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Concierto en memoria de José Antonio Jáureguipor Jorge Barraca Mairal
Concierto en memoria de José Antonio Jáuregui .
Obras de Mozart, Mendelssohn, Rodrigo, Falla y Bach. Schola Camerata. Director: José María Mañero. Gudrún Ólafsdóttir (mezzososprano) Francisco Javier Jáuregui (guitarra, tiorba) Elena Jáuregui (violín) Auditorio Nacional. Sala de Cámara (Madrid), 26-XI-05. Ofrenda musical
Por todo ello, era lógico que este concierto, organizado en principio para la presentación artística de dos de sus hijos, que también desarrollan una brillante carrera concertística, se convirtiese en un homenaje a su figura y se recreasen en él algunas de las obras que más se identifican con la figura del pensador. El concierto se inició con el Mozart temprano y vital, pero ya plenamente desarrollado, del Divertimento nº1 en Re menor, K. 136. La Schola Camerata, dirigida por José María Mañero, tradujo la obra con un acomodo ideal al estilo, con un notable equilibrio instrumental, con fluidez, sin ningún encorsetamiento y con unas dinámicas vivas y bien contrastadas. El arranque y el desarrollo del Allegro fue lo más logrado, por encima del Andante y el Presto donde, no obstante, nunca aparecieron desmayos. La perfección técnica que, pese a su juventud, ha alcanzado Elena Jáuregui resulta sorprendente, pero menos que su madurez como intérprete. Su recreación del Concierto para violín en Mi menor, Op. 64 de Mendelssohn fue espléndida. Dueña ya de un sonido rico y personal, siempre valiente en los ataques, limpia en las agilidades y saltos, tocó en todo momento con una excelente concentración y musicalidad. Pese a que desde el Allegretto non troppo hasta el final el sonido de la orquesta se desequilibró un tanto a favor de los vientos y en detrimento de la cuerda, que debería haber tenido más presencia, la violinista siguió su interpretación segura, pese a las exigencias técnicas que cierran la obra. Sin embargo, fue aún mejor el legato del que hizo gala en el Andante, donde produjo un sonido aterciopelado y pudo profundizar en el sentido emocional de la obra.
Por último, la mezo Gudrún Ólafsdóttir subió a escena para regalarnos una interesante versión de las Siete Canciones Populares Españolas de Manuel de Falla (orquestación de L. Berio). La cantante islandesa mostró una dicción excepcionalmente clara, pese a las lógicas dificultades idiomáticas, y encontró una manera de recitar genuina, ajena a todo el exceso impostado en el que, tan a menudo, caen las intérpretes extranjeras de esta obra. Es la suya una voz de limitado volumen, pero de timbre muy hermoso, lo cual la convierte en una intérprete ideal para la música de cámara y liderística. En cualquier caso, la orquesta debería haberla tapado menos en instantes como la Seguidilla o el Polo. Al mismo tiempo, mostró una gran musicalidad y un enorme gusto. La Nana tuvo unos acentos muy especiales, lo mismo que la Canción. Los fraseos resultaron siempre limpios y las exigencias vocales se salvaron con naturalidad, muestra de una técnica bien trabajada y una excelente escuela. El concierto se cerró con una propina de La Pasión según San Mateo (Erbarme dich, mein Gott) de J. S. Bach. Juntos, los tres solistas de la velada ofrecieron una interpretación equilibrada y sentida de una de las músicas más bellas del Kantor de Santo Tomás, aquél para quien José Antonio Jáuregui reservó el calificativo de "Himalaya de la música occidental". |
Nº 6 - Diciembre de 2005
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