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Maggie Rogers, regresando al hogar

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Mínimo Tamaño Grande: «Return»

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Mdou Moctar, por una nueva justicia

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José Henrique Bortoluci: «Lo que es mío»

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The New Raemon, David Cordero y Marc Clos, belleza entre el caos

por Xavier Valiño

Ramón Rodríguez, David Cordero y Marc Clos editaron este año un hermoso álbum de título A los que nazcan más tarde. Como dice el periodista David Saavedra en el encuentro que los tres tuvieron con él, no es un disco cualquiera. Esto es lo que le contaron.

 

Se advierte desde el momento en que ves quiénes son las seis manos que lo firman. Tanto Ramón Rodríguez (The New Raemon) como David Cordero y Marc Clos son músicos anómalos por lo prolífico de sus entregas discográficas y lo promiscuo de sus colaboraciones. En el caso de The New Raemon, sin ir más lejos, es la tercera vez que publica un álbum tricéfalo (El problema de los tres cuerpos, junto a Francisco Nixon y Ricardo Vicente en 2012, y Convergència i unió, junto a María Rodés y Martí Sales, en 2013, fueron los precedentes), además de obras tan recordadas como Lluvia y truenos, compartida con McEnroe en 2016.

 

Precisamente con Ricardo Lezón ya compartió David Cordero (el hombre que se dio a conocer con el nuevo milenio al frente de la banda Úrsula) el proyecto Viento Smith, además de alianzas con artistas tan dispares como Niño de Elche, Carles Guajardo (bRUNA) o dot tape dot. En el caso del percusionista y multiinstrumentista Marc Clos, su versatilidad le ha llevado a ver su nombre en trabajos de Jordi Savall, Jaume Sisa, Standstill, Nueva Vulcano, Love Of Lesbian o el propio The New Raemon. En verdad, los tres protagonistas habían colaborado los unos con los otros con anterioridad, así que este proyecto estaba predestinado a suceder en algún momento.

 

Y el momento fue el 23 de abril de 2020. “En pleno confinamiento y tras haber colaborado de forma muy satisfactoria con David Cordero en mi séptimo disco en solitario Coplas del andar torcido (BMG, 2020), decidí llamarlo por teléfono y proponerle escribir y grabar un álbum a medias desde nuestros hogares”, explica Rodríguez. La naturaleza del proyecto fue muy diferente a los discos de colaboración citados en el párrafo anterior. Esto era como una nueva banda con sus propias reglas en lugar de yuxtaponer canciones de unos y otros. De Cordero partió la idea de que Rodríguez compusiese completamente al piano, retándole a no utilizar guitarras. El gaditano se encargaría de aportar sonidos electrónicos ambientales y, más adelante, Clos se incorporó al proyecto. 

 

“Trabajamos como si fuera una partida de ping pong, uno enviaba algo, el que lo recibía lo manipulaba y lo devolvía a otro miembro del proyecto y así circularmente hasta que dábamos la canción por terminada. Era una forma de componer muy libre y expansiva muy difícil de llevar a cabo cuando uno trabaja más solitariamente”,  apunta Ramón.

 “En 2020 grabé muchos discos, posiblemente demasiados, pero trabajar en este álbum en particular fue determinante por su singularidad y sus integrantes”,  añade Cordero. “Hacía mucho tiempo que no salía de mi estilo para trabajar con músicos que no forman parte de mi «mundo», y en el momento en que Ramón me telefoneó supe que este sería un proyecto muy interesante y que lograríamos una hermosa colección de canciones. Tres músicos de mundos diferentes con un fin en común: disfrutar haciendo lo que más nos gusta, juntos y revueltos”. 

 De entre lo más satisfactorio de la experiencia para Cordero, figura el haber vuelto a trabajar con voces, textos y estructuras pop. “También a formar parte de una banda, tomar decisiones conjuntas, confiar en el planteamiento de los demás, integrar mi visión en la de los otros músicos… ser un equipo”,  afirma el músico afincado en San Fernando (Cádiz). Tras la disolución de Úrsula -que grabó cuatro álbumes entre 2001 y 2010-, el músico había dejado de tocar en grupos para dedicarse a cultivar proyectos de cariz más electrónico.

 

“El primer archivo que recibí era un paisaje sonoro que había creado David envolviendo una idea minimalista de Ramon al piano, arpegios de un arpa de afinación y tempo totalmente imposibles”, rememora Marc Clos al hablar de cómo se fraguó todo el proceso creativo. “Decidí grabar una batería preparada con platos rotos y sordinas sobre los tambores para ordenar la atmósfera que habían creado; la idea era acercarme al sonido de Lol Tolhurst en “A Strange Day” de The Cure. El segundo archivo de audio que descargué era una melodía libre con una letra increíble que Ramón había improvisado sobre un coral que escribí para marimba con una reverb tipo Catedral Vieja de Salamanca; aluciné con la vuelta de tuerca que él escribió 15 minutos después que se la enviara. Al día siguiente retocó la letra y cantó de forma impecable. Pensé que un redoble de gong suave ayudaría a definir las partes y daría pie a que David crease un paisaje sonoro que le diera más profundidad. Y así, a tres bandas, con el mar de El Maresme, la Bahía de Cádiz y la Costa Brava vigilándonos, íbamos hilvanando los temas, moldeando el disco, capturando la incertidumbre de no saber qué nos deparaba el día siguiente. El sol, exhausto; ya casi se ponía tras las montañas, y las paredes del estudio tomaban un color anaranjado, entre cobre y óxido. Las noticias eran secundarias. El disco vertebró aquel tiempo”.  

