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María Pacheco. La mujer valerosa

porJulia Sáez-Angulo

Maria Pacheco-¿Qué novedades aporta el libro?

Se trata de la única biografía no literaria de uno de los personajes femeninos que más huella han dejado en la historia de España. Doña María Pacheco ha sido protagonista o personaje de innumerables obras literarias, sobre todo en el siglo XIX, pero su caracterización siempre ha respondido al tópico moral o ideológico. Hasta hoy sólo existía una breve biografía divulgativa en los años 30, escrita por Carmen Muñoz Roca-Tallada al socaire del feminismo naciente, pero disponía de una información bastante limitada.

En cuanto a las aportaciones de la investigación, además de una recopilación de los abundantes pero muy dispersos datos que he podido sistematizar, destaco las fechas de nacimiento y muerte de doña María (14 de marzo de 1497-24 de mayo de 1531), las circunstancias que rodearon su matrimonio con Juan de Padilla, la aclaración de algunos puntos relativos a su participación en las Comunidades, el uso de materiales inéditos que relatan la batalla de Villalar y detalles significativos de su exilio en Portugal.

-¿Historia o novela?

Existen algunas biografías noveladas de doña María Pacheco, alguna excelente y muy reciente, como es la de Toti Martínez de Lecea. Desde que dediqué mi tesis de licenciatura a las Comunidades toledanas, siempre había querido profundizar en el estudio de uno de los personajes históricos que más me había intrigado, tanto por su condición de mujer en un mundo hipermasculinizado como por la contradicción entre su condición social y su militancia comunera. Una biografía es un tipo de historia especialmente cercana e intimista, que busca desvelar las claves del comportamiento de un ser humano, y por ello es una tentación dejarse llevar por la creación literaria. Pero yo quería comprender al personaje exclusivamente a partir de los datos que nos han transmitido las fuentes históricas, y a ello me he atenido.

-¿Se había distorsionado su historia?

Doña María Pacheco fue ya en su tiempo un personaje molesto, pues subvirtió claramente los roles asignados a las mujeres y, más aún, a las mujeres de la alta nobleza. Por si fuera poco, las Comunidades de Castilla fueron, entre otras cosas, una guerra civil, y siempre se han tratado de un modo muy apasionado. Por eso, tanto en su época como después de ella, se ha visto a doña María como una virago excesivamente varonil, dominante e impía; o bien como una heroína romántica y predemocrática. Me ha interesado analizar las razones históricas de ambos tratamientos, pero sobre todo he intentado liberar al personaje de todas esas capas ideológicas y acercarme al ser humano que fue ante todo.

-¿Que supuso el personaje en medio de las luchas comuneras?

Por mucho que reflexionemos y busquemos en los archivos, el caso de doña María en cuanto a su participación en el movimiento comunero siempre será un misterio. Durante el año de 1520 su papel parece marginal, pero su figura se agiganta en el año siguiente, sobre todo desde la trágica muerte de su esposo al día siguiente de Villalar. Es entonces cuando hace gala de una determinación inusual y de un ascendiente todopoderoso sobre una ciudad, Toledo, a la que había llegado sólo tres o cuatro años antes. Algunos han visto en ese carácter la huella de su educación aristocrática dentro de su familia, pues no hay que olvidar que doña María era una Mendoza. También pudo jugar su papel el despecho o la inseguridad que a buen seguro le causó el ajusticiamiento de su marido, lo que la habría impulsado a una huida hacia adelante. Pero tampoco desecharía su identificación con algunos puntos del programa comunero, sin excluir los radicales que espantaban a los de su “clase”. Lo difícil es calibrar en qué medida actuaron unos y otros factores.

Supuesta María Pacheco“Movedora” de Acontecimientos Revolucionarios

-¿Fue en ausencia de su marido cuando actuó o tuvo intervenciones al mismo
tiempo que él?

El liderazgo de doña María sobre los toledanos se afianza con la desaparición de su esposo, Juan de Padilla, pero hay algunos indicios de que antes de eso no fue un personaje pasivo. Los cronistas –con malevolencia, es verdad- hablan de la exagerada influencia que tuvo sobre su marido, de carácter más débil, y la titulan “movedora” de los acontecimientos revolucionarios. Esos juicios son exagerados, pero puede que tengan alguna razón. Las primeras intervenciones de doña María parecen dirigirse hacia una estrategia de aumentar la influencia política y social de su familia, al estilo de los Mendoza, bien aspirando al maestrazgo de Santiago para Padilla o al arzobispado de Toledo para su hermano Francisco.

-Fue una mujer muy audaz en singular, o las hubo también aguerridas en su
tiempo.

Pocas mujeres de su época se atrevieron a desempeñar un papel tan “varonil” como doña María, aunque pienso que no habría llegado a ello a no ser por las especiales circunstancias que le tocaron vivir. Pero no hay que desdeñar el papel de la mujer en la época del Renacimiento. La reciente historiografía está prestando la atención que se merecen a una pléyade de mujeres cultas, inteligentes e influyentes en su época. Es el siglo de la reina Isabel y de otras reinas y regentes destacadas; es el siglo de la figura gigantesca de santa Teresa de Jesús. Pero también el de estas mujeres de la nobleza, entre las que la culta y despierta doña María era una más. Mucho más difícil será hacer justicia a las mujeres de inferior condición social que también hicieron historia, pero es un reto que el historiador no debería olvidar.

-¿Tiene algún paralelismo con Agustina de Aragón?

El único paralelismo que veo es el que se inventaron los escritores románticos, que hicieron de ambas unas patrióticas luchadoras por la libertad y la independencia. El franquismo lo seguía viendo todavía de este modo, pues dedicó sendas películas a estos personajes: “Agustina de Aragón” y “La leona de Castilla”. Pueden relacionarse en cuanto mitos; no en cuanto personajes históricos.

-¿Por qué no la perdonó el Emperador Carlos V?

El Emperador guardó en su memoria, con especial rencor, a los que consideraba causantes de una de las mayores crisis de su reinado, que a punto habían estado de hacerle perder el trono de Castilla. A su regreso a la península promulgó un perdón general del que, sin embargo, exceptuó a unas 300 personas. Con el tiempo algunas fueron perdonadas, pero el Emperador se mostró implacable con los cabecillas más influyentes, especialmente con los que consideraba que “habían traicionado a su clase”.

-¿Qué enseñanza nos deja su historia en el ámbito de la mujer?

No soy quién para extraer enseñanzas de la Historia ni he pretendido encontrar moralejas al final de mi investigación. Pero podría valer el libro para confirmar, más que para descubrir, lo que ya es una evidencia para todos los historiadores: el descuido en que han tenido a las relaciones de género, borradas por el predominio de las relaciones sociales. No quiero por eso relativizar la importancia de estas últimas, que me parecen fundamentales; pero sin tener en cuenta a las primeras, sólo pueden comprenderse de forma incompleta y por tanto distorsionada. A este respecto, recuerdo una película clásica –y maldita- de los años 50, La sal de la tierra, que planteaba esta cuestión de una manera muy acertada.

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Nº 8 - Febrero de 2006

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