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José Ramón Blanco: “Los amores de la duquesa. Último viaje de Lucrecia Borgia”

por Alberto López Echevarrieta

(Editores: Muelle de Uribitarte, Bilbao. Páginas: 260)

 

Leyendo “Los amores de la duquesa. Último viaje de Lucrecia Borgia”, último libro de narrativa publicado por José Ramón Blanco, me doy perfecta cuenta de la pasión que ejerce sobre el autor la protagonista de la novela a la que considera “una de las mujeres más maltratadas de la Historia” y el entorno que rodeó su vida. “La mala fama se la puso Victor Hugo cuando escribió el drama homónimo en el que la tachó de asesina y envenenadora. A partir de ahí se fueron cargando tintas”, me dice Blanco.

Lucrecia Borgia fue una dama del Renacimiento, una época de grandes progresos del pensamiento, de grandes logros del Arte y de practicarse la política de la fuerza. La familia Borgia se distinguió precisamente por llevar a cabo una notable imposición de poder desde el elevado estatus en el que se movía. Lucrecia fue una de las hijas del cardenal Rodrigo Borgia que llegó a ser el papa Alejandro VI, un hombre de enorme ambición. Recibió una exquisita educación, pero fue instrumento de la política de su padre y de su hermano César, una de las figuras más crueles de la Italia de la época.

Padre y hermano dirigieron los primeros pasos de Lucrecia hasta el punto de hacerle casar con el también poderoso Giovanni Sforza porque la unión les beneficiaba a ambos. Cuando Carlos VIII invadió Italia y los Sforza fueron a menos le obligaron a separarse. “Aquel divorcio supuso la presurosa huida de Giovanni hacia sus tierras en Pesaro a tal galope que reventó a su caballo”, apunta Blanco.

Lucrecia se refugió en un convento bajo la vigilancia, por orden paterna, de Perotto, un criado que la sedujo. Fruto de esta relación fue Juan Borgia. “El papa emitió dos bulas para legitimar a quien realmente era su nieto. En una figura no como hijo de Lucrecia, sino de su hermano César, y en otra como hijo propio. Los cuerpos de Perotto y de la doncella de Lucrecia aparecieron flotando en aguas del Tíber”, matiza el autor.

Lucrecia se vio obligada a casarse de nuevo, esta vez con Alfonso de Aragón porque en un principio ofrecía futuro, pero como la intencionalidad se truncó el bueno de Alfonso fue estrangulado por los esbirros de César. Y vuelta a empezar con un tercer matrimonio, ahora con Alfonso de Este, heredero del ducado de Ferrara. “Esta vez Lucrecia dedicó más tiempo a su marido. Ambos tuvieron varios hijos, entre los que estuvo el heredero del ducado. La suerte de César terminó a la muerte de su padre y la sucesión en el pontificado de Julio II, enemigo de los Borgia. Fue enviado a España en una galera y estuvo prisionero en el castillo de la Mota de donde se escapó para llegar a Viana de Navarra donde combatió y murió en una emboscada”, señala el investigador.

Lucrecia, por su parte, libre de las intrigas de su padre y de su hermano, se rodeó de grandes humanistas, escritores y pintores. Su muerte en 1529 fue muy sentida y su marido reconoció que había estado casado con una excelente mujer.

Pueden imaginarse que una vida tan aventurera como la de esta mujer da mucho juego a la literatura histórica. Blanco, escritor muy ameno, hace gala de una gran documentación para trazar todas estas intrigas más dignas de un folletón sin base que esta historia tan real como la vida misma. “Los amores de la duquesa. Último viaje de Lucrecia Borgia” es un libro que se lee fácilmente y que refleja muy bien los entresijos palaciegos de una familia que tuvo mucho poder y que lo utilizó salvajemente, sin reparar en nada.