Aquelarre en la Academia de la Lengua y Emilia Pardo Bazán
por Julia Sáez-Angulo
Las mujeres podrían hacer como los judíos en Jerusalén: una lista de los hombres de bonhomía y buena voluntad que han trabajado y luchado en la Historia en favor de la igualdad de derechos de las mujeres como don Benito Pérez Galdós y otros. Ciertamente Juan Valera, Leopoldo Alas Clarín o Marcelino Menéndez Pelayo no estarían en esa columna de justicia y gloria.
Cuando una recorre la exposición “Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad” en la Biblioteca Nacional y sigue la lucha de la escritora en favor de los derechos de la mujer, se emociona y conmueve por su persistencia en el feminismo orientado hacia esa causa a lo largo de su vida, al tiempo que una se indigna también ante la cerrazón de algunos sesudos y sexudos escritores, que se escandalizaban ante el hecho de que una mujer como doña Emilia pretendiera entrar en la Real Academia de la Lengua Española. ¡Qué locura! ¡Qué desfachatez!
Los ínclitos Juan Valera y Clarín hablan de que si la Pardo Bazán entra en la Academia, pronto querrán hacerlo otras mujeres y la Docta Casa se convertiría en un aquelarre. ¡Con un par!
Aquella lucha de doña Emilia era darse con la cabeza en el muro, porque la institución de la lengua estaba cerrada y reservada a los varones, sexo superior al decir del mismísimo Platón. Vivir para ir viendo, todavía hoy cuando los hombres se impacientan por la numerosa presencia femenina en sectores como la Sanidad o la Judicatura. Y no hablo de humillantes cuotas políticas por que sí, sino de capacidad y mérito.
Se ha pedido muchos perdones a los judíos, a los armenios, a los indios… pero nadie ha pedido perdón en los Parlamentos a las mujeres, la mitad de la humanidad que ha sido tratada como una menor por el Código Napoleónico y todos sus hijos europeos y americanos. Una menor so capa de protegerla, para más inri. Y una ya va viendo que es lo que se escondía detrás de esa resistencia masculina, dado que, al decir de las más avezadas, “el hombre piensa de cintura para abajo, pero no como creen algunos “malpensados” -ellas y ellos- por una cuestión del centro, sino de los laterales, es decir ¡de los bolsillos!
Administrar, cuando no apoderarse, de patrimonios femeninos ha sido durante largo tiempo el sueño de muchos varones, padres, esposos, hermanos o hijos… Ocupar un puesto institucional como la Real Academia de la Lengua era celebridad y prestigio, por lo tanto también de peculio, de posible riqueza en la venta de sus libros, conferencias y otros bolos.
En fin, esto es lo que era y esto es lo que hay. Media docena de mujeres ocupan hoy sillón en la Real Academia de la Lengua y el aquelarre no ha llegado a ella. Quizás pudiera darse lo contrario, por analogía a lo que me contó Christian, mi amigo francés, perteneciente a una logia masónica que pasó de ser masculina a mixta. Ante la presencia de las féminas recién llegadas, los varones comenzaron a acicalarse más, a pulir sus crestas y espolones para la ceremonia de la seducción. Pura biología.