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La Tabernera del Puerto

Por Jorge Barraca Mairal

Música de Pablo Sorozábal.
Libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw.
Dirección Musical: Manuel Galduf.
Dirección de Escena: Luis Olmos.
Escenografía: Gabriel Carrascal.
Figurines: María Luisa Engel.
Iluminación: Fernando Ayuste.
Dirección del coro: Antonio Fauró.
Intérpretes: José Bros (Leandro), María José Moreno (Marola), Juan Jesús Rodríguez (Juan de Eguía), Iván García (Simpson), Pilar Moral (Abel), Ismael Fritschi (Chinchorro), Marta Moreno (Antigua), Aurelio Puente (Ripalda), Abel García (Verdier).
Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro de la Zarzuela).
Coro del Teatro de la Zarzuela. Madrid.
Nueva Producción del Teatro de la Zarzuela.
Funciones del 28 de abril al 28 de mayo de 2006.

La tabernera del PuertoLa Tabernera del Puerta es una zarzuela muy agradecida por el público. Con una puesta en escena eficaz —como la que ha presentado el coliseo de la calle Jovellanos— se alcanza con facilidad el primer peldaño para lograr el éxito popular. Precisamente, en aras de ese beneplácito popular, Luis Olmos ha recreado la imagen más tópica que el espectador tiene del puerto donde se sitúa la acción. En este marco añade algunos efectos escénicos muy vistosos (lluvia, rayos y truenos, mar embravecido, etc.) gracias a distintas proyecciones y una iluminación bien regulada. Además, hay un justo equilibrio entre las partes cómicas y dramáticas, y los cantantes tienen una actuación verosímil.
            Funciona también de forma excelente el escenario en dos niveles que sirve para delimitar el puerto. Los figurantes y los protagonistas transitan con normalidad por arriba y por abajo, y efectúan de forma muy ágil salidas y entradas en los espacios interiores y exteriores. En general, también las transiciones entre cuadros están bien resueltas, e incluso —siempre desde la sencillez— la escena en que Leandro y Marola navegan en medio de la fuerte marejada. Algún detalle realista, como por ejemplo el dominio que Juan de Eguía tiene sobre Simpson merced a la ginebra, son otros aciertos de la producción.
            Sin embargo, la falta de una buena comunicación escena-foso supuso un pequeño borrón de estas funciones. Un director de tanta calidad como Manuel Galduf no acabó de tener en cuenta la sonoridad excesiva de la orquesta en determinados momentos de la obra. En el primer acto tapó voces tan firmes como las de José Bros y María José Moreno, e hizo forzar en exceso el volumen de Iván García en el Acto II. Tampoco aprovechó instantes de belleza tímbrica y lirismo que alberga la partitura de Sorozábal. En el haber —eso sí— hay que poner la agilidad con que llevó la obra y el control con que condujo a la orquesta en todo momento.
            Pero, sin duda, las representaciones tuvieron en el concurso de las voces protagonistas su mayor puntal. Para empezar, hay que reconocer que fue un lujo contar en tantas ocasiones con un cantante de la calidad de José Bros. El tenor catalán es un Leandro ideal por su brillante actuación y por la calidad de su instrumento. Resuelve sin problemas los dúos, las arias (magnífica No puede ser... esa mujer es buena) y los números de conjunto; exhibe un magnífico equilibrio en los dos actos, sin un solo La tabernera del puertomomento de desmayo vocal, y, ante todo, por su convicción y arrojo pinta un protagonista con interés psicológico, algo harto difícil en un libreto tan plano.
            La Marola de María José Moreno tarda en calentar la voz, y en el dúo del primer acto pareció una cantante distinta de la que luego, con gran brillantez, sacó adelante la difícil aria del segundo acto (En un país de fábula...). A partir de entonces encontró su sitio y llevó a cabo una actuación eficaz de la doliente hija y amante.
            También fue muy solvente el Juan de Eguía de Juan Jesús Rodríguez. Espléndido en la caracterización y el empaque, algo fundamental en el personaje, pero, sobre todo, firmísimo en sus tres intervenciones principales (aria-trío del primer cuadro, intervención en la taberna en el segundo acto en la taberna y final dramático). Quizás más apurado en los momentos en que se cierra la obra pues su voz, que exhibe un esmalte excelente en el registro medio y bajo, pierde mucha contundencia al subir a la zona aguda.
            Algo justo el Simpson de Iván García, que tiene todo fiado a su hermosa aria (La luna es blanca muy blanca...) y que, por tanto, debe aprovechar para lucirse. En este caso toreó la página con algunas artimañas de cantante con experiencia (acortando ciertas sílabas, alargando allí donde podía) pero no desmereció.
            Bien la caracterización de los secundarios, en especial los papeles cómicos de Chinchorro (un Isamel Fritschi de buena dicción) y Antigua (una Marta Moreno notable actriz y mala cantante). Y buen concurso del coro del teatro.
            En suma, un montaje para guardar y aprovechar en futuras producciones.

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Nº 11 - Mayo de 2006

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