 

Clos acababa de montar su propio estudio casero en Sant Feliu de Guíxols. Su nombre, The Hanging Garden, confirma aún más su pasión por The Cure (conviene escuchar las versiones que él y Ramón grabaron, en el mismo confinamiento, de un par de temas del álbum Wish). Para él, la mayor novedad del disco fue participar no como un instrumentista de sesión, sino formar parte de todo el proceso y, sobre todo, de un diseño de sonido que es de lo más interesante del álbum, sobre todo para los fans de The New Raemon más acostumbrados a su pop de guitarras.

Marc añade la memoria del origen remoto. Cuando los tres músicos coincidieron por primera vez, en mayo de 2016, durante la grabación de Lluvia y truenos en el estudio Grabaciones en La Mina de Sevilla. “Al final de las jornadas nos relajábamos en una terraza, escuchando música y recomendándonos discos y libros, o no haciendo nada. Recuerdo un día que, estando los tres, tiramos del hilo de la música de texturas, ambient o como quieras definirla. Quizá no eran estos nombres exactamente, pero la conversación pasó en un minuto de estar hablando de Sunny Day Real Estate o The Cure a Brian y Roger Eno, Harold Budd, Robin Guthrie, Arvo Pärt, Helios, Steve Reich, Stars of The Lid…y estuvimos sin parar el resto de la noche pinchando temas atmosféricos de mínimo 8 minutos cada uno como si fuera una sesión atmosférica de DJ… ¿Empezó el proyecto ese día?”

 

David, de hecho, ha creado una playlist para orientar sobre las influencias sonoras del álbum (es esta), y toda la parte lírica ha recaído en Ramón, para quien este álbum también supone un paso adelante en su labor interpretativa y compositiva. “Me gusta todo en este disco, y estoy especialmente orgulloso del camino escogido para interpretar las voces. Quise tratar de encontrar una lírica muy minimalista y concreta, no extenderme mucho y que las repeticiones fueran intencionadas, que tuvieran una narrativa muy limpia, con mucho aire (como las bases instrumentales) y se transformaran en motivos musicales, que la voz fuera el hilo conductor de los paisajes que suenan en el álbum pero sonase como lo que es: un instrumento más.  Pocas veces he cantado tan liberado y sin importarme nada más que dejarme llevar por la abstracción de las canciones”, apunta él.

 

La esperanza, algo a lo que había asirse como a un clavo ardiendo, es el tema troncal de un álbum que supuso el refugio de los tres músicos frente a los extraños días del estado de alarma. “Encontrar la belleza entre el caos, incluso en momentos tan complicados como este cambio de sistema que estamos viviendo ojipláticos”, completa Rodríguez, a lo que Clos añade: “El estado de ánimo durante la grabación era totalmente nuevo, jamás experimentado antes: calles vacías, incógnitas, miedo, silencio… creo que se nota mucho en el resultado, o al menos a mí me transmite esa sensación. Para mí supuso la cristalización de la necesidad de agarrarme a la música que pudiéramos articular con Ramon y David para seguir pasando los días y mantenerme a flote”.

 

Al final, salieron diez temas plagados de belleza balsámica que celebran todo aquello que nos hace mejores, más fuertes, más completos, pero sin dar la espalda tampoco a nuestras zonas oscuras, mirándolas de frente. Fiel a la exposición emocional a bocajarro de los grandes temas de la existencia que está cultivando en los últimos años, Rodríguez canta sobre el nacimiento de la vida, el paso del tiempo, la muerte y todo lo que hay en medio, sin miedo. “Personalmente me interesa mucho hablar de estas cosas en canciones pop, trabajar esa parte del mundo interior en la lírica y que otras personas puedan sentir o reflexionar sobre lo mismo que yo, que la pieza tenga un interés en ese sentido más espiritual es importante para mí”, sostiene el letrista. Todo ello contribuye a que A los que nazcan más tarde no solamente no sea, como decía al inicio, un disco cualquiera. Es, también, una obra de un profundísimo calado musical, emocional y espiritual, dispuesta a perdurar en el tiempo.

“Pienso que trabajar en el álbum durante el confinamiento nos salvó un poco la vida a los tres, nos dio mucha esperanza. Esa es la idea que esconde el título de la obra y sobre lo que hablan las canciones, la vida es buena si no te rindes”, concluye Ramón.