José Ovejero: «La comedia salvaje»
por Mercedes Martín
(Galaxia Gutemberg, 2022. 368 págs)
Con diálogo teatral y cuadros apocalípticos que recuerdan al Segismundo de Calderón, la Divina Comedia de Dante y los esperpentos de Valle Inclán, José Ovejero compuso y publicó, en 2009, esta novela que ahora se reedita en Galaxia Gutemberg, muy oportunamente, dado que la Guerra en Europa parece cada vez más cerca.
Benjamín, humilde intermediario enviado por Manuel Azaña para impedir la Guerra Civil, es el protagonista. Él tiene encomendado la extraña tarea de convencer al filósofo Ortega y Gasset de que se presente como candidato al gobierno. Y por el camino se enredará en una trama pesadillesca y tragicómica con escenarios simbólicos como los cuadros de Giorgio De Chirico, donde la planicie castellana y la trinchera-caverna platónica añaden trascendencia filosófica.
La historia empieza en un calabozo en el País Vasco. Allí se hacina un grupo de prisioneros cuyos cuerpos, olores, voces, llantos y penas se confunden en medio de la vigilia y el sueño.
“Ese sería el colmo de los horrores: adentrarse para siempre en un laberinto que lo condujese de una pesadilla a otra, no poder escapar de un sueño sin coherencia ni certezas salvo huyendo a otra pesadilla, a otro mundo disparatado y amenazador, construido no con los propios miedos, sino con todos los de los demás.”
Esto lo piensa el protagonista cuando está en el calabozo y escucha los lamentos de los otros, sin poder distinguir su llanto del ajeno, su temor del temor de sus vecinos. Y también es la explicación del plan de la novela: narrar no una versión de la Guerra Civil, la versión de un bando, sino la “loca” versión de una pesadilla colectiva no sin una nota de humor piadoso para hacer honor a Cervantes y hacernos la travesía más llevadera.
Para matar el tiempo, alguien en medio del barullo de cuerpos y de voces pretende contar una historia y otras voces le piden responsabilidades: ¿A qué viene contar una historia porque sí, por el placer de contarla, por perder el tiempo? El arte debe reflejar la conciencia colectiva y obrera. Y aquí empiezan las proclamas contra el burgués opresor, etc. A cada paso el autor irá mostrando el muro que se levanta entre las voces porque nadie escucha a nadie salvo a sí mismo y en esa fisura insalvable se produce la Guerra Civil y también esta novela, hecha de voces sordas, de pesadilla colectiva valleinclanesca.
No existe la versión objetiva: “No había señales del mundo exterior. El universo se había desintegrado y la nada rodeaba los gruesos muros que meses atrás defendieran del pecado a una comunidad de monjes y ahora encerraban y preservaban a veinte o treinta o cuarenta presidiarios de disolverse como el resto de la realidad. Sólo las quejas, los suspiros, los ronquidos, algún súbito movimiento del monstruo multípodo recordaban a cada uno que había otros seres vivos aparte de la propia memoria.”