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Javier Abella y sus flores metamorfoseadas


Galería Arte Contemporáneo. Colmenares, 11. Madrid.
Julio-Septiembre 2007



Por Julia Sáez-Angulo

 

Javier AbellaA continuación vino la investigación del estudioso y la manipulación creadora del artista. Comenzó el juego de la belleza y su construcción/deconstrucción, del manejo continuado de las formas en el computador, del arrastre del color hasta el infinito de las combinaciones cromáticas. Los resultados eran asombrosos. La metamorfosis de la imagen.

Nada hay más versátil que la creación digital para no dejar escapar el efecto óptimo de luz en la obra. Los colores reales de la cámara pueden ir virando con una rapidez asombrosa, en una inmediatez de segundos, sin distracción alguna del arrebato creador. Los colores vibran con una intensidad que se atreven a competir sin miedo con la naturaleza.

El autor sabe que está trabajando en fotografía artística, por eso, partiendo de lo real, indaga hasta encontrar la forma que busca, el color que precisa, la composición que desea hasta llegar al resultado estético más acorde con su lenguaje.

Las flores –tulipanes, camelias, lirios, rosas, calas, estrilicias...- derivan así en abstracciones, en telas vaporosas, en rostros, en alusiones sensuales o sexuales, en curiosos nocturnos, en paisajes abisales o abismales donde los pistilos devienen formas extrañas, misteriosas... No hay pincel más sorprendente y rápido que el computador, se dice el autor ensimismado en la obra que manipula, que aparece, que selecciona. Picasso lo repetía: "yo no busco, encuentro".

Composiciones cromáticas

El artista queda asombrado en las diferentes etapas de búsqueda en la pantalla, al igual que le ocurriera en la primera mirada al campo de girasoles. Se detiene en el proceso y escoge unas imágenes al tiempo que desecha otras.Javier Abella

El fotógrafo compone y crea fondos a partir de los tonos de la propia flor. Reduplica las formas en variaciones cromáticas, con ajustes puntuales, con tensiones imposibles. Crea dípticos que traen a la memoria el discurso del arte y su doble, del positivo y el negativo, donde las heridas de lo real se hacen luces al invertirlas. Son valores antagónicos sólo en apariencia dentro del trampantojo de las texturas.

De pronto introduce la geometría y la hace dialogar con las formas vegetales. El maridaje funciona; la conjunción enriquece las piezas. Nacen así los homenajes a Mondrian; a Vasarelly; a Albers; a Sempere; al orfismo de los Delaunay... de la misma manera que antes los hubo a Dalí en la foto Javier Abellade flores con hormigas; al Bosco con los paisajes fantasmagóricos; a Zurbarán con los blancos intensos.

Javier Abella ha dado una vuelta de tuerca a las flores y las ha transformado en fotografía artística. Ha tomado las flores como rica paleta de color, como abecedario de formas, como alfabeto de signos y las ha trasvasado a la fotografía en diversos formatos, en papel, en aluminio, en telas o cajas de luz. La caducidad de la naturaleza se ve redimida en el arte siempre más prolongado que la vida.

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Nº 26 - Octubre de 2007

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