Entrevista 
        Manuel Ayllón: La conjura de El Greco 
      Editorial: Styria. Páginas: 638
       
	  
	  ¿Qué misterio encierra el cuadro "El entierro del Conde de Orgaz"?
      
       
	    
	     
      Texto y Fotos por Alberto L. Echevarrieta 
       
        Manuel Ayllón (Madrid, 1952) es un arquitecto-urbanista apasionado 
        por la Historia, algo que se palpa en cuanto se entra en conversación 
        con él, máxime si sale su personaje histórico favorito, 
        Fernando de Aragón, al que conoce con detalle. En tono jocoso suele 
        decir que la prensa del corazón tiene una asignatura pendiente: 
        Ahondar en la Historia y en muchos de sus protagonistas, ya que aportan 
        aventuras sentimentales que superan cualquier caso de los años 
        que nos ha tocado vivir. Relaciones incestuosas en Carlos V, vidas licenciosas 
        como la de Isabel la Católica y un sinfín de temas que ocurrieron 
        y están documentados, pero que nos han llegado "maquillados" 
        por eso de que los mitos no deben tener "sombras". 
       Urgar 
        en la Historia es una práctica que en el caso de Ayllón 
        se ha convertido en habitual. Al margen de sus ensayos sobre su profesión, 
        es autor de novelas como "Historias de masones, de El Escorial a 
        Banesto", "Yo, Fernando de Aragón, el único rey 
        de las Españas" y "El enigma de Goya". La última, 
        "La conjura de El Greco", se ha convertido en todo un éxito 
        editorial. Es un "thriller" histórico en el que relaciona 
        al rey Felipe II con el pintor Domenico Theotocopulis "El Greco". 
       
