repercusión de su trayectoria. Aunque en buena parte pasase desapercibido, Lee Fields tiene detrás 21 álbumes a su nombre y un buen montón de singles que, en más de una ocasión, tuvo que editarse él mismo. Desconocido para el gran público hasta hace bien poco, la mayor estrella actual del soul se enfrenta a sus 72 años a su nuevo trabajo discográfico, Sentimental Fool. Este zoquete sentimental no ha perdido nada de la ilusión que lo mantuvo en pie durante años, cuando nadie reparaba en él, ni de las buenas intenciones que siempre le han acompañado.
Aunque ya había colaborado con Gabriel Roth (también conocido como Bosco Man, hace 25 años, en la canción “Let a Man Do What He Wanna Do”, que contaba con los coros de Sharon Jones y Charles Bradley), esta es la primera vez que graban un álbum juntos. Roth ha puesto la voz de Fields en primer plano, despojándolo de todo lo accesorio, dejándole espacio para cantar y para que resalte, de modo que todo quede reducido a puro sentimiento. El resultado, como ambos han reconocido, es que Fields ha conseguido mayor profundidad que nunca antes, poniendo en ello todos sus sentimientos y emociones, como demuestra, por ejemplo, en gemas en bruto como “Two Jobs”, “Just Give Me Your Time” o “Without a Heart”.
VARIOS: La vida que amo. Un homenaje a Rafael Berrio (Gema Amiama Marquínez-Warner)
Desde su muerte a los 56 años debido a un cáncer fulminante de pulmón, no hemos dejado de echar de menos a Rafael Berrio todos los días. El mejor letrista del rock español, con permiso de José Ignacio Lapido (presente, por cierto, aquí con “Abolir el alma”), dejó a sus escasos pero fieles seguidores huérfanos. Es su pareja, con la colaboración indispensable del granadino Raúl Bernal, quien ha puesto en marcha un disco de homenaje al donostiarra que sirve para darle una nueva oportunidad a sus grandes canciones en voces de otros.
Da un poco más o menos distinguir a unos por encima de otros. Todos lo hacen de corazón, incluyendo aquellos que eran sus amigos (Diego Vasallo) o para los que compuso varias canciones (Mikel Erentxun). Están también admiradores (Tulsa) que lo descubrieron en sus últimos años, cuando los discos 1971 (2010) y Diarios (2013), de deje más afrancesado, lo llevaron a unas cotas de popularidad superiores al resto de sus discos en solitario o con sus bandas Deriva o Amor A Traición.
Curiosamente, esos dos discos solo cuentan aquí con tres versiones, probablemente por lo singulares que son y lo más complicado de adaptarlas, mientras que el más representado es Niño futuro (2019), el más rock y velvetiano de su trayectoria. Solo cabe agradecerles a todo el esfuerzo para que alguien más lo descubra y para que siga viviendo en la memoria del resto que tanto lo añoramos.
RIGOBERTA BANDINI: La emperatriz (Rigoberta Bandini)
Hace ahora dos años que la actriz y dramaturga Paula Ribó se dio a conocer con su alter-ego musical Rigoberta Bandini. Tan omnipresente ha sido en estos dos años en la escena musical que parece que lleva ya bastante más tiempo. Desde su inesperada e insospechada irrupción ha editado doce singles, llegando a un público mayor con “In Spain We Call It Soledad” y a audiencias masivas con “Ay mamá”.
Por difícil que parezca, no había editado todavía un álbum, pero ya se sabe que esta es la era de las canciones sueltas. Ahora le pone remedio con La emperatriz en la que recoge buena parte de esos singles y cuatro canciones nuevas, que, dada la repercusión de su trayectoria previa, se convierten en lo más interesante: ahí están la balada romántica “Tú y yo”, en la que ensalza su vida más familiar, la autobiográfica nana “Que vivir sea un jardín”, con la que describe el sentimiento de ser madre, otra oda maternal “Canciones de amor a ti” y la existencialista “La emperatriz”, conjugando de nuevo elementos de la cultura minoritaria y de masas, y lo personal y lo popular como nadie más.
