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Doris Salcedo: «Palimpsesto»

por Nuria Ruiz de Viñaspre

(Palacio de Cristal. Madrid. Del 6 octubre de 2017 al 1 abril de 2018 )


El arte no puede salvar ni una sola vida

Doris Salcedo

 

Foto de © Rui Gaudencio, 2014

La mayoría de los homenajes son verticales. Ya que lo que se homenajea suele estar muerto. Y el que homenajea suele estar en pie, haciendo guardia, como una gran torre en lo alto de otra torre. La mayoría de los homenajes son verticales, insisto. Existe incluso la Torre del homenaje como esa estructura central que tiene todo castillo medieval. Es la torre destacada, más alta que la propia muralla, aislada siempre del resto de la fortaleza. Por eso digo que la mayoría de los homenajes son verticales. Pero Palimpsesto es el homenaje horizontal de la escultora colombiana Doris Salcedo a los desaparecidos. Losas tumbadas en vez de torres. Cuerpo a tierra junto a cuerpo a tierra.

Curiosos ver una y otra vez el adverbio de tiempo «temporal» cuando se habla de esta exposición. No podía ser de otro modo. Temporal. Y digo curioso por todo lo que tiene de efímero el mismísimo concepto de Palimpsesto.

Curioso que esa terrible lista de nombres y apellidos tumbados que plantea Salcedo, sea sobre la alfombra de un palacio llamado de Cristal, ya que el haz de luz que cae en los vértices de cada letra hace que parezca y perezca un hermoso barco de cristal hundido en agua. Pequeñas bolas de cristal que también son lágrimas en el adentro del océano y su desierto.

Foto de Juan Fernando Castro

Palimpsesto es la respuesta de Doris a la violencia. Su grito, el silencio atronador. Ella es aquí el grito mudo. La letra que entra con sangre y entra con agua. Es la lágrima bajo la alfombra. El homenaje a los migrantes ahogados en el mediterráneo. De este modo prolonga la vida de esos nombres con el mismo elemento que los mató. El agua. Purificadora agua. He aquí la construcción a partir de la destrucción. Borrar el lenguaje para volver a él de otro modo. Las gotas de agua que mojaban apellidos desaparecían por el transcurso del tiempo emergiendo al rato de otros modos. Aquí se ve el amor de Salcedo por Paul Celan, con ese borrar el lenguaje. Visible e invisible. Salcedo aquí excava la tierra en busca de agua. Y una vez hallada, horada ese agua para grabar todos los nombres en el recuerdo.

Curioso ver cómo los carriles de agua que contienen esos nombres parecían queloides, como si la cicatriz del tiempo hubiera experimentado un crecimiento exagerado. Nervaduras que encierran posidonias extrañas. Gota que unida a gota forma el camino por el que va el trazo de la letra. Y ahí el nombre, extendiéndose hasta llegar al apellido, como si fuera una culebra misteriorsa que avanza temblorosa bajo la luz del mundo.El Palacio de Cristal es así un velatorio donde descalzarse para velar y ver velar las almas que hay bajo eso nombres grabados y des-grabados. Hundidos y emergidos. Ella los saca a la superficie para que los descalcemos, los recemos, bailemos, recordemos… El palacio es el templo.

La sociedad dormida

«Solo el lenguaje poético nos puede ayudar a desentrañar la sin-razón de la violencia»

Inevitable también ver la sociedad dormida bien despierta. Ver el no saber. La sin razón. El avance implacable de la vida. Fui a ver la exposición era sábado y hacía sol. Familias y grupos de adolescentes se daban cita allí para sacar a bailar a los niños sobre esa alfombra de cristal, o fotografiarse unos a otros con a-doles-cencia ajena, de doler y no saber muy bien quienes eran esos nombres al sur de sus cabezas. De inventar juegos de niños en los que el reto era saltar más alto (siempre más alto, nunca más ancho) sobre los trazos que dormían tumbados en agua. La rayuela de la vida. Y es que todo entierra a todo. Los nombres entierran a los nombres, las noticias entierran a las noticias, los recuerdos entierran a otros recuerdos, el número de muertos entierra a otro número de muertos… Las piedras entierran a las piedras. Solo los vivos entierran a sus vivos pero también entierran a sus muertos.

Era una hermosa tarde de sábado tumbados al sol de octubre.

Si Salcedo fuera música y fuera torre, sería este John Adams con La transfiguración de las almas, obra coral en conmemoración de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 a dos Torres que eran Gemelas.

https://www.youtube.com/watch?v=1jCdOjOaJsU