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Carsten Höller: Los Toboganes como Arte

The Unilever Series: Carsten Höller. "Test Site".
Tate Modern. Londres. Del 10 de octubre 2006 al 9 de abril de 2007.


Un patio de recreo para el cuerpo y el cerebro


Por Mariano de Blas


En la Sala de turbinas de la Tate Modern de Londres se monta una gran instalación cada otoño, desde hace siete años. Las Unilever Series son una mezcla de proyecto expositivo artístico y espectáculo ferial. Ultimamente, su inauguración ha coincido con la de la Feria Frieze de Londres que, en su tercera edición, tiene la intención de estar entre las tres más importantes del mundo. Estos dos proyectos delimitan claramenteCarsten Höller dos propuestas en el arte, la espectacular y propagandista y la comercial. La primera situada en un organismo público (aunque con financiación privada en lo que el proyecto Unilever se refiere), la segunda, una gestión privada y comercial.

La presente se titula Test Site y su autor es Carsten Höller. Está constituida por un conjunto de toboganes por los que los visitantes pueden descender. En inglés existen dos términos para referirse a ‘lugar’, site y place. Place tiene una connotación de porción de espacio definido o su parte particular con referencia a su ocupación, mientras que site se refiere al lugar en donde ocurre un evento. Site viene del latín situs y llega al inglés desde el francés de los normandos. La cercanía de significados entre los castellanos ‘sitio’ y ‘lugar’ es mayor que en inglés. Sitio es un lugar "determinado que es a propósito para algo", dice la Real Academia. Es decir, el título Test Site se refiere a un lugar sometido a prueba en donde ocurre un acontecimiento. Estas nociones se alejan completamente del concepto de exposición tradicional, en donde un espacio se ‘sacraliza’ mediante la ocupación del espacio por obras valiosas que son las que producen el ‘acontecimiento’. El acontecimiento de esta guisa está fuera de toda duda, no es una ‘prueba’, sino una certeza. Al contrario, los sucesos contemporáneos están sometidos a la comprobación futura de su relevancia, mientras tanto son una ‘prueba’. Así pues, estamos en presencia de una apuesta de arte contemporáneo, ya que no se manejan certezas, sino que se pretende conjurar acontecimientos con consecuencias no del todo previsibles.
El autor de este trabajo es un ciudadano de Europa, alemán nacido en Bélgica en 1961 que, desde el 2000, vive en Estocolmo. Estudió medicina en Kiel, lo que ha influido en el hincapié que hace de la experiencia como eje de su trabajo. En 1980 comenzó a interesarse por el concepto de tobogán. En 1998 empezó a diseñarlos y construirlos, en Berlín, en el KunstWerke, Helsinki, Nueva York, Boston y Milán, para el edificio Prada que conecta con el edificio Miuccia, accediendo al aparcamiento. También ha desarrollado un proyecto para el parlamento inglés. A través de varios toboganes los parlamentarios podrían acceder directamente desde sus despachos hasta sus escaños. La idea del tobogán, según ha señalado Höller, le surgió al ver las salidas de incendios en forma de tobogán de una residencia de mayores en Bruselas. Entusiasmado con la idea, ha llegado a proponer una villa olímpica, con este modo de ‘comunicación’, para los Juegos del 2012 de Londres.
Carsten HöllerCon los toboganes, Höller reúne los conceptos de útil y artístico, separados cuando lo segundo era entendido antiguamente como algo que no era útil, sino bello. La experiencia histórica demuestra que lo meramente útil ha pasado a ser considerado artístico, precisamente cuando a su vez a dejado de ser útil por obsolescencia. Por ejemplo, los acueductos romanos o los castillos medievales. Desde luego que ya los museos exponen como arte objetos (sillas, lámparas, motos..) de un diseño obsoleto cuya utilidad ha quedado relegada, para depurar sólo su estética. Así quedan hermanados en la ‘belleza’ con las obras de arte que fueron creadas exclusivamente para ser arte.
