Carlos IV Mecenas y coleccionista
Palacio real de Madrid Del 23 de abril al 19 de julio de 2009 Comisarios: Javier Jordán de Urríes y José Luis Sancho
Por Julia Sáez-Angulo
La exposición pone de manifiesto el buen gusto
de Carlos IV por las ornamentaciones de palacios y casitas del Príncipe
a base de sedas, alfombras, cristales y otros objetos de arte que se muestran
con piezas, en un 70 por ciento, exclusivas de la casa. En tiempos de
crisis, las instituciones miran sobre sus propios fondos y los sacan a
relucir en nuevos contextos. Un total de 171 piezas -118 de Patrimonio
Nacional- dan cuenta de un personaje que fue mejor oficial mayor que rey.
La muestra se ha llevado a cabo en colaboración con la Sociedad
Estatal de Conmemoraciones Culturales.
Junto
a su hijo Fernando VII, el rey Felón, Carlos IV es una de las figuras
más denostadas de la dinastía de los Borbón, por
su comportamiento al entregar el reino de España a Napoleón.
No debemos olvidar que el rey José Bonaparte I fue un rey legal,
(aunque no fuera enterrado en España. Sus restos reposan en el
panteón de Napoleón en París y los de su esposa,
la reina Julia, que no llegó a pisar España, en la ciudad
de Venecia), precisamente por decisión y acuerdo firmado en Bayona
por Carlos IV. Todo esto no es óbice para que antes de la caída
en picado hacia la indignidad, Carlos IV fuera un rey –también
como príncipe- que se ocupara quizás en exceso por las artes
suntuarias de sus palacios. Su actitud fue la de un rey atento y cuidadoso
a las obras y decoración de su patrimonio inmobiliario más
que mecenas en sentido estricto.
Casitas del Príncipe
La exposición se articula en seis salas que acogen
piezas de distintos períodos de Carlos IV: la primera en su formación
como Príncipe; la segunda, como Príncipe de Asturias;
la tercera, centrada en su religiosidad; la cuarta, en el Palacio
del Pardo; la quinta, dedicada a las Casas de Campo del Príncipe
en El Escorial y El Pardo; la sexta aborda la Colección
de pintura del Príncipe; la siguiente, sobre la influencia
de la cultura francesa; la octava, con la afición y tendencia
a las culturas antiguas; la imagen de la realeza, en la
novena; el arte cortesano, en la décima y el Arte
de Corte, en la undécima.
No
olvidemos que las Casitas del Príncipe, creadas en este
período, eran lugares de reposo y descanso de los príncipes,
pero no pernoctaban en ellas. No eran por tanto equivalentes a lo que
hoy sería el pabellón del Príncipe de Asturias, cercano
y adscrito a La Zarzuela, ya que como tal Príncipe de Asturias
no tiene un Estatuto jurídico.
Entre las obras más destacadas en la exposición
se encuentran los retratos de Carlos III, rey de España,
pintado por Maella o el de María Amalia de Sajonia, por
Mengs. Hay piezas de mobiliario como consolas de Vicente Gómez,
del diseñador José López o del tallista Tomás
de Castro. Algunas piezas singulares, como un Reloj de jaula,
realizado en bronce dorado, esmaltes y porcelanas que se encuentra habitualmente
en el Palacio de El Escorial.
Cuatro pequeños y hermosos cuadros procedentes
del conocido Políptico de Isabel la Católica, obra
de Juan de Flandes, se pueden contemplar también en esta exposición
o escenas de La multiplicación de los panes y los peces,
la Cena en casa de Simón el fariseo, o el Descenso
del limbo, obras todas de Murillo, joyas dignas de contemplación.
El montaje llevado a cabo por el arquitecto Pedro Moleón
es de una gran exquisitez para realzar las obras, tratando de situar las
piezas en la misma disposición de su origen. Conmovedor el final
con el cuadro del Cortejo fúnebre de María Luisa de
Parma, de Pedro Kuntz y el pequeño retrato del rey, una cabeza
pintada de espaldas ambas piezas como una despedida.
Para finales de año se prepara la exposición
de Bronces adquiridos también por Carlos IV, que vendrán
a completar la muestra de su afición a las artes decorativas de
todo tipo, donde caben instrumentos musicales, alfombras o hermosos libros
encuadernados, depositados en la Real Biblioteca.
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