Rosa Silverio: «Invención de la locura»
por Alberto García-Teresa
(Huerga & Fierro, 2019. 82 páginas)
La conciencia de la desigualdad de las mujeres frente a los varones y la denuncia del orden patriarcal atraviesa esta obra de Rosa Silverio (Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 1978) más que en ningún otro poemario precedente suyo. Así, mujeres concretas, en singular, como víctimas de un sistema machista, aparecen en las páginas de esta Invención de la locura. De hecho, el encierro en un manicomio de una mujer visionaria centra el poema inaugural del libro de modo revelador. Ellas hablan en primera persona, desde la lógica de su visión del mundo, y también afectadas, cómo no, por la interiorización de su exclusión o de su subordinación. De ahí el dolor ante la imposibilidad de la rebelión. Porque no hay herocidad; hay dolor, angustia, resignación a pesar del brillo de la insumisión: “pero no estoy rota, lo repito / Solo he tenido una caída”. La muerte, el suicidio o la reclusión (esa muerte en vida) aparecen al final o como horizonte de muchas de estas voces. Significativamente, las caídas son algunas de las acciones más retratadas en el poemario. Su valor simbólico es evidente, pero Silverio sabe trascender la obviedad para explorar la dimensión lírica de esa tragedia. La autora consigue, entonces, piezas estremecedoras.
Sin embargo, las aquí reunidas son voces que no se pliegan sobre sí mismas. Todo lo contrario; son plenamente conscientes del horror y la injusticia que se suceden en el mundo, más allá de las puertas cerradas. Apenas figuran nombres propios, y, cuando aparecen, lo hacen siempre para referirse a otras mujeres (nunca al “yo”). De esta manera, Silverio globaliza estas situaciones y las despega de la singularidad. No se trata de casos concretos y aislados; se trata de casos específicos que ocurren masivamente. Lo personal es político. Las alusiones a las grandes poetas asfixiadas por la opresión (Pizarnik, Dickinson, Sor Juana Inés de la Cruz, Plath…) no dejan de ser anclajes y búsquedas de asidero del “yo” que, asimismo, evidencia un trenzado que recoge esos nombres ilustres para no caer en el olvido.
Y a eso nos empuja este excelente poemario cohesionado y doloroso, a no olvidar; a ponernos en la piel de aquellas que, como tantas, han sufrido y sufren las múltiples caras de la violencia machista.