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 TEMPORADA DE LA ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPAÑA
Temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE).Octubre 2004 - Junio 2005.
 Conciertos Carta Blanca a Hans Werner Henze . Febrero 2005.
 Conciertos Extraordinarios Cuarto Centenario del Quijote . Abril 2005.
 Director Artístico y Titular: Josep Pons
Expectativas cumplidaspor Jorge Barraca Mairal   Se cierra la temporada de la OCNE con éxito en los resultados artísticos, aunque no
     tanto de público. La programación, que ha abarcado desde octubre de 2004 hasta junio
     de 2005, con un eje temático - Viena 1900 - sugerente en lo cultural, jugoso en lo
     musical y variado en el plantel de intérpretes no ha atraído a nuevos abonados pero
     tampoco ha entusiasmado a los antiguos. Sin embargo, este cambio de rumbo debe considerarse sólo
     un inicio: si se continúa por la misma línea (y todo parece indicar que así será),
     la programación de la Nacional acabará por convertirse en un imán para los
     más inquietos y vivificará, por fin, a los espectadores del Auditorio.
 A estas alturas, resulta ya evidente que la titularidad de Josep Pons al frente de la Orquesta Nacional
     de España ha acabado por suponer un verdadero revulsivo para la formación. Tanto por
     la valentía de la programación como por los resultados musicales, está ya claro
     que su nombramiento ha sido una apuesta acertada de los responsables ministeriales y que la Nacional
     va a dejar atrás -si todo sigue como hasta ahora- un anquilosamiento que la estaba condenando
     a la más triste de las decadencias. Esperemos que los problemas administrativos no interfieran
     ya más en la nueva singladura que puede emprender nuestra formación.   A fin de organizar este resumen global, vamos a comenzar valorando aquellos conciertos que respondían
     precisamente al eje temático de la temporada; esto es, los que se centraban en la música
     desarrollada en la Viena de principios de siglo. Así, los abonados se encontraron, en primer
     lugar, con una obra paradigmática de este periodo: los Gurrelieder  de Schönberg.
     Pons logró una interpretación sobresaliente y exhibió en ellos una batuta intensa,
     encendida, pero no por ello falta de diafanidad. Fue un debut de temporada excelente, que dejaba
     el mejor sabor de boca posible. Cuatro semanas después, las expectativas volvían a
     cumplirse con una interesantísima lectura de la Sinfonía nº 10  de Gustav
     Mahler (edición de Deryck Cooke), quizás menos emotiva pero siempre clara y dinámica.
 Poco antes, Carlos Kalmar nos había regalado otro notable Mahler con su aseada lectura de la Sinfonía
          nº 2 "Resurrección" . El director chileno fue capaz de concertar bien todos
          los efectivos necesarios para la interpretación (coros, solistas, orquesta) y construyó el
          monumental edificio sobre bases sólidas y planos sin borrones. Sin embargo, el protagonista
          de este concierto fue, sin duda, el Orfeón Donostiarra que demostró aquí por
          qué es una de las primeras agrupaciones corales del mundo. También resultó notable
          la participación de María José Moreno, que cantó con auténtica
          unción su bellísima parte solista.   Un programa un tanto delirante conjugó, semanas después, obras de Johann Strauss, Mahler,
     Berg y Lehár; o sea que se mezcló la visión más frívola de la
     ciudad del Danubio como la más dramática. Pons se movió con soltura por ambos
     registros y sacó a relucir su versatilidad. También dirigió excelentemente
     a los solistas, Ana Ibarra y Markus Eiche, que brindaron una mini-representación de La
     viuda alegre  más meritoria por la intencionada y divertida interpretación que
     por la calidad de las voces. Sólo unos días después, Pons volvía a empuñar
     la batuta pero para ofrecer ahora una música mucho más seria de Wagner (Preludio y
     muerte de amor de Tristán e Isolda ), Richard Strauss (escena final de Salomé )
     y A. Schönberg ( Erwartung ). Sobre una base eminentemente dramática, con unas
     voces de primerísima calidad (Ana María Sánchez y Anja Silja), la ONE desplegó sus
     mejores recursos y ofreció el concierto quizás más logrado de toda la temporada
     por la intensidad emocional y los notabilísimos resultados en obras de tamaño fuste.
     Por terminar con la participación del Director Titular, mencionaremos ahora el último
     concierto de la temporada en el que Pons se sumergió en la interpretación de la magna
     obra de Falla/Halffter Atlántida  (versión de Lucerna). Secundado por un gran
     plantel vocal, el director catalán nos regaló una lectura soberbia, intensa y viva,
     digno final para el conjunto de sus interpretaciones de este año.
 El ciclo vienés se completó con los conciertos 16, 17, 18 y 21 en los que se sucedieron
     las direcciones musicales de Ilan Volkov, Philippe Herreweghe, Heinrich Schiff y Martínez
     Izquierdo. El primero, con obras de Bach/Scönberg, Berg y Webern, conjugó a los compositores
     de la Segunda Escuela de Viena con su admirado Bach, algo obligado teniendo en cuenta la naturaleza
     del ciclo. Herreweghe dio un programa "incompleto" con las sinfonías inacabadas de Schubert
     ( Octava ) y Bruckner ( Novena ) magistralmente dirigidas. Schiff sirvió, desde
     su violonchelo, una lectura vital, aunque con algunos borrones, del Concierto para violonchelo  de
     Haydn, y una límpida aunque teatral de la Sinfonía nº 4  de J. Brahms.  Y en la temporada de abono no vinculada al ciclo de Viena, hay que destacar, ante todo, la interesantísima
     interpretación de Paul McCreesh al frente de la ONE y de The Gabrieli Consort de la Athalia  de
     G. F. Haendel. El director historicista inglés conjugó con mano maestra ambos conjuntos
     y sorprendió por la brillantez, vitalidad y ritmo que extrajo de las dos formaciones.  El mini-ciclo destinado a presentar una panorámica de la obra de H. W. Henze, se organizó con
     tres conciertos en la Sala Sinfónica y otros tantos en la de Cámara y Polifonía.
     Los protagonizados por la Nacional corrieron a cargo de Rundel, Pons y Tamayo, todos ellos con sobrada
     experiencia en la música contemporánea. Las páginas de Henze se combinaron
     con las de Mahler, Glanert, Bach, Haydn, de Pablo y Berio; esta unión permitió encuadrar
     convenientemente la obra del insigne compositor alemana y fue una muestra de su verdadera trascendencia
     en la historia de la música. La presencia del propio músico y su agradecimiento a
     los intérpretes (y al público) representan la mejor evidencia de la calidad de las
     interpretaciones.  Por último, en el plano artístico, los dos conciertos conmemorativos al cuarto centenario
     de la publicación del Quijote permitieron volver a escuchar algunas páginas célebres
     compuestas sobre la creación universal de Cervantes (las de Strauss y Massenet) y otras de
     reciente factura (de Halffter y Turina).  La próxima temporada de la OCNE tiene también un eje temático: el mito. Esperemos
     que los resultados musicales sean tan fructíferos como prometen las interesantes obras e
     intérpretes que nos visitarán.  << |