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Jorge Riechmann: Puente de hielo (Cantata en andrajos)


Ediciones de la Librería Cálamo, 2008



Por Alberto García-Teresa


En sus páginas este interesante proyecto basado en poemas ya editados y otras piezas inéditas, desmiembra sus versos y los pone en boca de meras voces anónimas ("A", "B", "C", "D", "X" y "Coro"). Así, no es el yo poético quien enuncia el discurso, sino un compendio de individuos y voces corales que consolidan las aspiraciones colectivas de la lírica del poeta.

El texto propiamente dicho está compuesto por multitud de preguntas (apela al lector/oyente, quien se convierte así en un nuevo sujeto que participa en la reconstrucción directa del sentido del texto), por algunas exposiciones y, en definitiva, por distintas reflexiones que, a su vez, buscan provocar una reflexión acerca de nuestro entorno.

La mirada del libro se posa en las contradicciones del sistema actual, en la injusticia, crueldad y cinismo de un reparto extremadamente desigual de la riqueza, la enfermedad y el dolor.

RiechmannPero Riechmann no se limita al ámbito estrictamente material, sino que habla de la miseria moral y ética y de la pobreza intelectual (para ello, por ejemplo, plasma de manera constante la confrontación y banalización de filósofos). De esta forma, la propuesta del poeta parece constatar que, en una sociedad en crisis que precisa un cambio estructural, necesita para ser no ya retratada, sino intuida, para asomarse a ella, una literatura también en crisis que posea un cambio estructural poderoso.

A pesar de todo, la esperanza en el valor de la conciencia ("sin embargo mientras alguien / siga sintiendo vergüenza de este mundo / no está todo perdido") es una de las pocas salidas que halla el autor para solventar la situación.

En sus versos, el poeta no pretende dejar constancia de hechos concretos ("para el horror / no hay palabras"), sino apelar a una actitud que desarrolla toda una organización. Al utilizar estrofas y poemas breves consigue crear un intercambio rápido de voces que, de esta manera, logra ubicar los silencios y los espacios de meditación del lector/oyente, que va ligándose entre sí sin dar oxígeno a la complacencia ("sin ceder un minuto de vida a la nostalgia"). Porque lo que sí está claro es que Riechmann le reclama un posicionamiento, una toma de acción inmediata ("es en este instante / cuando se decide la suerte de tu mundo / que es el mundo").

Con esa inmediatez también pide una asimilación plena de la vida, el encaramiento honesto, sincero, auténtico, sin fuegos de artificio, sin "juegos espectrales", de la vida. Exige lo inesperado, lo imprevisible: "nada está dado". En ese sentido, su poética ahonda en el taoísmo clásico, el cual traspasa como punto de partida su literatura.

Riechmann, por tanto, nos ofrece este experimento, esta apuesta, que no es un mero juego formal, sino que ha tratado de explorar nuevas vías de expresividad; de ganar en intensidad en su discurso. Y lo ha conseguido.

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Nº 42 - Febrero de 2009

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