Artes Hoy
 

Elsa Di Santo: "Vivencias itálicas. Vaivenes del alma"


Bello y emocionante poemario


Por Julia Sáez-Angulo


Italia es el país donde nació la gran pintura occidental de la perspectiva, pero también la geografía que acoge las "vedutte" más refinadas como las del lago de Como, que di Santo recrea en un emotivo poema. La autora tiene raíces y ancestros italianos, lo que le vincula a la tierra. Sensibilidad italo-argentina en el molde de la lengua castellana.

Milán, Génova, Papua, Turín, Ravena, Sicilia, Nápoles... La autora se recrea en los monumentos y la cultura que rezuman los lugares. Mujer erudita, Elsa di Santo sitúa citas de Dante o de Alberto Guirri al comienzo de algunos de sus versos, en una suerte de diálogo o intermediación oportuna.

¿Quién viaja a Italia y no se deja atrapar por su belleza? La bella Italia se dice como tópico –verdad- frente a la dulce Francia, por ejemplo. De apellido y, por tanto, de origen italiano, pareciera que la autora se ha encontrado a gusto en su casa, donde la llamada profunda de las raíces aflora en el poema.

Elsa di Santo residió varios años en España donde llevó a cabo el doctorado y la tesis sobre un dramaturgo español del siglo de Oro. Ha ejercido la docencia en varios niveles y la escritura es su proyección creativa más genuina. Actualmente reside en Buenos Aires, donde la editorial Dunken ha publicado su libro.

En la segunda parte, "Vaivenes del alma", la poetisa se abstrae en la suerte de un viejo rosal o en las alegrías del hogar. Reflexiones íntimas que vienen a manifestar sensaciones gratas y pensamientos nostálgicos del pasado. Versos llenos de sinceridad y emoción, en los que la naturaleza aparece como el laboratorio de ideas poéticas.

La tercera parte del libro, titulada "Bruma, tempestad y desierto" registra las reflexiones poéticas de Elsa Di Santo ante los acontecimientos o instituciones del presente: el tsunami, la Unión Europea, Irak… La actualidad también es susceptible de versos en la mente creadora de esta autora.

Particular atención merece el poema a Edith Stein, la monja judía carmelita, que después de los horrores del nazismo fue capaz de seguir incólume en su fe. El poema es una especie de aceptación, de oración de abandono.



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Nº 20 - Abril de 2007

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