      - Es la historia de una gran conspiración 
        que aconteció en la corte española en el siglo XVI. Testigo 
        de la misma es "El Greco", que no interviene, pero de alguna 
        forma participa en ella.  
       En este tipo de narraciones con base histórica 
        surge siempre la duda en el lector: ¿Qué hay de verdad y 
        cuánto de fantasía?. 
      - Toda la referencia a los hechos históricos 
        es cierta. No he inventado nada. Tan real es el juicio de Verónica 
        Franco como la muerte por fuego de Inés de Torremolinos y en las 
        fechas que indico. Lo único que he hecho ha sido novelar unas conversaciones 
        que pudieron ser ciertas, porque no hay manera de demostrar lo contrario. 
      Documentarse y escribir la novela le ha llevado 
        dos años. ¿Cuál ha sido la mayor dificultad que ha 
        encontrado en el trabajo?. 
      - Técnicamente es muy compleja porque exige 
        una precisión documental exquisita. Cualquier error de fechas puede 
        desmontar la línea argumental. Si Francesco Prevoste huye de El 
        Escorial con "El Greco" a uña de caballo, digo yo, es 
        porque dos días antes han colgado por sodomita a un oficial panadero. 
        Los hechos son rigurosamente ciertos. Puede que la conversación 
        entre ambos pintores no fuera exactamente la que transcribo, pero seguro 
        que fue en esa dirección.  
       El estudio realizado en torno a Domenico Theotokopulis 
        le aporta datos no muy conocidos sobre su estancia en España. 
      - Es que el nacional catolicismo nos ha tergiversado 
        muchos hechos históricos en un afán de crear ídolos 
        que no deben tener sombra alguna. "El Greco" fue un hombre muy 
        torturado. Religiosamente ortodoxo, es un ser casto que mantiene una relación 
        fraternal con su ayudante Francesco Prevoste. No son novios, pero sí 
        íntimos, hasta en la forma de pintar. Hay cuadros de Prevoste que 
        no se sabe sin son grecos y bastantes grecos que son prevostes. Ambos 
        artistas están juntos desde siempre. "El Greco" se enamora 
        de una mujer, Jerónima, y tiene un hijo con ella, pero la madre 
        muere en el parto del niño. Eso le genera un gran sentimiento de 
        culpabilidad en el sentido de que la heterosexualidad comporta reproducción 
        y la reproducción muerte. De ahí las malas relaciones con 
        su hijo del que nunca habla y que acabará criado por una tía, 
        Petronila Madrid, y Prevoste. Cuando muere Jerónima, "El Greco" 
        se vuelca en su ayudante en la creencia de que, si al portarse como un 
        hombre se ha muerto la mujer de su deseo, no lo volverá a hacer. 
      Tras el éxito mundial de "El código 
        Da Vinci" se ha puesto de moda descubrir la trastienda de cuadros 
        famosos. El último, y en su misma editorial, ha sido "La mano 
        falsa" de Heinz Smitz donde se incide en los secretos de "El 
        cordero divino" del flamenco Van Eyck. Ahora nos viene usted con 
        "El Greco" y su "Entierro del Conde Orgaz". 
      - El género está de moda, porque tenga 
        en cuenta que casi todos los grandes cuadros tienen una historia y éstas, 
        a veces, son atractivas. Al estudiar "El entierro del Conde de Orgaz" 
        pa ra 
        esta novela, me di cuenta de la situación de los personajes: Hay 
        tres niveles que son los vivos, los muertos y la Gloria divina. Analizando 
        cada uno de ellos y la fecha de realización del cuadro, se observan 
        curiosos detalles. Por ejemplo, en la Gloria incluye no sólo al 
        núcleo divino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sino también 
        a San Juan Bautista, algo totalmente inusual. Al ir viendo quienes están 
        vivos y quiénes no, te das cuenta que entre los primeros figuran 
        los que han sido muertos por la mano criminal del rey y aquel que aparece 
        entre los muertos, gozando en el tiempo de una excelente salud, es el 
        rey. La mayor sorpresa que me llevé es que el soberano está 
        entre los apóstoles con otros once más, que son once locos 
        del hospital de Tavera. Todo esto denota alguna mala intención. 
        Que Juan de Austria, que se había muerto hacía ya unos años, 
        esté gozando de una salud estupenda en ese cuadro, mirando como 
        si estuviera vivo, es otra cosa curiosa. También observé 
        que en el lienzo nadie mira al espectador. Todos miran a otro, salvo dos, 
        que son el pintor y su hijo que dirigen su mirada a una tercera persona 
        que es la madre muerta, Jerónima de las Cuevas. Yo interpreto que 
        todos están metidos en el gran lío de mover a Felipe II 
        de su sitio. Por eso el pintor lo pone arriba, como muerto.  
       Arte y poder frente a frente. "El Greco" y Felipe 
        II mezclados en una conjura. 
      - Fue real. Es evidente que arte sirve al poder y 
        más en el siglo XVI. En aquella España sólo se interesaban 
        por los cuadros el rey, los aristócratas y el cabildo. El pintor 
        que no entraba en ese círculo fracasaba y al "El Greco" 
        le pasó eso tras las infructuosas tentativas de entrar en los círculos 
        venecianos y romanos. Aquí le perdió su amistad con gentes 
        de don Juan de Austria y el hecho de que a Felipe II no le gustaba su 
        pintura y le rechazó. La situación familiar de "El 
        Greco" también pesó en esta decisión: Convivía 
        con una morisca, su religión no era la oficial y además 
        tuvo un hijo fuera de la pareja al que no bautizó. Todo ello chocaba 
        con el carácter dual y esquizoide de Felipe II que era severo, 
        concupiscente, piadoso y a la vez criminal. 
       Se descubre toda una conjura y nos queda pendiente 
        el gran secreto de la sonrisa de "La Gioconda". 
      - Lo apunto en mi primer capítulo. La de "La 
        Gioconda" es una sonrisa que aparece en casi todos los cuadros de 
        Leonardo: Es la del Bautista, la del Conde Francesco de Medicis… 
        Para mí, es un detalle con el que premia a sus seres más 
        queridos. Mantengo la opinión que no la tesis, de que en el fondo 
        es el recuerdo inconsciente y freudiano de la sonrisa de su madre muerta 
        y que, con su complejo de Edipo, la transmite con su pincel a las personas 
        que más aprecia.  
      La conjura que denuncia este libro pudo haber ocurrido. 
        El resultado final es de sobra conocido. Con todo, la novela sirve también 
        para interesarnos por el famoso cuadro y ver más allá de 
        sus personajes cuyos rostros esconden algo más que un simple posado. 
       
      
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