KATIUSKA en el Teatro de la Zarzuela
por Jorge Barraca
Katiuska de Pablo Solozábal inaugura la temporada zarzuelística 2018-19 con un montaje de Emilio Sagi coproducción del Teatro Arriaga, Campoamor, Calderón y el Teatro Español.Los dos actos de la obra se ofrecen sin descanso entre ellos, eliminando parlamentos prescindibles y efectuando transiciones rápidas y muy bien resultas. En una hora y veinte, aproximadamente, se brinda, con notable agrado del público, un espectáculo ágil, entretenido, que tiene la virtud de permitir concentrarse en la música de Sorozábal, directo y sencillo, con algunos toques de humor y sentimentalismo, sin caer en la parodia, no obstante lo absurdo de algunas situaciones del libreto. En suma, un montaje para solaz de unos espectadores con ganas de ver la obra con la ingenuidad con que se concibió.
Sagi presenta la posada de Boni prácticamente sin decoración, pero la enmarca en un cuadrado inclinado a cuyos pies se amontona un batiburrillo de muebles viejos y rotos, escombros, suciedad, grisura… restos -fácil es entenderlo- de la devastación que ha provocado la Revolución de Octubre. La cosa no desentona, al principio, aunque su omnipresencia acabe aburriendo. Luego, es de remarcar la dificultad que tan escabrosa zona del escenario crea a los cantantes cuando se aventuran a bajar por ella. El espectador contempla sus pasos dubitativos con el alma en vilo, temiéndose que alguna de las romanzas o dúos acabe con un agudo que no esté en la partitura. Pero, en fin, es esto solo un detalle. Hay que reconocer que la bella iluminación del espectáculo, los buenos detalles en el movimiento del coro y, sobre todo, lo bien resuelto que están algunos números señeros de la obra, como el de “los cosacos de Kazán”, el baile de las katiuskas, y, sobre todo, el foxtrot cabaretero -con iluminación de toda la sala de espectadores- son muestras de ingenio y saber hacer escénico.Del elenco, se hablará aquí al correspondiente a la función del 13 de octubre. Rocío Ignacio, como Katiuska, dio muestras de su buen fraseo, esmaltado timbre en el centro de la teistura y unos agudos filados muy bellamente emitidos; fue la más aplaudida, aunque mostró también algunas desigualdades y una cierta languidez en la emisión. Ángel Ódena encarnó al comisario del soviet Pedro dando de nuevo cuenta de su noble registro medio, aunque en sus agudos, por lo demás sonoros, se aprecia ya muy claramente la fatiga y el paso del tiempo. El príncipe Sergio correspondió a un Jorge de León timbrado, con facilidad en el registro alto y volumen más que suficiente. A destacar el excelente Bruno Brunovich de Antonio Torres, capaz, igualmente, de dar una comicidad justa a su personaje. Muy buenos en sus papeles secundarios Emilio Sánchez (como Boni), Enrique Baquerizo (como Amadeo Pich) y Amelia Font (como Tatiana). Y a destacar la Olga de Milagros Martín que, como siempre, a su buen canto unió gracia, desenvoltura, bailes, etc.
En la dirección musical Guillermo García Calvo obtuvo un magnífico rendimiento de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, quizás solo con algunos desequilibrios en los vientos, excesivamente destacados en algunos pasajes. Con todo, la batuta fue excelente en su fraseo y en el contraste entre los números ágiles y graciosos y los serios, evocativos y más liricos. El coro dirigido por Antonio Fauró, como es ya marca de la casa, tuvo una participación excepcional.