LA VILLANA: Valkenburg (Mushroom Pillow)
No es normal que una banda española reciba elogios de artistas de la escena internacional, pero eso ha encontrado su excepción con La Villana. Miembros destacados de The Wedding Present, Tindersticks o The Proper Ornaments les han dedicado encendidos piropos. También es cierto que es clara su relación con la escena de neo-psicodelia pop internacional de grupos como Yin Yin, Levitation Room, Sugar Candy Mountain, Unknown Mortal Orchestra y otros. Y, sin embargo, no resultan miméticos y hasta suena clara en su música cierta relación con el folk.
Tras La Villana canta (2015), Natalia Quintanal -otrora cantante de Nosoträsh y luego parte de Electra junto con Pau Roca de La Habitación Roja- y sus colaboradores editan su segundo álbum, que para muchos pasará por su debut. Solo en el tema de apertura, “Valkenburg”, suena una guitarra eléctrica. El resto son cortes acústicos, que fusionan lo retro y lo sofisticado, el tropicalismo y el rock fronterizo, las músicas del mundo y el folk tradicional, y que evocan al norte peninsular, al mar y el orbayu asturiano, pero también al sol y la brisa del caer de la tarde. “Sin voz” o “Nuestro velero” devienen dos de sus más logrados ejemplos.
LAMBCHOP: The Bible (City Slang-Music as Usual)
En el tórrido estío de 2021, Kurt Wagner se encaminó a Minneapolis, lejos del Nashville en el que había engendrado buena parte de su producción, para encomendarse al pianista Andrew Broder y a su socio en la producción Ryan Olson. Sería la primera vez que alguien ajeno a la capital de Tennessee iba a producir un disco de su banda, Lambchop, aunque ello no impidiese finalmente que siga pareciendo que Wagner continúa cantando desde un porche trasero al caer la noche, con las sombras y sus angustias acechando.
Su decisión fue la adecuada para eludir el agotamiento creativo y para grabar disfrutando de la compañía de otros. Tal vez por ello sus canciones resulten más impredecibles que nunca, en un viaje que transcurre, a su particular manera, por el góspel-soul (“Police Dog Blues”), el jazz (“Whatever Mortal”), el funk (“Little Black Boxes”) y, cómo no, el country, pasado, eso sí, por el autotune y un acercamiento a la electrónica que ya dominaba su proyecto paralelo HeCTA. Ahí están “Dylan at the Mouse Trap”, “Every Child Begins the World Again”, en la que Wagner asegura irrumpir en el ataúd de Hank Williams para aportar su propia visión, o “That’s Music”, el corte que lo cierra. Frente al estado de su país, sacudido, mancillado y brutalizado, Wagner se presta a una reflexión y reconciliación silenciosa, espiritual sin ser abiertamente religiosa, lo que lo ha llevado a titularlo, no sin cierta ironía, La Biblia.
ARCTIC MONKEYS: The Car (Domino-Music As Usual)
Desde que editaron el disco británico de debut más vendido de la historia en 2005 (Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not), la relevancia de Arctic Monkeys no ha disminuido un ápice. La publicación de su séptimo disco sigue despertando el mismo interés que entonces, aunque el grupo no tenga mucho que ver con aquella formación en la que el arrebato juvenil y las guitarras eléctricas eran los protagonistas.
Su cantante y principal compositor, Alex Turner, ha tenido otra aventura paralela, The Last Shadow Puppets, y es innegable la influencia de estos en sus últimas canciones. O, más bien, se podría decir que su evolución musical se puede seguir prestándole atención también a ese proyecto. The Car continúa la senda del crooner del siglo XXI en el que se ha convertido y que ya se atisbaba en esa banda y, también, en el disco predecesor de Arctic Monkeys, Tranquility Base Hotel + Casino (2018).
Estos dos álbumes son piezas calmadas, que construyen una atmósfera de principio a fin. En esta ocasión solo “Hello You” y “I Ain’t Quite Where I Think I Am” marcan una cierta distancia con el resto. Desde luego, se les agradece la evolución y no querer repetirse, pero está claro que de haber iniciado su carrera con un trabajo así, no hubieran tenido ni la mitad de repercusión. Sin estribillos, y más brillante en su segunda mitad, The Car requiere de tiempo para ir calando.
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