Artes Hoy
 

SALOME


Perder en el juego


Por Jorge Barraca Mairal


Música de Richard Strauss
Libreto de Hedwig Lachman (basado en la obra homónima de Oscar Wilde)
Dirección Musical: Jesús López Cobos
Dirección de Escena: Robert Carsen
Escenógrafo: Radu Boruzescu
Figurinista: Miruna Boruzescu
Iluminador: Manfred Voss
Coreógrafo: Phipippe Giraudeau
Intérpretes: Gerhard Siegel (Herodes), Dosris Soffel (Herodias), Nina Stemme (Salome), Wolfgang Kosch (Jochanaan), Tomislav Muzek (Narraboth), Jennifer Holloway (El paje de Herodias).
Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid).
Madrid. Nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Teatro Regio de Turín y el Maggio Musicale Florentino. Funciones del 11 al 28 de abril de 2010.
Fotografías: Javier del Real.

Salome

Carsen sitúa el único acto de la obra en la cámara acorazada de un moderno casino de Las Vegas. El tetrarca Herodes sería el mafioso, dueño y señor de las vidas y los bienes de todos los presentes; Herodias podría ser su actual amante, y Salomé la hija de ésta, una adolescente por la que Herodes está ahora lascivamente interesado. Los figurantes, vestidos como antiguos egipcios, forman una conveniente comparsa. Sin embargo —y aquí empiezan las incoherencias— Jochannan (Juan el Bautista) no es un personaje actual, sino que parece salido del mismo desierto palestino. Las discusiones teológicas de los judíos no tienen ninguna justificación en ese marco; aunque sí se pinta la depravación de esta “corte” con las pinceladas de consumo de cocaína, sexo interesado, alcohol, ruindades económicas, etc.

SalomeSin embargo esta apuesta por un realismo crudo deshace toda la mirada poética intrinca en la música. No hay belleza plástica, no hay lírica. Sorprende que Carsen, tan sugestivo en sus anteriores montajes en el Real (Diálogo de Carmelitas, Katia Kabanova) no haya encontrado ni un instante de ese aliento en una Salomé cargada de tanto erotismo como de amor, belleza, poesía.

Es cierto que aparecen detalles interesantes y algunas ideas originales. Por ejemplo, pueden citarse como buenos efectos el uso de las pantallas al principio de la obra, cuando aún no han bajado los protagonistas a la cámara acorazada, o el que Salome, justo antes de la danza de los siete velos, aparezca ataviada exactamente igual que su madre. Pero frente a estos chispazos de ingenio se ofrece el número principal —la danza— con bastante mal gusto y chabacanería, porque lo que realmente contiene la partitura no es sexo, sino una extraordinaria sensualidad. Por último, el asesinato de Herodias al cierre del telón carece de justificación.

Como es habitual, la profesional batuta de López Cobos concertó foso y cantantes a la perfección. Faltó, no puede negarse, vuelo lírico en varios momentos de la obra, aunque sí se apreciaron bien los contrastes dinámicos y el flujo interno, tan poderoso, que late en el interior de los pentagramas. Igualmente, cabría destacar un desajuste —achacable a la dirección escénica— entre la intensidad musical y el estatismo del escenario.

Por fortuna, la labor del elenco resultó encomiable. Destacó la Salome de Nina Stemme por la intensidad de su caracterización y su firmeza instrumental a lo largo de toda la obra, en la que ella es protagonista absoluta de principio a fin. Sin embargo, también resultó excelente la participación de Gerhard Siegel como Herodes, por una actuación sobresaliente del depravado, ruin y cobarde tetrarca. Muy buena la voz de Wolfgang Kosch en el papel de Jochanaan, ideal para acoger la fuerza, castidad, sensibilidad y fuerte personalidad del Bautista. Espléndida también Doris Soffel como Herodias, y tan sólo correcto el Narraboth de Tomislav Muzek.

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Nº 57 - Mayo de 2010

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