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Cristina Fernandez Cubas: Parientes pobres del diablo

Editorial Tusquets. Barcelona 2006, 180 págs.

Por Cristina Bartolomé Porcar

Regreso al mundo de los cuentos

[Image]El nuevo libro de Cristina Fernández Cubas es todo un acontecimiento en lo que al mundo de la brevedad se refiere. La escritora barcelonesa supuso, allá en 1980, un hito para los aficionados al cuento literario español. Con su primer libro de relatos, Mi hermana Elba, logró un gran éxito por su incursión en lo fantástico. La autora retomaba ese modelo de escritura que nació en la literatura decimonónica de Poe y Maupassant, y que ha llegado hasta nuestros días pasando por los imprescindibles Cortázar y Borges. Sin embargo, tras la buena acogida de sus últimos cuentos, aquellos recogidos en Con Ágatha en Estambul de 1994, la escritora cayó en un silencio cuentístico que ha tardado nada más y nada menos que doce años en romper. Sus lectores, sin lugar a dudas, lo celebramos.
Y lo celebramos porque estábamos expectantes después de sus insatisfactorias incursiones en el género novelístico. Ya nos había desencantado el naufragio de un joven seminarista en El año de Gracia (1985), a modo de Robinson moderno, de manera que la anécdota fantasmagórica que sustentaba la aventura de la protagonista de El columpio (1995) sin la solidez suficiente para hacernos vibrar a lo largo de sus 137 páginas, nos hizo ansiar su regreso a aquellos relatos misteriosos de sus primeros tiempos.
También lo celebramos porque nos hemos enganchado a su ángulo del horror, es decir, a esa mirada que descubre lo sobrenatural de la vida cotidiana, y lo misterioso de la locura humana. En pocos autores hay tantas apariciones, fantasmas o sueños. La escritora somete a sus personajes a todo un catálogo de posibilidades fantásticas que van desde la sorpresa de los personajes, la asimilación de los hechos en un mundo donde lo habitual es lo extraño hasta la explicación lógica de lo extraordinario. Cristina Fernández Cubas es muy constante en sus temas y estos cuentos no defraudan, ella misma ha reconocido en una entrevista que no ha cambiado, que en sus libros: "El punto de partida sigue siendo el mismo. Y también el mundo. Tal vez he ganado en audacia". Ciertamente, en estos tres cuentos hay una suerte de continuidad con sus restantes volúmenes. De este modo, el lector ya familiarizado con la obra de la autora distingue en estos cuentos sus más antiguas obsesiones. Por otra parte, para el lector no familiarizado, Parientes pobres será todo un descubrimiento: descubrimiento de un mundo y de un lenguaje. No debemos olvidar que el argumento no es lo más importante de estos relatos, sino también un estilo que no cae en el tópico.
[Image]En el primer relato un comerciante sufre en África los efectos de una extraña maldición al alojarse en un pequeño hotel. En tono de humor y de denuncia, el protagonista se encuentra con una fauna de personajes atraídos a ese mismo lugar por lo exótico. Como manda el género fantástico, las apariencias apacibles y tranquilas del entorno anticipan algo extraño y desapacible que pronto se vuelve contra el protagonista. Si bien el relato está bien construido, quizá su estructura tradicional de efecto lo hace un tanto previsible.
La figura del demonio ha sido asociada normalmente a la maldad más destructiva, a la insolencia y a la fealdad más repulsiva concebida por la mente humana. La literatura está llena de seres "diabólicos" como Frankestein, Drácula, el Hombre Lobo y hasta los gángsteres de la Ley Seca… ¿Qué sabemos de ellos? En el relato que da título al volumen, un joven de buena familia, Claudio, decide emplear su tiempo y sus viajes en investigar una extraña y nueva casta de diablos descendientes pobres del ángel caído. La narradora acomete dos operaciones: por una parte nos relata su visita a la familia de Claudio tras su muerte y sus  reuniones con él a lo largo de años; por otra parte, separados gráficamente por una cursiva, transcribe las conversaciones que mantuvo con el finado sobre el tema en cuestión. Los PPDD, pues con este acróstico los nombra la autora, son aquellos que no soportaron la presión del trabajo maléfico, es decir, el torbellino de actividad del entorno del Diablo, los que, en definitiva, no podían mantener el ritmo vertiginoso del infierno. Son, en resumen, diablos fracasados que no los aguantan allí abajo y nos los mandan a vivir entre nosotros. No son pobres diablos, sino simplemente diablos "de cuarta".

Cuestión de gustos es privilegiar uno de esto relatos y yo me he decantado por el último: "El moscardón". Si el primero posee el atractivo de lo fantástico tradicional, el segundo el de la emoción de la maldad, el último me parece que es el más atractivo puesto que recoge la ternura de la locura senil. Se trata de una historia que nos recuerda, por su temática, el relato titulado «El lugar» del citado Con Ágatha y por sus personajes a «El legado del abuelo» aparecido en El ángulo del horror. Una anciana un poco chalada intenta evitar que sus familiares la ingresen en una residencia. Para ello quiere ganarse a sus cuidadoras, regalarles su propia ropa, utilizar trucos para recordar todo… Pero algo nos hace sospechar de su cordura puesto que atri­buye a un "simpático" moscardón el reencuentro con viejas compañeras de colegio, con las que revive escenas del pasado. Lo interesante de este relato es que recoge la conciencia de una mente anciana y perturbada por la falta de memoria. Es sobresaliente cómo juega la autora con los distintos niveles de realidad que para la narradora tienen los hechos, pues su propia mente es el principal misterio del relato. Tan sólo recuerdo un libro que utilice el enfoque de la ancianidad: en La fuerza del destino de Josefina R. Aldecoa encontramos a Gabriela, la protagonista de su celebérrima Historia de una maestra en el ocaso de su vida. Quizá este enfoque resulta más llamativo frente a la repetida mirada "del niño" tan frecuente en nuestra narrativa desde los encomiables ejemplos de Delibes o Marsé, entre otros muchos.

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Nº 11 - Mayo de 2006

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