Pero esta argumentación puede ser retomada de otra manera, en el sentido de que artistas como Höller lo que demuestran es que el arte nunca ha tenido una finalidad pura artística, sino que ha sido un instrumento de expresión y propagador de ideas que, o bien eran extrínsecamente artísticas, o las intrínsicamente artísticas han sido reutilizadas para otras funciones y usos. Por ejemplo, el arte de David e Ingres fue utilizado al servicio, tanto de la monarquía napoleónica, como las de los dos últimos borbones en Francia. El expresionismo abstracto americano de los cincuenta ha servido, casi desde el principio de su aparición, como propaganda de la hegemonía cultural emergente de USA, mientras que el Impresionismo y Van Gogh han servido de paradigma de un gusto burgués a posteriori de su realización, en un claro ejemplo de reutilización. Con los toboganes de Höller no hay duda de esta instrumentalización que une lo bello con lo útil, los conceptos de meramente artísticos con los propagandísticos de una cultura. La espectacularidad de una instalación artística en un viejo centro de la industria, la central eléctrica que fue la Tate. La participación popular en el evento, en donde el intelectual patricio del arte convive con el turista más plebeyo, todos hermanados en el síncope del descenso vertiginoso.
Höller siempre ha tenido un gran interés por un arte participativo, en donde la experiencia del espectado primara. Si alguna vez ha realizado una obra que no podía ser participada activamente lo era para hacer una referencia a la participación. Tal es el caso cuando en los noventa montó una serie de instalaciones "para matar niños", en las que uno de los trabajos era una hamaca en el borde de una terraza de un edificio elevado. En otros en los que no ha construido toboganes ha lanzado a los visitantes por los aires, Flying Machine (la máquina de volar) de 1996. Upside-Down Goggles (auriculars arriba y abajo) (1994/2001) en los que se modificaba la visión. Frisbee House (la casa de Frisbee) de 2000, con una habitación llena de Frisbees, o Ball House (1999), con bolas, aquí, los visitantes podían jugar con los Frisbees o con las bolas. En Upside-Down Mushroom Room (habitación de setas arriba y abajo) (2000), una instalación con unas setas gigantes colgantes Carsten Höllerque daban vueltas del techo en una habitación que se movía de arriba abajo. Todo esto es un ejemplo más, en donde la frontera entre espacio sacralizado del museo en donde ‘adoramos’ las obras de arte, se confunde con la de la sala de juego, ya que la interacción del visitante, que deja de ser mero espectador, tiene un gran componente lúdico. Las expresiones se tornan, de meditabundas en el silencio respetuoso, a la contemplación en risotadas ruidosas. Esto es otra posibilidad de indagación del interior de cada uno. Lo novedoso de estas manifestaciones es la elevación de categoría de la risa y el juego a gran arte. El museo hermanado con el parque de atracciones. La danza en el exclusivo teatro de ópera se funde con el baile de barrio, en cuanto a experiencia interactiva se refiere. La interacción formal ya se había hecho con los cuadros costumbristas en los museos en donde el Moulin de la Galette (un baile) se expone en el Louvre.
Pero además Höller abriga unas intenciones que van más allá de la del artista para hacer propuestas de urbanista en donde la experiencia del ambiente y el transporte induzca a otra postura existencial. Él prefiere no asociar su trabajo con los toboganes con los niños, los parques de atracciones o los campos de recreo de los colegios. Desea una propuesta de utilización en una vida diaria de adultos. Sostiene que no dañan el medio ambiente y que introducen un punto de locura en nuestras vidas que puede resultar muy beneficioso. Una utopía que tiene su realidad cuando se nos advierte al principio de cualquier vuelo que hay unas rampas de emergencia (toboganes) a cada lado del avión.
Para su trabajo en la Tate, Höller ha dispuesto de "un tobogán (que) es un trabajo escultórico con un aspecto pragmático", según sus propias palabras. Hay dos hechos, dos espectáculos, el que se atreve a tirarse y el que ve al que se tira. Las expresiones en los rostros de ambos son una mezcla de espanto y de placer. Éstas se pueden apreciar perfectamente en los usuarios de los toboganes porque su diseño está hecho a propósito de materia transparente. Höller ha especificado que su interés es "ambos, el del espectáculo visual y el de ver a la gente deslizándose y el del ‘espectaculo interior’ que experimentan los que se deslizan, el estado de deleite y ansiedad en el que entras cuando desciendes"
