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«Goya, el despertar de la conciencia»

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Discos

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The New Raemon, el adiós a un amigo

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Colita-Antifémina

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Discos

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Discos

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Marianne Apostolides: «Nadar»

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Accademia del Piacere: «Gugurumbé. Las raíces negras»

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Lazkano. De la arquitectura a la naturaleza

por Alberto López Echevarrieta

Museo de Bellas Artes de Bilbao. Sala BBK, del 4 de octubre de 2010 al 16 de enero de 2011

Ochenta y dos pinturas componen la exposición que, bajo el título genérico de “Lazkano. De la arquitectura a la naturaleza”, muestra el Museo de Bellas Artes de Bilbao bajo el patrocinio de BBK. De ellas, 54 son de mediano y gran formato (34 creadas entre 1999 y 2006, y otras 20 de nueva creación fechadas en 2009 y que tienen a la propia pinacoteca y sus espacios como tema principal. Para comprender el espíritu creativo de este artista vasco, es de gran utilidad la visión de los veintiocho apuntes y bocetos de pequeño formato que completan esta exposición que abre temporada en el museo bilbaíno.

La obra de Jesús María Lazkano (Bergara, Gipuzkoa, 1960) seduce y fascina porque consigue un realismo casi fotográfico. Describe los detalles de la naturaleza de forma magistral. No se ha contentado con la presentación, sino que la ha adornado con una cierta complejidad, todo ello sutil e incisivamente. La contemplación de su trabajo turba al espectador por el efecto que consigue de la arquitectura y la naturaleza. Parece que una implica a la otra.

Lazkano es uno de los grandes artistas vascos del momento y poseedor de un gran talento y con grandes herramientas de construcción artística, gracias a su formación académica en la Facultad de Bellas Artes de Bilbao, de la que es profesor del departamento de pintura desde 1985. No tiene el carácter de francotirador que tuvieron sus colegas anteriores.

“La verdad del artista –ha dicho a ARTESHOY mientras recorríamos la muestra-, está en sus cuadros, entendiendo la pintura como una construcción conceptual. Con esta exposición he abierto la puerta a las emociones. Para mí, la imagen de un cuadro es como un anzuelo. Todo aquel lienzo que sea sutil puede ser una buena obra. Mis cuadros no acaban cuando salen del estudio. Tienen una continuación en los espectadores y siempre he mantenido que sus claves surgen tal vez diez años después de ser estrenados”.

Hablamos de Alvar Aalto, arquitecto finlandés por el que ambos sentimos gran pasión. Lazkano le homenajea con varias representaciones de su famoso jarrón de cristal. “Para mí –dice-, Aalto encarna el espíritu de la naturaleza, una fuerza evocadora, sintética y abstracta, del sentido profundo de sus formas. El vaso de la serie Savoy es un dibujo en el espacio; traza una línea sinuosa que resume y describe infinidad de referencias al paisaje finlandés”.

Lazkano duda en un principio cuando le pregunto si le hubiera gustado ser arquitecto. “De alguna forma, la arquitectura es una forma de conquistar el humanismo; dar forma a las ideas me parece algo fundamental y la arquitectura, en ese aspecto, es una de las maneras en las que más claramente podemos dar forma tridimensional a las ideas. La pintura se mueve siempre en las dos dimensiones y tiene unas reglas sobre la percepción muy determinadas. Es cierto que la arquitectura, en la medida que se incorpora a la tercera dimensión, tiene muchísima más riqueza, pero también muchísima más responsabilidad. Yo he llegado a la arquitectura a través de la pintura. Probablemente me hubiera gustado ser arquitecto, pero creo que me gusta más ser pintor”.

Sale a la conversación el nombre de Antonio López. “En un momento determinado supuso el tener una referencia. Es decir que, cuando en los años 80, incluso a finales de los 70, el panorama artístico se decantaba fundamentalmente con el nuevo expresionismo, el saber que había otras posibilidades para mí fue fundamental. No en el sentido de decir que me encanta su pintura, que también me gusta, pero él representa la posibilidad de que también otra pintura sea posible y en ese sentido fue un pilar importante en aquellos años”.

Jesús María Lazkano dedica muchas horas al trabajo. Se levanta muy pronto y hace una sesión continua hasta pasado el mediodía. ¿Cómo construye las imágenes? Incluso para él es un misterio. “Mi organización laboral me permite que aflore de alguna forma esa imagen que preciso. En ese sentido hay que tener una actitud abierta, despierta y cierta. Incluso ingenuidad para escuchar la llamada de todos esos materiales y que de ahí salga la imagen. El proceso de construcción nuevamente te puede estar llevando también a otros sitios”

Para Lazkano la inspiración puede estar en cualquier sitio, a la vuelta de la esquina, entre nosotros, en un gesto, en un brillo, en un grito, en una mirada, en un saludo escurridizo y difícil de atrapar, pero constante y eterna. ¿Cómo atraparla? Él lo tiene claro: Pintando.

“La pintura nos coloca en el lugar –dice-, pero inventa el tiempo, poder haber estado antes o haber llegado después, cuando llovía o al atardecer de otoño, con viento, o una mañana luminosa, al anochecer, o esperando a la niebla, porque para mí, la niebla todo lo mejora”.

Lazkano rinde culto a los vestigios de la Roma imperial, al sky-line de Nueva York y a los edificios de Mies van der Rohe o Frank Lloyd Wright. Una parte importante de la obra que exhibe está dedicada al propio Museo de Bellas Artes donde la exhibe. Distintas dependencias y rincones característicos brillan con luz propia en uno de los logros más importantes de esta pinacoteca para la temporada que ahora comienza.