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Edward S. Curtis y los indios de América del Norte

Sala de Exposiciones Caja Duero. Zaragoza. Hasta el 16 de julio.

Por Luis Úrbez

Edward CurtisEdward Sheriff  Curtis, el captador de sombras, como acostumbraban a llamarle los indios que posaban para sus fotografías, nacido en Whitewater (Wisconsin) en 1868, aprendió a hacer fotos y trabajarlas en el laboratorio de forma autodidacta con una cámara que él mismo se construyó siendo todavía un adolescente. Convertido ya en  afamado fotógrafo, en 1900 fue invitado, por el naturalista y especialista en temas indios George Bird Grinnell,  a participar en la segunda expedición etnológica de Montana, a convivir con las tribus indias de la zona y a fotografiarlas. El mismo Grinnell le enseñó los métodos aptos para registrar científicamente la información. Comienza entonces un proyecto artístico y científico al que Curtis dedicaría toda su vida: fotografiar y estudiar de manera documentada la vida y el espíritu del indio norteamericano, antes de que se “contaminaran” con la irrupción del hombre blanco.

Edward CurtisDurante una treintena de años, Curtis transitó Estados Unidos, desde Mississippi hasta  la costa del Pacífico, y de Nuevo México a Alaska, acumulando más de cuarenta mil fotografías de ochenta tribus indias, diez mil cilindros de fonógrafo, películas, infinidad de notas. Su trabajo se plasmó en la monumental obra impresa de veinte volúmenes  The North American Indian. Tan ambiciosa empresa le costó su fortuna y la salud. Falleció en 1952, a la espera de viajar a las regiones amazónicas y a los Andes, sin un dólar y en buena parte olvidado.

El documento de presentación de la exposición en Caja Duero comenta una cuestión que nos parece de gran actualidad en tiempos de interculturalidad. “Aunque Curtis se planteó hacer un trabajo científico, a menudo las contradicciones entre aquello que veía y lo que quería ver, entre su tradición, su propia formación y las nuevas experiencias, su vocación por la belleza, por lo mítico, no se lo permitieron”. La difícil convivencia de la ciencia y de la estética. La exposición de Zaragoza, repartida en cinco secciones que recogen la actividad de Curtis en otras tantas zonas geográficas (Grandes llanuras, Sudoeste, Altiplano y bosques, Costa noroeste y California), da cumplida y atractiva muestra  de esta controvertida obsesión.


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Nº 12 - Junio / Julio de 2006

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