Este no ha sido el primer trabajo de Höller para la Tate, ya en 2003 expuso una creación de un laberinto de puertas de corredera electrónicas. PeroCarsten Höller lo que ahora ha construido han sido unos toboganes mastodónicos que discurren de arriba abajo por el interior de la Sala de Turbinas de la Tate, que tiene una dimensión de 152 m de largo por 35 m. de alto, creando la sensación de unos gigantescos tubos digestivos, esto es, como si de pronto se mostrara el interior orgánico del edificio que va digiriendo hilarantes visitantes que discurren por su interior cilíndrico serpenteante. El más largo de los toboganes mide 55.5 m., y cae desde una altura de 26.5 m. (correspondiente a los cinco pisos del edificio), con gradiente de 30 a 35 grados. En su conjunto son cinco toboganes que parten de los pisos segundo, tercero, cuarto y cinco del edificio. Construidos en acero inoxidable y cubiertos de plástico transparente, toman diferentes curvas, al tiempo que bajan desde distintas alturas. Para deslizarse desde los más altos, hay que adoptar la precaución de apoyarse en una tela de saco de algodón para paliar los efectos del rozamiento, mientras que se es aleccionado previamente de poner los pies por delante y los brazos pegados al cuerpo. Desde luego que hay riesgo de accidentes graves, lo que sin duda habrá acarreado un importante monto en seguros de prevención a la Tate. Los tubos de los toboganes se han acolchonado con aislantes de goma, lo que no evita algunas magulladuras. "Es un patio de recreo para el cuerpo y el cerebro", ha señalado Höller, añadiendo que "el momento de bajada por el tobogán es un momento de soltarse". Los toboganes terminan en la iluminada Sala de Llegada en medio de la Sala de Turbinas después de haber podido alcanzar ha 48 kilómetros a la hora. El director de la Tate Modern, el valenciano Vicente Todolí comenta que "en suma, él (Höller) ha ofrecido una experiencia, los resultados o el efecto que tenemos todavía por entender".
Para Höller, "un tobogán puede cambiar nuestra percepción del espacio y el tiempo. La estructura de nuestro cerebro está condicionada por ese vértigo y las cosas que están organizadas de una forma concreta pueden cambiar inesperadamente y ser experimentadas de otro modo". Se basa en la expresión del escritor francés Roger Caillois, "Un pánico voluptuoso en una, de otra manera, mente lúcida". Es importante meterse dentro de los toboganes, los que sean capaces, para apreciar en toda su extensión este trabajo. Curiosamente, ahora, para apreciar completamente una obra de arte, no es suficiente una capacidad intelectual, sino además la física de ser capaz de bajar por un tobogán y resistir el vértigo y a los embates de la bajada.
La prensa británica, como cualquier otra, se ha hecho eco de la discusión si esto es un "despilfarro", tema que aparece unido, como siempre que se trata acerca del arte contemporáneo, a nociones de ‘relevancia’ y ‘valor’, incluso si es esto, al fin y al cabo, arte o no. Toda esta discusión entraría en otra más amplia, en la que esos mismos círculos mediáticos no entran, la de relevancia y la de la (obvia) conveniencia de mantener dos joyas arquitectónicas cercanas (al otro lado, en la margen norte del río), el edificio con forma de huevo de Foster, diseño moderno, y la barroca Catedral de San Pablo que diseñara Sir Christopher Wren en 1673. La respuesta está en la misma catedral, el arte es una constante mutación, al menos en Occidente, como lo es la sociedad que lo produce. En ese mismo lugar ha habido catedrales desde el siglo VIII de nuestra era, y ésta es la cuarta que lo ocupa. La Tate Modern pertenece al mismo entorno que ha experimentado la mutación del antiguo barrio extramuros en donde Shakespeare representara sus obras, en el reconstruido teatro cercano. De barrio de arrabal isabelino, a lugar industrial, de lugar depauperado y abandonado, a centro rehabilitado de arte, comercial y residencial de la ribera sur del Támesis.
Así, con estas exposiciones, parece que la Tate Modern se convierte en el más importante museo de arte contemporáneo del mundo. Con sus cuatro millones de visitantes a la Sala de Turbinas, duplica las visitas del MOMA neoyorquino. Parece que el centro del arte contemporáneo nos queda más cerca de los españoles, por geografía, por unión europea y por director español, por cierto, además la entrada es gratuita.

Más información en: http://www.tate.org.uk/modern/exhibitions


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Nº 14 - Octubre de 2006

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