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ENZENSBERGER: Historia de las nubes

Editorial La Poesía Señor Hidalgo,
Traducción de José Luis Reina Palazón. Barcelona, 2005, 233 págs

por María Ángeles Maeso

ANTONIO LOBO ANTUNES

A Hans Magnus Enzensberger se le perdona todo. Sus opiniones a favor de la ocupación americana de Irak parecen no haber mermado el fervor de sus lectores. Muchos de sus ellos, entre los que me encuentro, fuimos tachados por él de fariseos al denunciar el uso de la fuerza militar que cambiaba sangre por petróleo. Ese año, 2003 todos miramos mucho el cielo, el bardo (premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2002) también lo vería atravesado de misiles, pero las nubes atraparon su mirada con más fuerza. De ahí, esta Historia de las nubes , publicada ahora entre nosotros.

Iniciamos su lectura con el recuerdo de sus declaraciones y temiendo que nuestro autor se nos haya ido al cielo, pero apenas hemos leído un par de poemas, nos damos cuenta de que esta Historia mira, como siempre, hacia abajo; que lo que se ha volatizado en el autor es la cáustica ironía, porque ahora su poesía es más lírica. Hay de pronto una indagación esperanzadora; un modo de observar el deterioro físico y moral de sus objetos que se detiene más en las señales de otro estado, mejor y anterior, que el poeta reclama. De ese modo, lo que fue y ya no es señala la causa responsable de su penoso presente. Lo cuerpos mirados en su ruina revelan lo que fueron o pudieron ser: el cieno que fue nieve; el triste trabajador que toma el metro de madrugada y que apenas deja entrever al ser radiante que también lo habitara alguna vez: Los que se hunden frente a ti, hacia abajo/ en el Hades a diario/ en la escalera mecánica, ese hombre viejo,/ totalmente ensimismado en su hosco corazón/ y la mujer ajada/ que murmura algo amargo/ ambos también estuvieron una vez entusiasmados...

Una mirada menos feroz, exenta de burla y de cinismo, dispuesta a saltar hacia el menor atisbo de felicidad: los escasos instantes de calma en una tarde, efímera dicha que conviene atrapar ( ¡idilio como de catálago!) y que los libros, la tele, el pensamiento, inevitablemente, se encargarán de estropear. Realidades breves, pero realidades al fin, rescatadas con nombrarlas. Poemas contra el aguafiestas apocalíptico, el que afirma que el poquito de felicidad alcanzado es falta de fantasía. Algo, un poco de nube, para defender la posibilidad de una salida; aun a sabiendas de que no siempre la hay. El guiño del Enzensberger descreído es menos burlón que nunca; de ahí, la celebración de la belleza efímera de las nubes, a las que dedica la última parte del libro: toda una obra maestra de la fugacidad.

El autor del Hundimiento del Titanic , (1973) libro tan recordado en estos tiempos de hundimientos, antes los constatamos cómo siguen naufragando los de la tercera clase, nos sacude con una poesía implacable con los idealismos nominalistas.( Onomástica ) Su propuesta es cazar-nombrar cuanto vive y traspasa entusiasmo, la breve porción felicidad. En Una cancioncilla color tierra reprueba la abusiva presencia del tema de la muerte en la poesía frente a la escasa nominación de algo que tanto sostiene la vida: Comprensiblemente no aparece/ en Homero y Horacio, la patata,/¿Pero qué pasa con Rilke y Mallarmé?/ Era demasiado muda para ellos, la patata? ¿Cómo íbamos a esperar algo así bajo el rótulo de este libro?

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Nº 5 - Noviembre de 2005

 

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