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G.K. Chesterton
BREVE HISTORIA DE INGLATERRA

Barcelona. El Acantilado, 2005. 250 págs.

por Iván Gallardo

La Historia no es una sucesión de acontecimientos ordenados cronológicamente, sino el relato que se deriva de ellos. Y ese relato es susceptible de encontrar muy diversas realizaciones según quién lo emita.

Desde hace tiempo el corpus de noticias, testimonios y datos para interpretar el pasado es similar, apenas varía, pero las interpretaciones sobre un mismo acontecimiento pretérito difieren atendiendo a los diversos autores que se aproximan a él. Esto se debe a que la formación, las escuelas, los intereses y los enfoques de los diferentes historiadores nunca coinciden. Por eso, casi un siglo después de haber sido escrito-apareció en 1917-, este libro continúa resultando interesante, precisamente porque es la visión de Chesterton sobre la historia de su país.

Aunque en el título de esta obra aparezca el término "historia" no es este un libro al uso que respete los cánones de esta disciplina. Más bien se trata de un ensayo histórico sobre Inglaterra que aporta una serie de jugosas reflexiones, comentarios y disquisiciones sabrosísimas sobre aspectos clave del pasado de este país. Hechos que resultan esenciales para entender lo que ha significado Inglaterra en el conjunto de la historia universal, y que frecuentemente han sido soslayados o directamente manipulados de manera torticera por algunos historiadores.

El libro está pensado para un tipo de lector que ya posee cierta familiaridad con la historia de Inglaterra, de ahí la ausencia casi total de fechas y el que muchos acontecimientos y antecedentes se den ya por sabidos, pero esto no supone un problema para la comprensión del conjunto del libro gracias al exquisito trabajo del traductor, Miguel Temprano, que ha diseminado con especial acierto una serie de notas a pie de página, siempre concisas y esclarecedoras, que aportan la información necesaria para entender cada una de las reflexiones de Chesterton.

No es éste el lugar adecuado para analizar pormenorizadamente las tesis de Chesterton, pero hay que señalar al menos dos que resultan centrales en la obra. El libro se abre con la incorporación de Britania como provincia fronteriza del Imperio Romano, y resulta llamativa la reivindicación que se realiza de la herencia clásica de Inglaterra tantas veces adelgazada en favor del elemento celta, al que sitúa en su justo lugar, es decir, como una influencia nimia pero casi siempre sobre valorada. No es que Inglaterra tenga restos romanos sino que es un resto romano en sí y es que parece que algunos han olvidado que Britania fue completamente romana durante cuatro siglos; más tiempo del que ha sido protestante o industrializada.

La segunda tesis central tiene que ver con la presencia del cristianismo y del catolicismo en las islas. Y más concretamente con los intentos durante Reforma y la Revolución por parte de las oligarquías mercantiles y después financieras -hermanas pequeñas de las de Venecia- por desarraigar estas creencias en las clases populares. Para someter al pueblo, dice Chesterton, estas oligarquías persiguieron socavar la influencia de la Iglesia católica, arrebatándole sus posesiones, que ésta utilizaba al servicio de los pobres, y arrancándole su influencia en la vida cotidiana y en los municipios para quedarse con las tierras comunales. Finalmente convertirían al propio rey en un servidor de la clase oligárquica para terminar de conseguir el dominio sobre el país.

No cabe duda, esta es una historia de Inglaterra atípica, a la contra de la dictadura de lo políticamente correcto, amena y enjundiosa, no apta para espíritus acomodaticios. Para repensar el pasado y poder entender algunas de las claves de nuestro presente. Una delicia.

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Nº 2 - Junio / Julio de 2005

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