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El elixir de amor

Reencuentro con la vocalidad

por Jorge Barraca Mairal

Música de Gaetano Donizetti.
Libreto de Felice Romani.
Dirección Musical: Maurizio Benini.
Dirección de escena: Mario Gas.
Escenógrafo y figurinista: Marcelo Grande.
Director del coro: Jordi Casas Bayer.
Intérpretes: Adina (Patrizia Ciofi), Nemorino (Antonino Siragusa), Belcore (Marco Vinco), Dulcamara (Ruggero Raimondi), Giannetta (María Rey-Joly).
Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Madrid. Teatro Real.
Funciones desde el 12 al 28 de febrero de 2006.

El Elixir de Amor            La sustitución a última hora de la puesta en escena programada en un principio para este Elixir favoreció una acogida favorable a la propuesta de Mario Gas. Su planteamiento escénico no aporta mucho y, en realidad, puede considerarse bastante pobretón; no obstante, es cierto que mantiene su eficacia y permite dirigir la atención directamente sobre el canto. Y, si como ha ocurrido en esta ocasión, los intérpretes están a la altura entonces las funciones acaban convirtiéndose en un éxito.
            Donizetti compuso para esta ópera una música de notabilísima inspiración, con unas partes vocales muy extensas y exigentes para los solistas, y un gran equilibrio entre los cuatro protagonistas. Todos tienen ocasión de lucimiento, con arias y escenas llenas de melodismo y belleza. Los dúos, los números corales y los concertantes que cierran y abren escenas fluyen a lo largo de los dos actos con una espontaneidad que deleita. En suma, Elixir es una obra nacida para el disfrute más puro.
            La escenografía sencilla, fija, aderezada sólo con el juego lumínico, algo de movimiento de masas y detalles ya consagrados como las entradas por el patio de butacas funcionan de modo acorde con el espíritu de comedia propio de esta ópera.
            Por su parte, la dirección musical de Maurizio Benini resultó muy eficaz. Su integración en la escena, participando realmente en la fiesta que inicia el Acto II, le aproximó al público y supuso un toque muy simpático. Acompañó con primor a los cantantes y fue capaz de transitar por los distintos climas que se suceden durante la obra (melancólico, alegre, disparatado, amoroso...).
            Pero lo que concitó realmente la satisfacción del público fue el brillante concurso de los cuatro solistas. Y para empezar con lo más granado, debe destacarse la excepcional participación del tenor Antonino Siragusa, con una voz ligera, sin mucho caudal ni un timbre especialmente luminoso, pero con una emisión espléndida, una proyección limpísima y una musicalidad a flor de piel. Siempre correcto en su encarnación del sencillo Nemorino, dulce y apasionadamente enamorado, aunque sin salirse nunca del estilo belcantista. Su voz, gracias a una buena técnica, no perdió pie ni un solo momento a lo largo de toda la obra y coronó su actuación con Una furtiva lagrima canónica.
            La Adina de Patrizia Ciofi también rayó a un gran nivel. Hay que tener en cuenta, igualmente, la inclemencia de su particella y la extensión de su cometido. Su emisión es muy buena y la voz posee encanto y hermosura tímbrica natural. Venció todas las dificultades de coloratura, aunque con enorme esfuerzo y concentración, lo que se reflejaba a veces en una postura corporal poco garbosa.
            Raimondi es un artista que no necesita ya de muchos comentarios. Su voz sigue firme en el registro medio y medio-grave, aunque anda ya muy justa en los agudos. Sin embargo, en su caso la vocalidad queda desplazada por su extraordinario carácter y su completo dominio de la escena. Su misma personalidad encaja como un guante en la de este Dulcamara charlatán, desenvuelto, pillo y autocomplaciente. Es una suerte seguir contando con estas participaciones de un cantante tan insigne.
            Por último, el Belcore de Marco Vinco fue otra agradibilísima sorpresa. Su voz, rotunda y firme, mantuvo equilibrados los medios durante toda la función. Además su actuación fue también muy divertida y se lució tanto en su entrada del primer acto como, fundamentalmente, en unos dúos con Adina y Nemorino. En suma, un barítono de lo más prometedor.
            Muy buena igualmente la actuación de María Rey-Joly encarnando a Ginnetta y la participación del coro que dirige Casas Bayer.

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Nº 9 - Marzo de 2006

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