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Fernando Iwasaki: NEGUIJÓN

Alfaguara, Madrid 2005. 170 págs

Un rosario con tus dientes

por Iván Gallardo

Fernando Iwasaki - Neguijon"Tengo que hacer un rosario/ con tus dientes de marfil/ para que pueda besarlo/ cuando esté lejos de ti" . Estos versos sadoasonantados, este himno de brutalidad macabra, este culmen de la lírica grotesca no pertenece a ningún parnasillo de nuestra poesía áurea, que bien podría ser, sino a uno de los plectros mejor afinados de la canción sentimental de posguerra, el de don Juanito Valderrama. Una serie de muelas, descuajadas de su natural ubicación en la mandíbula, y ensartadas como cuentas en un hilo para conmemorar los quince misterios de la vida de Jesucristo y de la Virgen... La imagen bien vale una novela, esta novela.

Neguijón es una flor extraña en un jardín curioso. Una novela histórica habitada por el barroco hispano, con una trama débil que se sostiene en su enunciación, en el mero decir. Pura gimnasia del lenguaje y flaccidez argumental. En ella apenas se narran dos historias que se van trenzando a medida que avanza el libro. La primera se refiere a un sacamuelas acusado de hereje y nigromante por el santo Tribunal de la Inquisición que huye al virreinato del Perú para salvar el pellejo y poder continuar allí con la búsqueda (parecida a la de los alquimistas con la piedra filosofal) que casi le cuesta la vida: la de un supuesto gusanillo llamado "neguijón" que moraba entre dientes corruptos y encías putrefactas. A esta historia, que finaliza con una especie de remedo del martirio de Santa Apolonia, donde la que sería la primera mujer que ardió por iluminada en Ultramar se deja arrancar una a una todas las piezas de su boca en loor de multitudes, se le enreda una segunda historia que narra las peripecias de una serie de presos de una cárcel sevillana que, atrincherados en la enfermería, resisten las furibundas acometidas de unos galeotes que se han amotinado. Pero esto quizá sea lo menos interesante del libro. Más enjundioso resulta el entramado de tejidos y membranas que recubren el esqueleto narrativo.

Existe un libro, uno de ésos que cualquier bibliotecario destinaría sin duda alguna a la sección de "Raros y curiosos", que consiguió una simbiosis perfecta con la mejor prosa de los siglos de oro -con permiso del manco-. Su título era Libro de los venenos (Ed. Siruela), y su autor Antonio Gamoneda. En él se mantenía un fecundo diálogo con el libro VI de un tratado botánico y farmacológico, conocido como el Dioscórides , traducido y comentado en 1555 por el médico del papa Julio III, el segoviano Andrés Laguna. Pues bien, una gran parte de Neguijón intenta emular, aunque con inferiores y desiguales resultados, la misma aventura literaria que en su día acometió Gamoneda: reelaborar, desde la sensibilidad contemporánea, el estilo de otra época. Para ello, Iwasaki se nutre de gran cantidad de tratados medicinales y doctrinales, mimetizando su léxico y modos. De ahí que su novela esté cruzada por humores, sangrías y artefactos dentales, pero también por una delirante escatología católica, acompañada por un mundo de hagiografías, beatas y revelaciones. Porque hay que recordar que sólo Jesucristo ha subido a los Cielos con la dentadura intacta y completa.

Sin embargo, la historia de los presos sevillanos le permite a Iwasaki aproximarse a otros aspectos y perfiles de la cultura y sociedad barrocas. Sobre todo resultan interesantes dos personajes. Un librero, bitácora de las letras, a través del cual el lector puede navegar por el abigarrado y extraño mundo literario del momento, y el hijo de un maestro cirujano apodado el "Muñones". Este segundo personaje no es otro, como ya se habrá intuido, que Cervantes. Iwasaki juega constantemente durante gran parte la novela a sugerir que muchos de los episodios y de los personajes de El Quijote , manipulados por el ingenio y la imaginación creadora de Cervantes, tuvieron su origen en este presidio. Episodios como el de la cueva de Montesinos, el donoso escrutinio o el yelmo de Mambrino, y personajes como Sancho Panza nacerían aquí. Esto viene a reafirmar uno de los mensajes que se repite en la novela del peruano: cuando la realidad es tan incongruente y desbordante, funciona como venero inagotable para la ficción, que bien podría ser una reformulación ficcional de lo que otros definieron con palabras más teóricas como "realismo mágico".

Neguijón , novela histórica sin trampas ni engaños, es decir, escrita como si el autor fuese contemporáneo de Lope, compendio de erudición y rarezas barrocas, homenaje a los modelos de la primera literatura hispanoamericana y a su herencia cultural, y ejercicio de estilo ejemplar para aquellos a quienes les pique el gusanillo de los buenos libros.

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Nº 2 - Junio / Julio de 2005

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