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Kimsooja: Respirar- Una mujer espejo

Palacio de Cristal. MNCARS. Madrid. Del 27 de abril al 24 de julio de 2006


Por Mariano de Blas Ortega

Invitación al sosiego

El trabajo de Kimsooja (Taegu, Corea 1957, desde 1998 vive en Nueva York) se basa en la noción del anonimato como una metáfora de las fuerzas que nos unen contra el ser uno mismo (J. Zugazagoitia). Su postura existencial, tan vinculada a sus raíces culturales, le hace presentarse, como un individuo sin nombre, en una suerte de lucha por conseguir un "despertar". Para ello, Kimsoojadesde 1997 realiza vídeos de sus acciones llevadas a cabo por ciudades y lugares a lo largo del mundo. En ellas, se suele presentar sola e inmóvil, de espaldas a la cámara. Cuando las personas discurren a su alrededor, ella parece encarnar la soledad, un espacio ajeno al de las personas que la rodean, de tal manera, que ese ambiente multitudinario se convierte en un "no lugar" (Marc Augé), en cuanto que parece ser un espacio de anonimato por obra de la figura solitaria y ajena que encarna Kimsooja. Esto resulta todavía más evidente en espacios tan masificados como Tokio, Shangai, Delhi, Nueva York, Méjico DF, Cairo, Lagos o Londres. En ellas ha sido "Una mujer de aguja" (1999-2001), "Mujer mendigando" (2005) o "Mujer sin casa" (2001). Las ciudades millonarias de personas, parecen enormes recintos de masificado aislamiento, de soledad inmensa, de egos rodeados de densos no-lugares de anonimatos. En otras ocasiones, se ha interesado por tratar acontecimientos más políticos o sociales referidos a la masacre de Kwangju (1980), una brutal represión antidemocrática en Corea; a las víctimas del derrumbamiento de un supermercado en Seúl (1996); a los refugiados de Kosovo; o al 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. A lo largo de su trayectoria, especialmente durante los últimos años, junto con sus instalaciones, fotografías, performances y vídeos, Kimsooja ha venido realizando proyectos de intervención específica en diversos espacios. Su interés radicaba inicialmente en la pintura. Del estudio de la superficie mediante unos collage abstractos, pasó a la tridimensión generadora de espacios expansivos. Comenzó empleando la costura como una actividad en sí misma que se convierte en metáfora, pensamiento tan antiguo como el tejer y destejer de Penélope. Pero en Kimsooja, este quehacer tiene una significación tradicional, en cuanto que está referido a los bottari, que son unos fardos rellenos de ropa vieja hechos con colchas tradicionales que, en la tradición coreana, están relacionados con las fases de la vida, esto es, el ciclo que abarca tanto el nacimiento como la muerte. Kimsooja señala que ya en 1983, "descubrió la metodología del coser como un medio de cuestionar el arte y la vida mientras estaba cosiendo una colcha tradicional". KimsoojaEntonces tomó la decisión de hacerlo diariamente como una nueva forma de vida. Un acto, el de coser, que personalmente lo vinculaba al del duelo. "Mi primer intento de coser con ropas usadas fue hecho con los restos de la ropa de mi abuela, que había dejado después de su muerte un año antes". Esta actividad está cercana a un ritual basado en una salmodia monótona y repetitiva, como un rosario, una novena, o el humilde tejer ("la labor") de las abuelas y madres de antaño, tan entonces tan populares en la cultura española. Para ello, Kimsooja recurre a cantos de los monjes tibetanos, gregorianos e islámicos, así como a su propia respiración. En 1997 realizó el vídeo "Ciudades en movimiento, 2.727 kilómetros en el Camión Bottari", se refiere a un viaje de once días a través de Corea en un camión cargado con bottari. En la actualidad, está volcada en sus actividades de vídeo y acciones (perforances). Esto le permite una lectura alegórica de su ambiente. Un ambiente que reconstruye bajo los parámetros de anonimato y aislamiento en donde ella surge como un ser ajeno, incomunicado, como una metáfora viviente del "aparecido", fantasma de un espíritu que, rodeado de seres humanos vivos, está imposibilitado de comunicación. El fantasma nos ve, pero él no es visto por los que le rodean. Traducido a los espacios actuales, eso serían las virtuales imágenes de los televisores, en donde deambulan personajes que son vistos pero que ellos no ven a los que les ven, sino es a través de los anónimos "indices de audiencia" que "miden" en