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Manuel Luca de Tena, exposición


Galería Gurriarán. Santo Tomé 6. Madrid
Marzo-Abril 2010
http://www.galeriagurriaran.com


Detener el espacio


Por Mariano de Blas


El artista madrileño Manuel Luca de Tena (1954) maneja el espacio pictórico con un bien asimilado concepto del arte japonés, país en donde residió varios años. La confluencia cultural de aquella con la suya, el añadido de sus profundos conocimientos musicales contemporáneos, producen un original trabajo pictórico que posee el contenido de lo "clásico", entendido esto como una modernidad alejada de las modas, del espectáculo y de la banalidad de los "tiburones de doce millones de dólares".

Manuel Luca

La elegancia y la belleza se manifiestan en el entorno que es capaz de crear con su exposición más reciente. Términos que empleo, completamente ajenos a la devaluación que se hace de los mismos, bajo el discurso de la cursilería y la estupidez. En este su nuevo trabajo, el contenido ha evolucionado de las estructuras un tanto geometrizantes, también elegantes, pero más cercanas al minimalismo, que se pudo contemplar hace tres años y medio también en la Galería Gurriarán. Ahora, el artista se apoya en evocadores semblantes vegetales, las ramas tan queridas a los artistas del Zen por su frágil delicadeza, pero poseyendo la fortaleza de lo flexible.

Se podría entender la sucesión de sus obras como una variación temporal de los tonos cromáticos, de la insinuación de las formas, en donde "Ramajes" evidencia esa imagen vegetal que paulatinamente se va cubriendo con una "Lluvia Blanca", serie de "Fallings", hasta llegar a un "Espacio Blanco". Los títulos de sus obras ilustran precisamente un progresivo cubrir la imagen para situarla en un "juego poético que se sitúa en la linde entre lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible, entre el escondido y lo revelado, en donde lo visualmente ausente puede desempeñar un decisivo papel en la percepción de la imagen final", como acertadamente se explica en la nota de prensa de la galería.

El resultado es un espacio estratigráfico de referencias y citas, tanto icnográficas como cromáticas, que se plantean consecutivamente cada vez más insinuantes y enigmáticas. Un espacio que invita al recogimiento del silencio lleno, que se contrasta con el amplio ventanal, en la sala principal de la exposición, de casi a ras del suelo, que permite ver, sin ruido, la calle con su trasiego de animado barrio castizo. Pero las más de cuarenta obras de esta exposición tienen otras propuestas. Las piezas horizontales de oros sobre fondos agrisados funcionan como contrapunto a las más abundantes verticales y de predominio blanco. En aquellas, el dorado marca esa referencia a lo "clásico", además de conjugar con mayor evidencia el juego de las texturas, de las pincelas, de lo transparente y de lo Manuel Lucaopaco. Luca de Tena lo resuelve y consigue, con un despliegue técnico rico y sabio, de maestro, con diferentes usos pictóricos y diferentes gestos de pincel. Esto hace de su obra una aportación que no se conseguiría con otros medios, como la fotografía o la infografia, manteniendo todavía relevante el medio pictórico por su unicidad particular, y por lo tanto, oportunidad.

Finalmente, casi al fondo de la galería, están los dibujos a tinta china en blanco y negro de formas vegetales. Íntimos trabajos en donde se pone de manifiesto una vez más lo bien que el artista ha asimilado y combinado la cultura japonesa para enriquecer su medio de expresión, sin caer en el historicismo folclorista del que copia a otra cultura, no desconstruyendola, sino fagotizando sus apariencias despojándolas de un contenido, que ni comprende, ni es el suyo propio. Precisamente en esta época de empachos de cultura de consumo sobre la forma y el verbo norteamericano, como paradigma del capitalismo cultural hegemónico, estas obras de Luca de Tena resultan más agradablemente sorprendentes.

Porque tienen una base referencial seria, porque no pretenden parecer nada, y mucho menos "modernas", el trabajo de este artista aspira a ser algo, acaso a detener el espacio, y quizás detenerse por un momento a admirar la belleza perfecta (frágil y trémula) de los árboles florecidos al comienzo de la primavera. Esa promesa de verde que ahora aparece (encubierta) por los pétalos de las flores nevadas.

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Nº 57 - Mayo de 2010

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