Interiores , Retratos , Figuras y Dibujos (1995-2005). Juan
Manuel Velasco
Sala de Exposiciones Castilla-La Mancha de Cuenca
(Posteriormente viajará hasta Palacio de Congresos de Madrid)
JOSÉ MANUEL VELASCO
Por Julia Sáez-Angulo
Interiores , Retratos , Figuras y Dibujos (1995-2005) es
el título de la exposición que Juan Manuel Velasco ha expuesto en la Sala de Exposiciones
Castilla-La Mancha de Cuenca y seguidamente en el Palacio de Congresos de Madrid, donde permanecerá abierta
en abril. Toda la obra de una década de este artista, que se inscribe en el arco de los neoexpresionistas
españoles, surgidos a mediados de los 80. Una reflexión, balance y mirada hacia atrás
en el propio trabajo.
Catedrales, iglesias, templos, teatros, arcadas, naves, claustros, ábsides, palacios... Estancias
góticas, renacentistas, barrocas...El artista parece gozar con los amplios espacios interiores
que recrean la grandes construcciones del hombre. Espacios que producen asombro o recogimiento; Espacios
universales , los llama el autor. Un homenaje a la arquitectura, a la visión tridimensional
con perspectiva, con el juego fascinante de reconducirla al plano, a la bidimensionalidad de la
pintura, arte ilusionístico por excelencia. Pero la trasposición de los Interiores no
es textual o mimética desde la pupila, sino transmutada por el gesto y el color del artista,
nuevo artífice del lugar a través de su propio lenguaje, de un expresionismo inmediato
y suelto que recrea con fuerza la magia del lugar elegido, para darle su propia impronta.
El autor trata la materia con firmeza. La aplica con el pincel y la mano al mismo tiempo, como si
fuera una masa debidamente adensada. El artista necesita tocar la textura, percibir su efecto, calibrar
la composición, aplicar el color y trazar el dibujo que se hace esbozo contundente y definitivo.
Cuando se conoce bien la técnica, su aplicación permite una creación muy libre.
El pintor entra en el lugar, habita la pintura, se mezcla con ella hasta fundirse con su cromatismo
esplendoroso y salvaje. Colores restallantes de fuego, de sol, de selvas y de abismos... como si
los vitrales del lugar representado estallaran en el calidoscopio preciso del cuadro.
En sus retratos es sobre todo el rostro humano otro de los trasuntos históricos queridos y
tratados por Velasco. Cabezas de personajes relevantes o simbólicos como las de Cristo , Arlequín , Payaso,
Antonio Gala, Oscar, o el propio Autorretrato. Mención aparte merece
el cuadro Mujer humillada, en clara alusión al problema social de las mujeres maltratadas.
Retratos con rostros en primer plano que amplían la escala respecto al tamaño natural
y cobran así un poder comunicador más intenso. Frente al retrato de encargo, el artista
elige con libertad a sus personajes, en una elección reflexiva, emocional o afectiva. Es
el caso de los retratos de sus padres o de la princesa que encarna en sus rasgos, en la expresión
de su cara, la identidad y fisonomía de una tradición dinástica. Los rostros
del retratado se tiñen de expresión en su hermetismo hierático o en ambigüedad;
los sentimientos o las emociones también traslucen en ocasiones el sentido buscado por el
autor. El magisterio de Auerbagch planea sobre esta pintura.
Por otro lado, el cuerpo humano, en su desnudez, ha sido un referente de reto y de riesgo para todo
artista que busca en él la proporción áurea. Nada más clásico
que el hombre, la figura humana como referente plástico, pero el artista de hoy sabe insuflarle
el propio lenguaje para hacerlo icono contemporáneo, universal, eterno. Una imagen válida
para el presente. Si analizamos con atención los cuadros de Velasco con el tema de la figura
observaremos personajes extraños, ambiguos, híbridos o transexuales que indagan o
cuestionan su identidad. ¿Quiénes somos? parecen preguntarse e interrogar al espectador.
Son seres en busca de su definición de su manera de estar en el mundo. Indecisión, El
desorden, Las tres gracias; Trío desnudo..., podrían ser algunos ejemplos. La
materia y el gesto se reparten el trabajo de plasmarlos. Figuras con ironía, sonrisa tristeza,
mirada inteligente o soledad, que el trazo expresionista representa como caricaturas tiernas y mimadas
por el autor. Cuerpos y figuras clásicas en su modernidad. Pintura sin truco ni artificio.
El dibujo es el trazo inmediato y fresco de un artista, la idea germinal de un boceto que
puede llegar fiel o alterado al cuadro. " El estudio por medio del dibujo es absolutamente
esencial. Si el dibujo nace del espíritu y el color de los sentidos, es preciso dibujar para
cultivar el espíritu y ser capaz de guiar el color por los senderos del mismo", señalaba
Henri Matisse. Los dibujos Velasco, bocetos o no, son siempre ejercicios de mano, trabajos de libertad, opera
prima de lo instantáneo del pensamiento. Pájaros sueltos de un proceso inacabado
como es la obra única y total de un artista. Velasco trata sus dibujos no solo con grafito
o con ceras sino que gusta de añadir pigmentos pictóricos a base de aplicaciones,
manchas o toques de óleo o acrílico. Son dibujos que compiten con la pintura como
si reclamaran su particular protagonismo. El grafito define la forma del dibujo; el pigmento le
dota de color.
Velasco se encuentra en la estela fecunda del movimiento expresionista que hace del color un protagonista
fuerte, violento y compulsivo. El expresionismo que viene de un cordón umbilical que ha alumbrado
desde los movimientos Die Brücke (el puente) y Der Blauer Reiter (el jinete azul)
en 1924, con nombres de prestigio como Kirchner, Franz Marc, Feininger o Kandinsky, que pasa por
De Kooning, y llega hasta los expresionistas salvajes alemanes de los 80, sobre todo Basselitz.
En España dieron sus cotas más altas el grupo Atlántica en Galicia, Villatoro
en Madrid, etc. Velasco ofrece trazos firmes, colores intensos o negro como negación del
color, a modo de luces y sombras, con la acción directa del pincel y de la mano, que actúan
en la materia y el color; el pigmento -óleo o acrílico- se hace denso, táctil,
empastado...
Velasco va huyendo paulatinamente de la forma y parece tener como objetivo la abstracción rotunda
en la que el color va a ser el que hable y afirme con su fuerza y sus ritmos. Me atrevo a aventurar que
este artista, en su proceso, llegará como su admirado Kandinsky a la depuración de la forma,
a la libertad total hasta llegar a la abstracción, como lo hiciera el maestro vanguardista en
su famosa acuarela de 1910. El autor no tiene prisa, se reta con prudencia a ir haciendo de la forma
algo cada vez más sutil y evanescente, sin perder un ápice la fuerza del color que
es, junto al gesto que marca los ritmos, el protagonista definitivo de su pintura.
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