cuánto son vistos. Todo ello, a su vez, produciendo espacios de anonimato entre los hogares que los contemplan; teleespectadores embelesados por las luminosas imágenes en un magnífico aislamiento de los unos de los otros, al tiempo que dejan de vivir sus vidas para recrearse en las virtuales que los suspenden en un "no-ser" para "ser-lo-que-ven". La artista coreana, al contrario, nos hace retornar a nosotros mismos, a nuestro "sosiego" (concepto tan apreciado en el XVI español, tal era el caso de Felipe II), precisamente al hacer explícita el anonimato y el aislamiento. El problema radica en cómo hacerse oír en medio del tumulto de fenómenos mediáticos como el Mundial, bajo los acordes del inefable, por embrutecedor, "A por ellos, oé.". En cómo hacer relevante el arte contemporáneo, aparentemente inescrutable y hermético, cuando artistas tan sutiles como Kimsooja tienen que competir con el estruendo de tales eventos. Imagínese que la "hinchada" se convierte en paseante, avanza bajo los espacios de cuento encantado de los jardines del Buen Retiro, en silencio recatado, por aquello de disfrutar del bullicio de la pajarería que trina en la primavera madrileña. Llega a la gran fuente frente al Palacio de Cristal. Se descalza, en grupos de veinte en veinte, para no ser masa nunca, sino grupo. Más parecidos a manada simiesca o lobezna que a "estadio repleto", que a veces lo animales superan a los hombres, como las viejas fábulas señalaban con sus sabios animales. Se ha dicho que la obra de Kimsooja huye del caos y del ruido que invade nuestra cotidianeidad, para concitarnos a reencontradnos con nosotros mismo, una obra que invita a la reflexión de los verdaderos problemas esenciales de Kimsoojanuestra existencia. Kimsooja, ha resuelto para la ocasión la manera con que ya otros tantos artistas, que la han precedido, han escogido para resolver trabajar en un espacio tan especial como el Palacio de Cristal, esto es, la relación de su obra con el espacio que circunda el recinto mismo, el Jardín del Buen Retiro. Hace tres años, realizó "Loto: zona cero", en el pabellón de cristal (Palais Rameau) de Lille. Luminarias rojas colgaban del techo incidiendo de una manera más "agresiva" en el espacio a disponer, pero el entorno en Lille era urbano, y por tanto, invitando a un distanciamiento del mismo. En el 2002, también tituló su trabajo como "La Mujer Espejo" para una instalación en la galería Meter Blum de Nueva York. Rodeó las paredes de espejos y el suelo con un laberinto de telas multicolores. Al tiempo, sonaban los monótonos cantos de los monjes tibetanos. En la del Palacio de Cristal, el suelo es un espejo por donde discurren los visitantes descalzos con calcetines. El suelo refleja la luz coloreada que penetra por las paredes acristaladas del recinto cubiertas por unas películas de difracción que difunden la luz que les entra del exterior mediante unos espectros de arco iris. Lo mejor es apreciarlo en días soleados y durante los atardeceres. La luz está rodeada por la casi imperceptible respiración de la artista que poco a poco se hace más profunda y acelerada hasta adquirir un clímax acelerado. A continuación se convierte en un canto, la pieza de sonido "La fábrica del hilado", ahora su respiración es sólo un sonido de fondo. En la sala, un cartel invita al silencio, si esto se quiere conseguir, evitar la presencia de niños (y sus mamás), que con su griterío rompen con la intención de la instalación, aunque añaden otro encanto, el de combinarse con el gorgoteo de los pájaros. La contemplación de la instalación se transforma por la constatación del descubrimiento de uno mismo reflejado en los espejos. El espectador ya forma parte de la instalación, su reflejo se proyecta en el campo espacial del trabajo hacia un espacio infinito. Por el contrario, el protagonismo del artista queda subordinado, a costa de la internalización de la reflexión por parte del visitante, ya co-participante, que es invitado a una enriquecedora aproximación acerca de sí mismo. Esa riqueza reside en la propuesta de Kimsooja de trascender de las divisiones de un ser fragmentado resuelto en unos trabajos cuya resolución tienen lugar en el corazón de un proceso extremo de cuestionamiento, en el cual cada individúo se hace más personal e íntimo.

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Nº 12 - Junio / Julio de 2006

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